“Cuando vi la pistola, pensé que era una broma macabra”

- Desmarcar - 19 de diciembre de 2018
María San Gil, durante la entrevista. Fotografía: Amdrea Sánchez.
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25 de enero de 1995. María San Gil no tiene ni idea de lo que se le viene encima. Un disparo en la cabeza con una huida desesperada en La Cepa, el conocido restaurante de la parte vieja de San Sebastián, acaba con la vida de Gregorio Ordóñez, diputado vasco del Partido Popular (PP) y teniente de alcalde de San Sebastián.

Su asesinato es un antes y un después en la vida de esa joven de, entonces, 29 años. “Cuando vi la pistola, pensé que era una broma macabra. Hasta el momento, no teníamos miedo. Recibir insultos era lo máximo que te podía ocurrir”, confiesa, aún afectada, la donostiarra. Ahora, lo vive con más sosiego. “En estos momentos lo llevo con mucha paz, no es lo mismo que hace 23 años”.

Para los militantes del momento, Ordóñez es un modelo a seguir y, cuando lo recuerda, le brillan los ojos y se le llena la boca de halagos. “Gregorio era un trabajador nato, firme y tenaz. Rechazaba lo políticamente correcto porque hacía lo que creía y creía en lo que hacía”, explica de una forma orgullosa. Su compañero de gabinete le ayudó a descubrir que merecía la pena luchar por aquello por lo que que uno cree.

Después de un acontecimiento como es un asesinato en vivo, lo razonable es dar un paso atrás. Sin embargo, San Gil decide presentarse en las listas de las elecciones municipales de 1996, algo que no se hubieran imaginado sus profesores, ya que es licenciada en Filología Bíblica Trilingüe y los nervios siempre le han jugado una mala pasada cuando salía a la pizarra. “Si nos hubiéramos ido, habría sido un doble triunfo para ETA. Nos retiraríamos si ganaran en las urnas, no por asesinar a nuestros compañeros”, argumenta con autoridad.

María San Gil, durante la entrevista. Fotografía: Amdrea Sánchez.

Ahora bien, no es un camino de rosas. A partir de ese impactante suceso, las rutinas se acaban. En un parpadear de ojos, San Gil comienza a salir del trabajo a distintas horas durante la semana y tiene un escolta las 24 h del día hasta hace cuatro meses. “Fueron años difíciles porque cambian los hábitos y, de repente, no puedes llevar a tus hijos al colegio y no sabes a quién tienes que velar en un tanatorio cada semana”. Cualquier llamada de teléfono a una hora insólita puede ser el nombre de otro compañero asesinado. La calle se convierte en un escenario de crimen y cualquier papelera puede contener un paquete con una bomba. Cada mes, comienza a recibir llamadas solicitándole que abandone la ciudad con su bebé porque ella puede ser la siguiente. “El miedo ha sido ferval y el sufrimiento, infinito”, expresa con melancolía San Gil.

Llega 2008 y el PP reconoce que, habiendo perdido las elecciones generales, podría necesitar el apoyo de un PNV algo enfrentado. María San Gil, encargada de hacer la ponencia política, recibe la orden de dulcificar la actitud del partido frente a esta situación, pero ella no está dispuesta.Sin embargo, las amenazas de ETA no le han borrado los triunfos de su partido y legislación. María, tras comenzar como concejal del PP y llegar a ser presidenta del partido en el País Vasco, ha sabido rescatar lo mejor de esa época. “Fueron años apasionantes porque con el gobierno de Aznar, las políticas antiterroristas fueron muy efectivas y matar no tenía premio, pero dejar de hacerlo, tampoco. Poco a poco, nuestra labor política fue cobrando sentido; logramos que nuestros hijos pudieran crecer en libertad”.

Después de 17 años de labor política con sus más y su menos, San Gil decide poner punto y final a su actividad en el PP. “Si pienso que el nacionalismo es corresponsable del terrorismo, no puedo callarme. El PNV siempre ha querido negociar porque comparten el mismo proyecto, aunque no sea la forma. Aún así, estoy eternamente agradecida por estos años”, explica.

Sin embargo, ella desconocía que lo mejor estaba por llegar. San Gil admite, entre risas,

María San Gil, durante la entrevista. Fotografía: Amdrea Sánchez.

que lo primero que hizo tras dimitir fue irse al paro “estupendamente”. Poniéndose seria, reconoce que ser madre ha sido lo que le ha cambiado la vida. “He redescubierto ser madre y ha sido lo mejor de mi vida. La vida política fue tan absorbente que apenas comía en casa y contaba los cuentos a mis hijos por teléfono”, explica. La donostiarra se ha dado cuenta de que tener un núcleo familiar “es lo mejor que te puede pasar”.

No obstante, echa en falta esta visión en la política actual. “Ahora, es un punto de ataque para la extrema izquierda porque quiere acabar con esa esencia. Durante la crisis económica, ella ha sido la gran mantenedora de personas que han tenido que volver a padres y hermanos para refugiarse y salir adelante. Es esencial tener ese sentido de pertenencia que te permite heredar un regalo que trasladas a tus hijos”, admite. Según su criterio, urgen necesariamente políticas económicas y culturales que la favorezcan.

Cambio de aires para el PP
Si ahora echa la vista atrás siente “que se desaprovechó una mayoría absoluta en 2011”. Ahora, las ideas se han dilapidado y se ha desdibujado la esencia. María recuerda con cariño los años de Aznar “porque hizo que todos nos sintiéramos cómodos”. En ese momento existían muchos principios como la familia, la justicia, la vida. “Durante estos años, el PP se ha centrado más en la estrategia que en la ética, y siempre ocurre que, cuando dejas un vacío político, otro vendrá a ocuparlo”.

“Yo sigo siendo del PP, son los actuales quienes no lo son”, comenta la donostiarra.

Sin embargo, no ha dejado de ser votante y, ahora, ha recuperado la ilusión por el partido. “Pienso que lo que defiende Pablo Casado, me representa. También, tiene muchas virtudes políticas y tiene claro el proyecto. Hay que apoyarle y dar un margen de confianza porque ha heredado una estructura difícil de gestionar”, admite. San Gil reconoce que es una etapa políticamente muy importante y se debe ofrecer una alternativa “ante un frente popular con algunos extremistas que no es bueno”. “Ellos quieren romper una transición y, si se ataca a uno de los pilares fundamentales como es la Constitución, España está en peligro”, explica con convicción.

Pérdida de referentes
La donostiarra reconoce que ahora el mundo se iguala en la mediocridad “porque cada vez exigimos menos”. “Esto es síntoma de una sociedad líquida en la que los valores no significan nada y se pierde el sentido de defender aquello en lo que uno cree”, admite. San Gil explica que el político es un reflejo de lo que lo que uno es y, ahora, el ser humano está en crisis “porque ha perdido referentes”. “Estamos ante una sociedad individualista y materialista que no es consciente que lo más importante de esta vida es gratis”, piensa.

Sin embargo, San Gil no pierde la esperanza y cree que hay posibilidades de revivir. “Hay que ponerse en marcha porque creo que la sociedad civil tiene un papel importantísimo”. También, reconoce que hay un derecho y obligación de manifestarse y actuar de manera pacífica “porque siempre hay quién grita mucho, aunque sea una minoría”. “Pienso que habrá un cambio ya que la historia de la humanidad nunca ha sido lineal. A veces, hay que tocar fondo para resurgir”, comenta con una mirada de confianza.