Pepe Rodríguez Rey es un cocinero toledano de 55 años que lleva toda la vida dedicado a los fogones. Hace una década comenzó su andadura mediática como presentador del programa de televisión Masterchef, donde continúa a día de hoy. Además, representa a la tercera generación de El Bohío, su famoso restaurante, que cuenta con una estrella Michelin. Un premio que recibió en 1999 como recompensa a su esfuerzo y sacrificio. Amante de los Rolling Stones y del Real Madrid, pero, sobre todo, un abanderado por todo el mundo de su tierra natal: Castilla-La Mancha.
Este 2023 se cumplen 10 años de su estreno en televisión, en Masterchef, que acumula 11 temporadas en la edición de adultos, 10 temporadas en la Júnior y ocho ediciones del Celebrity, ¿cómo afronta esta nueva temporada?
Vamos a ver qué pasa. Es una temporada más, 12 temporadas, 10 años en televisión, es una burrada, o sea no sé cuántas ediciones entre niños, mayores, celebrities y abuelos. (Suspira) Pues bueno, siempre que empezamos una temporada intentamos juntar las manos, los puños como diciendo este es un nuevo reto, una nueva historia, y todo lo que hemos hecho no sirve. Tenemos experiencia pero hay que hacerlo muy bien, y en eso estamos.
Entra a Masterchef hace 10 años y todavía sigue. ¿Ha pensado alguna vez en dejarlo?
Bueno, estoy cómodo, estoy a gusto y estoy bien, pero ¿y por qué no? No lo sé. De momento, estoy bien, pero puede haber cambios en la vida, claro que sí. También puede llegar un momento en el que diga: “oye, yo ya he dado el tope aquí, ya más no puedo hacer, nada más que estar más años”. ¿Y si aparece un proyecto nuevo y diferente, por qué no?
Es usted la tercera generación de El Bohío, que inauguró su abuela Valentina al volver de Cuba en 1934. ¿En algún momento ha pensado en cambiar el nombre?
No, jamás. No, yo creo que el mejor nombre que puede ser es ese, El Bohío, porque es lo que montó mi abuela, lo que tuvo mi madre y lo que tengo yo ahora. No me gustaría llamarlo “Restaurante Pepe Rodríguez” para personalizarlo en exceso en mí. Yo creo que El Bohío ya tiene un nombre, tiene un legado y tiene un algo con significado, que yo no lo quisiera perder. No, no lo veo de otra manera. Además no sabría cómo llamarlo.
El restaurante estuvo cerrado 30 años, hasta que su madre decide abrirlo nuevamente. Aunque hayan pasado los años y la cocina haya evolucionado, ¿cree que la esencia de la cocina tradicional de su abuela sigue manteniéndose?
Hay cosas, hay detalles. No se puede comer igual que hace 30 años y menos como hace 70. No comemos ni vestimos igual, no tenemos los mismos problemas ni las mismas inquietudes y tampoco vestimos igual. Pero es verdad que algo queda de aquello que cocinaba y guisaba mi abuela. Intento recuperarlo. Hay un lema, que siempre pone en El Bohío y que pone en la página web: “La cocina de siempre vista con los ojos de hoy», y es que la cocina está en constante evolución. Entonces, no podemos cocinar como hace 50 años, pero todavía duran ciertas cosas, pequeños detalles de lo que se cocinaba entonces.
Su restaurante se ha caracterizado siempre por la cocina castellana, por servir comida tradicional. ¿Qué le llevó a dar el salto a la alta cocina?
Fue progresivo. Iba trabajando con gente que trabajaba en la alta cocina, y entonces me iban inculcando ese método y esa manera de trabajar. En casa hacíamos una cocina de hace 40 años que hacía mi madre, imagínate. Asados, carnes a la plancha y buen producto, jamón, lomo y queso. Yo fui a aprender con estos señores y entendí que había otro tipo de cocina, otra manera de entender la gastronomía, por lo que fue progresivo. Nadie da un salto y dice: “Ahora voy a ser creativo”. No, eso se va aprendiendo, y al final se convierte en un estilo y una manera de vivir. Es una manera de relacionarte con las personas, con el mundo, con los productos, y es un estilo. Tienes que crear tu propio estilo de cocina.
¿Alguna vez ha pensado abrir un restaurante nuevo?
No, no. Tengo tantos frentes abiertos y como sé lo problemática que es la hostelería, bastantes problemas me da El Bohío ya. No, con uno tengo suficiente. Alguna vez se puso de moda que había que tener siete restaurantes, yo no lo entiendo así, ni lo necesito ni me hace más feliz.
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De pequeño no quería dedicarse a la cocina, y alguna vez ha dicho que le hubiera gustado ser cantante de rock, de hecho, le gustan mucho los Rolling Stones. Además, está aprendiendo inglés, ¿significa esto que algún día le gustaría lanzarse a sacar un tema?
No descarto nada, no descarto nada (entre risas). Y no tiene por qué ser en inglés, podría ser en español. No, bueno ese… era un sueño de pequeño, como siempre un niño cuando le preguntaban, ¿qué quería ser? En mi generación siempre decíamos quiero ser futbolista. Y como me gustaba mucho el rock and roll, el heavy metal incluso, me veía en un escenario siendo el líder de la banda, y fíjate, no llegué a nada, pero no pasa nada. Me gusta escuchar música, pero ya no me da. Estoy en tantos frentes abiertos y metido que no soy capaz de pensar en un grupo de música. Además, luego me he dado cuenta que no tengo ningún talento, o sea no tengo oído, con lo cual canto horrorosamente mal. Sería un desastre.
Usted y su hermano Diego entraron al negocio a la vez, usted en la cocina y él como metre. ¿En qué momento empieza a darse cuenta que puede ser cocinero profesional?
Entramos a la cocina de casualidad. Es verdad que dejamos de estudiar. Yo estaba en 2º de BUP (Bachillerato Unificado Polivalente), mi hermano estaba en COU (Curso de Orientación Universitaria) y dijimos: “Oye, ¿por qué no nos quedamos con el negocio familiar?”. Desde casa no nos habían preparado para seguir estudiando, para formarnos o para tener una carrera. Entonces no te achuchaban como yo hago ahora con mis hijos, que les digo: “Tienes que tener una carrera, acábala, y esas cosas”. Además, como siempre habíamos picoteado desde críos en el mundo de la hostelería, en este negocio familiar, pues vimos claro a esa edad que había que estar dentro. Yo estaba de camarero, igual que mi hermano. Entonces, un cocinero se fue, el otro se iba, no hacíamos una línea clara de trabajo y dijimos: “O te metes tú o me meto yo”. Así fue, un día cocinó mi hermano, al día siguiente yo, sin tener ni idea ninguno de los dos. Para hacer la cocina que se hacía entonces salvarla no era difícil. Asar un cordero, un solomillo y unas gambas plancha y poco más. Entonces, quizás por mi timidez, ya que no me gustaba estar delante del público en exceso, pegué ese paso atrás y dije: “Me voy a quedar yo en la cocina”, y entré a la cocina por obligación, pero luego se convirtió en mi pasión. Me dí cuenta del mundo que había aquí, qué cosa más bonita. Poder transformar los alimentos en algo sublime, en algo rico y en algo bueno, que además recibes rápido el feedback del cliente. Te dicen: “Qué rico está esto”, eso es lo peor que te pueden decir porque entonces ya te enganchas toda la vida a hacer esto y eso en el oficio nunca se acaba.
¿Alguna vez alguno de sus 3 hijos (María, Jesús y Manuela) le ha expresado su deseo de ser cocinero o dedicarse al mundo de la hostelería?
De momento, no. No lo han vivido como lo he vivido yo, que me he criado en un restaurante. Ellos no, ellos tienen una casa aparte y tal. No saben cuál es la problemática de un restaurante, no lo han sufrido, no lo han vivido. Ellos están estudiando sus carreras, y yo creo que no acabarán en esto, pero no me importaría si dijeran: “Papá quiero probar, a ver qué pasa”, no me disgustaría, ¿por qué no? Es un oficio muy noble.
¿Cómo es Pepe Rodríguez en casa?
El tío más elemental del mundo entero. Tumbado, zapineando, viendo la tele y luego hago la cena abriendo una buena botella de vino. El tío más normal del mundo entero, no necesito nada para ser feliz. ¿Estar tumbado en mi casa, que es lo que no hago normalmente?, pero feliz, feliz, feliz. Si acaso me doy una vuelta un día que ya estoy descansado con una bicicleta de esas eléctricas que tengo, me doy un paseo y se me van todos los malos pensamientos.
En el programa El musical de tu vida, presentado por Carlos Sobera, usted confesó que justo antes de surgir el fenómeno Masterchef pasó una época delicada porque el restaurante no terminaba de atravesar un buen momento, ¿cómo afrontó aquella situación?
(Suspira) Pues me imagino que como todo el mundo. Hay que llevarlas y tener la cabeza muy tranquila, quitarte lo superfluo, intentando ser quirúrgico donde tienes que arreglar el problema. Soy bastante claro y tengo bastante claro qué es lo que hay que hacer. No divago y puedo tardar más o menos, pero ya sé dónde está el problema. Pues vamos a intentar darle una solución. Sabes lo que pasa, que cuando tienes ganas de trabajar, de funcionar, de comerte el mundo y de querer hacerlo bien, aunque sea en tu parcelita pequeña que es Illescas, pues fíjate. Yo no tengo más ganas de comerme el mundo que montar 18 restaurantes. En tu pequeña parcela puedes tener ganas de comerte el mundo. Es hacer lo que te gusta y cuando están mal dadas las situaciones, pues vamos a hacer lo que nos gusta muy apretados y quitando lo que nos está haciendo que no funcione, vamos a ver qué solución le damos currando todos los días. Cuando tengo crisis, trabajo dos horas más, y cuando tengo menos crisis me puedo relajar un poco para trabajar dos horas menos.
¿Podría decir tres palabras que definen a Pepe Rodríguez?
No sé que me define. Yo prefiero que lo diga el público. Soy un tío normal, de la calle, que de pronto, se mete en una cocina para mantener el negocio familiar porque no sabía hacer otra cosa. Aquello se convierte en mi pasión, de esos hay muchos ya en la vida. De pronto me llaman para hacer un programa en la televisión, que a mí no me ha interesado la televisión ni lo mediático. Se convierte en un éxito de mucho cuidado y te conviertes en el protagonista casi de aquello. Pues qué suerte he tenido, solamente doy gracias, no puedo decir más. ¿Qué tres palabras me definen? Sé que he trabajado mucho y sigo trabajando mucho porque me encanta, me parece de lo más bonito. He visto a mi madre trabajar mucho y a mi abuela por mucho menos. Cuanto más yo, que me lo premian en exceso, ni te imaginas. Qué suerte tengo, por eso me pesa menos, a lo mejor, trabajar. Luego intento ser normal, crear buen rollo, que la gente que esté a mi alrededor pueda sentir buenas vibraciones. Aquí venimos de paso, la vida se nos va. Intento ser positivo y transmitir buen rollo, que hay gente que viene cansada y pesada a los trabajos. Yo, cocina, televisión, tal y nunca digo: “Uf qué día llevo, uf mañana es lunes”, eso no ha salido de mi boca, no he tenido necesidad. Con lo cual, eso debe generar buen rollo. Soy constante, puedo ser más lento o más rápido, pero soy constante. Sé cuál es la meta y voy lento hasta llegar ahí, eso es importante en la vida. Perseverar, no cansarte de creer que te has equivocado e ir poco a poco para ver qué pasa, perseverante es importante en la vida.