La juventud está cada vez más enganchada a las pantallas. Según una encuesta de la aseguradora DKV y la organización Educar es Todo, el 45% de los jóvenes españoles tienen problemas para desconectar de la tecnología, y más de la mitad afirma haber utilizado Internet para sentirse mejor. Además, más del 50% de los padres y casi el 90% de docentes perciben que las nuevas generaciones tienen dificultades para controlar el tiempo que dedican a los dispositivos móviles y a estar conectados a la Red, un problema que no para de crecer.
El mal uso de la tecnología
Estos datos son síntomas de un mal uso de la tecnología que, ahora mismo, no se puede controlar, tal y como confirma Diego Hidalgo, experto y autor de obras sobre el impacto de la tecnología digital, a Mirada 21: «Creo que hemos perdido parte del control de la tecnología y no de forma casual, sino que tenemos en nuestras manos tecnologías que han sido diseñadas expresamente para que lo perdamos». Hidalgo hace hincapié en los jóvenes: «Todos los jóvenes somos vulnerables ante este fenómeno, porque son capaces de detectar nuestras debilidades para acceder a nuestro ser más impulsivo evitando la capa más racional de nuestros pensamientos».
Según Hidalgo, este deterioro ha aumentado y ha llegado a su punto más álgido durante la última década, con la aparición y el auge del teléfono inteligente, pieza fundamental de cualquier joven actual. El smartphone ha provocado la pérdida del control del tiempo de uno mismo, de la atención hacia el mundo exterior y de la toma de decisiones: «Las personas no se dan cuenta, pero nos vemos influidos en nuestra forma de elegir y de tomar decisiones en nuestra vida».
«Hemos perdido parte del control de una tecnología especialmente diseñada para que lo perdamos», afirma Diego Hidalgo.
Recuperar el control es posible
Aun así, y tras afirmar que supone una gran dificultad y un reto tal y como está la situación, Diego Hidalgo cree firmemente en que todavía existen posibilidades de poder recuperar el control, y opina que de nada sirve perseguir pequeñas soluciones de poco peso frente a los mecanismos que utiliza la tecnología para tener bajo su dominio al ser humano. «Debemos tomar medidas más duras que las que hubiésemos pensado hace unos años, pero estamos viendo el tiempo que pasan los jóvenes con sus dispositivos y las consecuencias que están teniendo en su salud mental, y las familias no están siendo capaces de solucionar este problema de forma adecuada», asegura Hidalgo.
«En el último año hemos visto cómo se han tomado medidas para limitar o prohibir el uso del teléfono en menores de 16 años, y espero que esto sea el principio de un movimiento más amplio», destaca Hidalgo al opinar que la tecnología debería limitarse a los jóvenes y, en especial, en las aulas. En España, estas medidas ya se están activando, concretamente en la Comunidad de Madrid, que se ha convertido en pionera. El Gobierno regional ya resaltó en septiembre el peligro que supone exponer a niños a los dispositivos, y ha apostado por eliminarlos completamente en algunas etapas educativas. Diego Hidalgo coincide con la posición que ha tomado la región madrileña: «Digitalizar las aulas hace que aumente el número de horas que los niños están conectados cada día. No existe ninguna evidencia de que introducir la tecnología en los colegios suponga una mejora de algún tipo de aprendizaje, sino todo lo contrario, encima existe una base empírica. Debe primar la interacción humana».
Además, Hidalgo pone el foco en las familias, en las que encuentra la clave para «desintoxicar» a los niños: «Hay que invitar a las familias a desconectarlos e impulsar una política pública que ayude con el problema. Los padres deben establecer barreras entre la tecnología y sus hijos, barreras situacionales que aseguren momentos de interacción humana pura y dura, y barreras físicas como que los smartphones no entren en los dormitorios o que los menores de 16 años no tengan móvil. Asimismo, entiendo que es difícil hacerlo de forma aislada, así que pueden coordinarse por libre o con asociaciones que les ayuden a llevarlo a cabo».
«Los padres deben establecer barreras entre la tecnología y sus hijos», aconseja Hidalgo.
El problema de la inteligencia artificial
ChatGPT se ha convertido en un compañero más del día a día en las aulas. Una gran cantidad de alumnos se ayudan de esta inteligencia artificial a la hora de realizar trabajos, proyectos o presentaciones, y su presencia cada día es mayor en el sistema educativo. Ante esta realidad, Diego Hidalgo no cree que sea muy beneficioso para el aprendizaje: «Cada vez vamos a tener más tecnología en nuestras manos que lo van a hacer todo de forma más rápida y eficiente que nosotros, y vamos a poder solucionar problemas sin esforzarnos, en lugar de tardar un tiempo en hacerlo, aprender e incorporar el conocimiento a las cosas».
Hidalgo vuelve al tema de los niños y resalta el inconveniente de incorporar, además de las pantallas, la inteligencia artificial en edades tempranas: «Si los más pequeños no tienen unas bases mínimas de lenguaje o en la forma de pensar, y delegas todo en la máquina, existe el riesgo de que se incremente el sedentarismo cognitivo de forma preocupante».
«Me parece preocupante que se utilice ChatGPT de forma tan indiscriminada desde los primeros años de la universidad», expresa Diego Hidalgo.
Sin embargo, Diego Hidalgo también pone el foco en uno de los lugares donde más se usa la inteligencia artificial: la universidad. «Me parece preocupante que, desde los primeros años de la universidad, se use de forma tan indiscriminada herramientas como ChatGPT. No les puedo culpar, pero la tecnología digital y algorítmica exacerba este dilema que, desde siempre, ha enfrentado el ser humano y que consiste en arbitrar entre nuestros intereses a corto y a largo plazo. Entonces, esta tecnología decanta la balanza hacia lo inmediato, y el coste es muy profundo, se materializa en un deterioro profundo de la salud mental, en soledad y en una pérdida de libertad», expresa Hidalgo.