Como cualquier otro domingo, intentaba pasar las últimas horas del fin de semana relajada frente al televisor. Zapeando llegué al programa Chester, del popular Risto Mejide, un espacio que confieso no suelo frecuentar. Pero esta vez fue diferente, el invitado era el periodista Arcadi Espada, quien, entre otras perlas, protagonizó un conflicto que podría resumirse en “tontos, enfermos y peores”. El periodista no solo defendía que las personas con síndrome de Down suponían un coste inasumible para el sistema sanitario español, sino que daba un paso más al reivindicar la “responsabilidad moral y económica” de los padres que siguieran adelante con el embarazo, pese a estar advertidos de que su hijo padecía algún tipo de discapacidad, y que, por tanto, estos niños deberían de denunciar a sus progenitores por dicho “crimen”. Ante tal majadería, no puede hacer otra cosa que cambiar de canal y compadecerme de la pobreza de humanidad y empatía de Arcadi.
A las pocas horas, un vídeo resumen sobre la polémica, perfectamente editado, comenzó a invadirme a través de muchos de mis grupos de WhatsApp. Todos mis contactos se mostraban implacables contra el periodista y alababan la firmeza de Mejide, quien terminó expulsando al periodista del programa. Mi primera reacción fue sumarme al clamor popular, pero quizás por defecto profesional no pude evitar hacerme la pregunta: ¿este es un ejemplo de buena o mala televisión? Creo que clarísimamente es un ejemplo de mala televisión. Aunque comparto el rechazo masivo a las declaraciones de Arcadi, estoy a favor de la libertad de expresión.
Es una pena que alguien aproveche espacios públicos para lanzar mensajes que rompen puentes o hieren a los demás, pero también se retrata el personaje tal cual es, falto de empatía. Ahora bien, no alabo la figura de Mejide. Si recordamos cómo promocionaron el programa, lanzando cebos en los que se dejaban ver el tono agresivo del programa, pareciera que se incitaba a los espectadores a acudir al juicio público y masivo al que se sometería al periodista. Y así es como lo viví, como un juicio en el que Mejide es juez y parte, algo incompatible y tendencioso. En ningún momento asistimos a un verdadero debate en el que se buscara la verdad. En ningún momento se demostró con cifras si en realidad las personas con discapacidad suponen un coste inasumible para nuestro sistema, en ningún momento se analizó lo que estos ciudadanos aportan al sistema económico o se habló del prácticamente inexistente índice de criminalidad entre estos ciudadanos, todo se quedó en la superficie, en el ámbito de las emociones. Me pregunto si acaso mis contactos llegaron a reflexionar sobre esta cuestión.
Estoy totalmente en contra de la visión de Arcadi y en la forma de hacer televisión de Risto. Creo en una televisión que informe, forme y entretenga, pero no a cualquier precio. Sé que venden menos los contenidos que propongan puntos de encuentro, que sean verdaderos espacios de reflexión y puesta en común de opiniones contrapuestas y confrontadas desde el respeto, pero creo que al abordar un tema tan sensible como este, no debería de ser una excepción. Hay que ir al fondo de la cuestión desde el respeto mutuo y teniendo claro que ante todo estamos hablando de ciudadanos que tienen deberes y derechos, pero que, ante todo, son personas.