40 años del último ‘Pueblo’: escuela de un periodismo sin filtros

- CULTURA - 17 de mayo de 2024
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El 17 de mayo de 1984, los lectores de Pueblo se acercaron a los quioscos para comprar la edición diaria del periódico. Dispuestos a leer y poner su atención en los acontecimientos que habían ocurrido, se dieron cuenta de que tenían en sus manos una carta de despedida. Después de 44 años de historia, los redactores revelaron su adiós a la sociedad española con el resto de noticias del día.

Junto con los agradecimientos en portada del director, José Antonio Gurriarán, el periodista Raúl del Pozo puso el broche final a la última página con su columna Las gafas: “Han descancionalizado la mejor universidad que tuvo nunca el periodismo español. Se va hundiendo, lentamente esta tarde, que llueve, y lloro porque ya no soy tan joven, ni creo en tantas cosas, como antes cuando era muy joven y mi única patria era este periódico (…) También se aprende a morir”.

Portada de la última edición de ‘Pueblo’, publicada el 17 de mayo de 1984.

Se cumplen 40 años desde el cierre de Pueblo, un periódico vespertino perteneciente al sindicato vertical del régimen franquista. Situado en sus comienzos en la calle Narváez, 70 (Madrid), y con una venta promedio de 1.000 ejemplares, se trasladó en 1952 a la calle Huertas, 73, bajo la gestión de Emilio Romero. Comenzó entonces su época de esplendor.

José María García, quien ingresó en el periódico en 1964, con tan solo 20 años, define al director como “una maravilla”: “Tenía mucho nombre, un tremendo prestigio y, sobre todo, una gran valentía para defender a los redactores”.

Carmen Rigalt también recuerda aquellos años de éxito del periódico: “Echar más horas de la cuenta en el periódico me agobiaba. Yo en aquellos tiempos era tímida y pacata, temblorosa, no me atrevía a hablar con los jefes. Debo reconocer que a Emilio Romero le debo los buenos momentos que he vivido en la profesión. Gracias a él, los éxitos han superado a los fracasos”.

Historia de un éxito
En 1975, Romero no solo había conseguido que las ventas rebasaran los 220.000 ejemplares, sino que había convertido Pueblo en el diario más influyente del país. Antonio Casado, quien entró a trabajar en el año 1968, a través de su compañero José María García, detalla más a fondo los factores fundamentales de dicho éxito: “La clave fue centrarse en los sucesos, el deporte, los toros y la vida social. Utilizando un sesgo facilón y sensacionalista con tipos de letra exagerados en portada (me refiero al tamaño). Mucho elemento gráfico y, entre col y col, guiños políticos en la tercera página que en ningún caso desbordaban los marcos permisibles del régimen franquista”.

Jesús Fernández Úbeda, autor del libro Nido de piratas, en el que explica la historia del periódico, consultó las páginas que menciona Casado conservadas en la Hemeroteca Municipal de Madrid. Afirma que “era un periódico hermoso y populista: titulares enormes, fotos, en muchos casos, morbosas e imposibles de publicar hoy… Es un neón de celulosa”.

El periódico y su director se habían convertido en “una auténtica escuela de periodismo”, según García. Fue dentro de aquellas redacciones donde el mundo personal y el profesional se fusionaban e invadían el entorno laboral. Casado recuerda de todo, excepto silencio: “En las mesas no solo había teléfonos y máquinas de escribir, también había ceniceros humeantes, vasos de whisky, tazas de café y bandejas con platos de comida ya consumida y pendientes de que el mozo del bar de la esquina subiera a recogerlas”.

Sus redactores no entendían de límites ni dentro ni fuera de la redacción. Jesús Fernández Úbeda los describe como “aventureros, brillantes, buscones, muchos de ellos tenían olfato y hambre”. Había quienes escribían con “una originalidad rabiosa”, e incluso quienes se inventaron noticias: “Eso no se lo aconsejo a nadie, por supuesto”, añade. Para él, esa ferocidad y honradez con la que buscaban contar la mejor historia es algo con lo que se nace: “Creo que el espíritu periodístico se puede despertar en el que lo tiene. Y, sobre todo, pulir y alimentar escribiendo mucho, leyendo más y buscando historias”.

Portada de Pueblo con la inolvidable crónica de José María García sobre la violencia en México.

Dichas cualidades eran perceptibles tanto en las noticias que salían cada día en el periódico como en las anécdotas que hay detrás de la búsqueda de esas historias. José María García recuerda su crónica publicada el 3 de octubre de 1968. Había viajado a México para cubrir los Juegos Olímpicos, pero al llegar se encontró con una concentración estudiantil que cambió por completo sus planes. Guiado por su instinto, decidió quedarse en la manifestación, lo que le permitió ser el único periodista español testigo de los enfrentamientos. “Tuve la fortuna de conseguir mi primera exclusiva mundial: la matanza de la Plaza de Tlatelolco, que coincidía con los Juegos Olímpicos de México. Cuando llegué allí y me di cuenta de lo que estaba sucediendo y de lo que iba a suceder, llamé al director y le dije: “Director, que no me voy a los Juegos Olímpicos”.

Fernández Úbeda  destaca el reportaje de Raúl del Pozo y Raúl Cancio en la isla de Wight, el 31 de agosto de 1970. Ambos acudieron a la isla británica para cubrir el festival de música que se había convertido en una auténtica “cumbre hippy”. Cuando llegaron allí vestidos de traje, se dieron cuenta de que en aquel ambiente no conseguirían relacionarse con nadie. Se acercaron a un puesto y, con 10 libras, se compraron la que sería su ropa de incógnito durante los siguiente cinco días.

Duelo por la firma
La firma en la portada era lo que les enfrentaba, pero también la misma razón que los unía y los diferenciaba del resto. El “nivel de hermandad” que remarca el autor es reconocido por José María García: “Me sentía muy feliz por la calidad, el compañerismo y la inspiración de los fenomenales redactores que había en aquellos años (…) lo imposible era mejorar aquello”.

Antonio Casado lo define como un “compañerismo dentro de la competencia”, aunque sí que reconoce una comida de “confraternización” que se organizó para suavizar las relaciones que se habían envenenado tras la muerte de Franco. Las diversas posturas en la sección política, conocida como “Nacional”, eran “conocidas pero imperceptibles”, pero se agudizaron a partir del asesinato de Carrero Blanco en 1973. “Alguien llegó a enseñar una pistola, pero la cosa no fue a más. La tensión más visible la protagonizaron los franquistas que se resistían al cambio democrático que se avecinaba y la parte de los compañeros de la redacción más organizados en torno al Partido Comunista”, narra  Casado.

En esa misma línea, Carmen Rigalt recuerda el entorno desde una perspectiva distinta: “Mis comienzos en Pueblo no fueron fáciles. Éramos pocas mujeres, y encima, nuevas. Los compañeros se pasaban la vida pisándonos los temas. Eran tremendos. Poco a poco, me hice indispensable. Me mandaban a eventos, a viajes, a entrevistas con gente del mundo de la farándula, etc. Yo no quería enfrentarme con los chicos. No estaba por la labor de darme importancia. En cuanto podía, me largaba a casa”.

A pesar de que fue el periódico que más promocionó a las mujeres periodistas, las distinciones entre ambos sexos eran evidentes en un ambiente acorde con su época: “Éramos pocas. Al principio siempre nos mandaban a los desfiles de moda y cosas así. Por suerte, fue pasando el tiempo y mejoró todo”, añade Rigalt.

Texto de Raúl del Pozo en la despedida del periódico.

No obstante, Arturo Pérez-Reverte las describe en el libro Nido de piratas: “Mujeres tan duras como nosotros (…) si tenían que responder a una grosería con otra, lo hacían”. Entre ellas, se encuentran Carmen Rigalt, Conchita Guerrero, Cristina Buhigas, Elvira Daudet, Julia Navarro, Juana Biarnés, Mercedes Jansa, Mery Carvajal, Queca Campillo, Pilar Narvión, Rosa Montero y Rosa Villacastín.

Rigalt recalca la figura de Pilar Narvión: “Fue corresponsal en París bastantes años. No he conocido a nadie más vocacional que ella. Creo que no se casó por amor al periodismo. Ella me contaba que desde niña soñó siempre con periódicos y me contaba siempre una anécdota muy curiosa: cuando iba a su casa y tocaba fregar la escalera siempre la bajaba poniendo los pies de lado para así ir leyendo los titulares. Pilar murió hace unos 10 o 15 años. Fue una periodista única”.

Escuela de periodistas
Uno de los mayores legados que ha dejado Pueblo es una larguísima lista de periodistas memorables que vivieron en aquellas redacciones los mejores años de su carrera y de su vida, en algunos casos. A pesar de ello, todos coinciden que un periodismo como aquel debía tener un final. “Me dio pena, pero ya estaba cansado y más o menos sabíamos lo que iba a suceder, y que en esa fecha iba a desaparecer el periódico”, explica García.

En el contexto en el que desapareció, Casado afirma que el periódico no podría haber continuado igual. Hacia 1984, el año de su cancelación definitiva, otros periódicos ya funcionaban en régimen de absoluta libertad democrática: “Tenía que desaparecer y desapareció. Pero creó escuela. Y eso no ha dejado nunca de reconocerse”, concluye.

Las fotografías y reportajes que publicaban cada día aquellas páginas y los nombres de quienes las firmaban siguen presentes a día de hoy en la sociedad. Sin embargo, este legado ha tomado un rumbo distinto en el ámbito periodístico. Jesús Fernández Úbeda considera que la influencia de la política, el desarrollo de Internet y las diferencias generacionales han podido ser algunas de las causas de este cambio: “Si queremos ganarnos la vida como periodistas los de 40 para abajo, no nos queda otra que fomentar la creatividad y trabajar y leer mucho. Va una obviedad teórica que no se trasluce en la práctica: un periodista inculto es peor que un periodista culto”.

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