El Domingo Mundial de las Misiones (Domund) se celebró el pasado 23 de octubre. En esta fecha se conmemora el espíritu evangelizador de los misioneros cristianos y se recauda dinero para destinarlo a ese propósito. El papa Francisco anunció esta jornada, con el lema “Seréis mis testigos”, en la que destacó el mensaje de unificación y testimonio.
Francisco manifestó la importancia de la misión, que reside en “dar testimonio de Cristo, es decir, de su vida, pasión, muerte y resurrección, por amor al Padre y a la humanidad”. Asimismo, hizo un llamamiento a que los misioneros expandiesen sus fronteras ante la falta de enviados de la Iglesia en algunas zonas geográficas donde aún no ha llegado “la Buena Noticia de su amor”.
En 2021, el Domund recaudó 63,9 millones de euros en todo el mundo, y la misión llegó a 139 países. No obstante, según señaló el papa, todavía hay zonas carentes de misioneros. España cuenta con 11.000 enviados, y es el segundo país con más personas involucradas en los proyectos evangelizadores.
El dinero se destina, según los informes de 2021 de Obras Misionales Pontificias (OMP), institución encargada del envío de misioneros, en un 43% a proyectos ordinarios, es decir, para el mantenimiento de las misiones; en un 31% para proyectos extraordinarios, como construcción de edificios y equipamiento; y en un 26% a formaciones catequistas.
Matilde Guisández, misionera en Chile
Matilde Guisández, misionera durante tres años en Chile, destaca que en la evangelización se produce un “encuentro de personas y culturas, unidas por el amor de Dios”. Maty, como ella prefiere que se la llame, tomó la decisión hace ya algún tiempo de dejar temporalmente su vida en España para predicar la Palabra junto a su marido, José Luis, en Sudamérica.
“Llegar cada mañana con una sonrisa” es el secreto que destaca Maty Guisández.
Cuando llegaron, explica, les recibieron mal y los tacharon de “pijos extranjeros” o, como se dice en Chile, “pitucos”. La adaptación no fue fácil porque la gente que se encontraban mostraba desconfianza hacia ellos. Sin embargo, gracias a la persistencia y al seguimiento del ejemplo de Jesús, que “se situaba entre tantos”, a partir de los tres meses ya estaban completamente integrados. La fórmula que destaca Maty Guisández es la de no bajar los brazos y “llegar cada mañana con una sonrisa”.
En sus años como misioneros, la pareja tuvo numerosas experiencias, desde el acompañamiento a drogodependientes hasta la ayuda a niños de la calle. Impulsados por los salesianos, su labor residió en el apoyo y la propagación de la voluntad de Cristo, que, en muchos de sus destinos, estaba perdida. El papel que desempeñaban no era solo psicológico o emocional –ante la “rabia” que arrastraban algunos de ellos por su pasado sin familia o formación–, sino también espiritual: “el espíritu es lo primero; después de eso, el crecimiento es mayor”, apunta Guisández.
“Adonde vas, va Dios”, enfatiza Maty Guisández, quien reconoce que el cariño con el que se despidieron de ella al irse es una muestra del regalo del Señor. “Cuando los tenía delante, lo único que quería era transmitirles el amor de Dios”. Además, añade que la situación era “deplorable, la gente estaba tirada por la calle”. El matrimonio trabajó en comunidades terapéuticas y con niños de 6 a 14 años, acostumbrados a robos y delitos en las calles de los suburbios de Chile. El dolor era “muy profundo” y uno de los chicos con los que trabajó llegó a decirle: “A mí no me quiere nadie, no me quiero ni yo”.
“Hacen falta personas entusiasmadas”, anuncia Maty Guisández.
Además, había una cierta reticencia ante la llegada de dos españoles evangelizadores. Ante esta dificultad, adoptaron “una actitud de aceptación, humildad y dureza”, que posteriormente se transformaba en una “alegría íntima” de la que hoy presume. “Me proporcionó plenitud”, asevera Maty Guisández.
La misionera hace una llamada a la vocación evangelizadora: “Hacen falta personas entusiasmadas”, aunque, en numerosos casos, considera que la sociedad “es un poco individualista”. “Dios nos llama a la unidad” es la frase con la que Maty Guisández concluye el sentido de la misión, y agrega que esa unión se debe “al amor a Dios y a los hombres”.