Puerta del Sol, imprescindible esta Semana Santa en Madrid

- ESPÍRITU - 24 de marzo de 2024
Foto: Diego Sáenz
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Todas las procesiones de esta Semana Santa en Madrid pasan por la Puerta del Sol. Después de las obras de renovación, este emblemático lugar se incorpora a la Carrera Oficial de la Semana Santa 2024. El alcalde de la capital de España, José Luis Martínez Almeida, ha enfatizado la relevancia de esta medida, que realza la vivencia de las procesiones tanto para los madrileños como para los visitantes.

El pasado 1 de marzo, durante su visita a la Basílica de Jesús de Medinaceli, Martínez Almeida afirmó que esta Semana Santa va a ser «intensa» en Madrid. online loans. Además, subrayó la cooperación con hermandades y cofradías, y reconoció su papel fundamental en estas celebraciones religiosas.

Durante la Semana Santa en Madrid, se llevan a cabo numerosas procesiones. El Miércoles Santo, destacan la procesión de Los Gitanos, que parte y concluye en la Parroquia de Nuestra Señora del Carmen y San Luis Obispo; y la procesión de las Tres Caídas, que tiene lugar en la Iglesia de San Andrés Apóstol. El nombre de esta última hace referencia a Jesús durante su camino hacia la crucifixión, cuando cayó tres veces bajo el peso de la cruz.

El Jueves Santo, las más emblemáticas son la procesión de Jesús el Pobre, desde la Iglesia de San Pedro el Viejo; y la procesión del Gran Poder y Macarena, desde la Colegiata de San Isidro. El Viernes Santo se realizan procesiones como la de Jesús de Medinaceli, por el Barrio de Cortes; la del Cristo de los Alabarderos, desde el Palacio Real hasta la Iglesia-Catedral de las Fuerzas Armadas; y la del Santo Entierro, que representa a la Virgen acompañando al Cristo yacente.

Foto: Diego Sáenz

Tradición y devoción de las cofradías madrileñas

Las cofradías de Madrid son un testimonio vivo de la historia y tradiciones religiosas de la ciudad. Entre ellas, destacan la Real Hermandad de Jesús de Medinaceli, fundada en el siglo XVII, y la Real Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, con más de tres siglos de existencia. Estas cofradías organizan procesiones emblemáticas durante la Semana Santa, donde se veneran las imágenes del Cristo de Medinaceli y Jesús Nazareno.

Además de estas, Madrid cuenta con numerosas cofradías dedicadas a advocaciones marianas, como la Virgen de la Soledad, la Virgen de la Paloma y la Virgen de la Almudena, patrona de la ciudad. Estas cofradías no solo se dedican a la celebración y procesiones, sino que también tienen un compromiso social, y asisten a personas necesitadas y colaboran con organizaciones benéficas.

Foto: Diego Sáenz

Saetas, cantos de pasión

En la mayoría de procesiones, se escuchan las saetas, cantos religiosos que tratan temas relacionados con la Virgen y la pasión de Cristo. Se realizan especialmente en Andalucía y en algunas zonas de Extremadura, Castilla-La Mancha y Murcia. 

El origen musical de las saetas es incierto, pero se les atribuye una raíz árabe relacionada con las llamadas a la oración de los almuédanos de las mezquitas andalusíes. También, estas se complementan con cantos judíos y están influenciadas por los cantos procesionales cristianos de los misioneros franciscanos en los siglos XVI y XVII. Estos misioneros llamaban saetas a «los avisos y sentencias que en forma de coplillas recitaban o cantaban por las calles en determinados momentos de sus misiones».

En un principio, las saetas eran cantadas por religiosos a modo de salmodias o plegarias, pero fue a partir de mediados del siglo XIX cuando surgió la saeta popular e inician la costumbre de ser el pueblo quien cante para expresar sus sentimientos religiosos.

En el siglo XX, la saeta tradicional evolucionó a un giro más flamenco, gracias al cantaor sevillano Manuel Centeno. De esta forma, este canto se convirtió en un arte muy elaborado y de difícil interpretación. 

La saeta se canta al paso de las imágenes de una procesión, normalmente desde un balcón bajo, que anteriormente ha sido decorado con flores. Cuando comienzan a cantarlas, el capataz (persona responsable de conducir un paso durante las procesiones religiosas) manda parar a la cuadrilla de costaleros. El saetero puede ser contratado por alguien de la cofradía titular o simplemente ser espontáneo que quiere mostrar su devoción. Las saetas representan una combinación de sentimiento, arte y devoción. A veces, se cantan por encima de la banda de música, y, otras, en medio del silencio. 

De una manera u otra, es innegable el sentimiento que se le pone a estas canciones. Sinfo Arroyo, cantante de saeta, afirmó en una entrevista a La Gaceta: «Hay que echarle sentimiento, miras a la Virgen y te olvidas de todo». La música es una forma de expresión, y, en su caso, Arroyo muestra, a través de las saetas, su devoción y conmoción sobre lo que Jesús sufrió. 

 

«Hay que echarle sentimiento, miras a la Virgen y te olvidas de todo», afirma Sinfo Arroyo

 

Las saetas tienen tal importancia que Antonio Machado, poeta de la Generación del 98, creó el poema La saeta. Esta obra formó parte de su poemario Campos de Castilla. Machado trató de impactar profundamente en el receptor a través de metáforas entre la Pasión y la entrega con los sentimientos y emociones del propio autor. Los versos más famosos son:

¡Oh, la saeta, el cantar
al Cristo de los gitanos,
siempre con sangre en las manos,
siempre por desenclavar!

El poema triunfó tanto que, en 1960, el cantautor Joan Manuel Serrat compuso una canción añadiéndole al inicio esta frase: «Dijo una voz popular, ¿quién me presta una escalera para subir al madero para quitarle los clavos a Jesús el Nazareno?». Posteriormente, fue versionada por cantantes como Rocío Jurado, India Martínez o Camarón de la Isla, y se convirtió en un tema esencial en Semana Santa. 

Foto: Diego Sáenz

Costaleros y anderos, sufridores por devoción

Los costaleros son las personas que llevan a hombros los pasos en las procesiones, mientras que los anderos son aquellos que cargan las andas con los hombros. Ambos están apuntados a una cofradía y entrenan durante todo el año para estar preparados y llevar a su Virgen o Cristo a lo más alto. 

La levantá es el momento más crítico para el costalero, ya que es el momento en el que a la voz de «todos por igual, valientes» levantan el palio con un ligero salto. Esta acción, a nivel físico, es muy dura, pues pueden sufrir daños en la columna, las rodillas, los tobillos y la musculatura del muslo y del pie. 

Las razones por las que los más devotos deciden convertirse en anderos o costaleros son muy diversas, pueden ser tradiciones familiares, fe o incluso promesas. Un ejemplo de esta última es el caso de Rafael Parra, andero de la Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús Nazareno el Pobre y María Santísima del Dulce Nombre en su Soledad. Cuando Parra comenzó, fue uno de los primeros 30 que sacó a la Virgen de esta cofradía. Lo que le llevó a ello fue un asunto de salud en su familia, y por ello decidió buscar un refugio espiritual que le mostrara respuestas. Desde entonces, ha sido andero tanto de Jesús el Pobre como de la Virgen del Dulce Nombre. «Lo que yo vivo es un momento indescriptible, debajo del paso hay 48 personas y, sobre todo, hay historia. Hay que vivirlo para sentirlo», afirma Parra. 

 

«Lo que yo vivo es un momento indescriptible, debajo del paso hay 48 personas y, sobre todo, hay historia. Hay que vivirlo para sentirlo», señala Parra 

 

Según cuenta Parra, esta hermandad tiene una curiosidad. Ambas imágenes se encuentran en la Iglesia de San Pedro el Viejo, una de las más antiguas de Madrid. Por esta razón, no puede ser restaurada. La entrada a esta iglesia es tan pequeña que es imposible sacar al Cristo de pie, por ello deben ponerse de rodillas, lo que hace que esta salida sea impresionante. Este obstáculo hace que, desde enero, todos los anderos se comprometan para entrenar, dos días por semana, para que el Jueves Santo, Jesús el Pobre quede por todo lo alto. 

Teófilo Pescador es andero de Jesús de Medinaceli. Él comenzó después de una enfermedad que padeció. Sintió que debía agradecer la ayuda de Jesús, y desde entonces, cada Viernes Santo, sale con la cofradía. Sacar a Cristo es todo un honor y, según reconoce, aunque es un gran esfuerzo, debajo del palio, nadie piensa en eso. Solamente disfrutan y se centran en que Jesús salga bonito. Tampoco lo considera un sacrificio, ya que hay motivación, alegría y felicidad. Estos ejemplos muestran cómo cada uno vive la Semana Santa de una manera, sin embargo, todos son movidos por la fe en Dios. «Le sacamos por Él, nosotros disfrutamos», comenta Pescador.

 

«Le sacamos por Él, nosotros solo disfrutamos», comenta Pescador

 

Pescador lleva dos años sacando el paso, y afirma que aprende mucho de los costaleros veteranos. Lo más importante para las cofradías es que la devoción siga viva en los jóvenes para que estas tradiciones no acaben nunca. 

Foto: Diego Sáenz

Origen de los nazarenos

Las procesiones están formadas por cofrades, acólitos, nazarenos… Estos últimos reciben este nombre por el gentilicio del pueblo de Nazaret. Aunque Jesús nació en Belén, en Nazaret pasó gran parte de su vida, según relata la Biblia. Hay que diferenciar entre el nazareno (con minúsculas), que se refiere al cofrade, y el Nazareno (con mayúsculas), que es el apodo dado a las figuras de Jesús que llevan la cruz al hombro.

En cuanto a la vestimenta, los nazarenos procesionan con atuendos que han evolucionado a lo largo de los años. Desde el siglo XVI, portan insignias como estandartes, guiones y banderolas. En la cintura pueden llevar un cíngulo o una faja de esparto. Originalmente, llevaban cirios de cera para iluminar el camino, y esta costumbre se ha mantenido en algunas cofradías. 

El capirote, en realidad, no es el tocado en sí, sino la estructura de forma cónica que ejerce de soporte para la tela del antifaz, que acaba en punta. Para llegar a sus orígenes, hay que remontase a la Edad Media. Junto con una hopalanda (un atuendo holgado típico del Medievo), el capirote se usaba por los condenados en el paseo que se les daba antes del ajusticiamiento.

En sus inicios, esta prenda era denigrante, y todavía lo fue más con la aparición de la Inquisición, en 1478. Además de un capirote donde se dibujaban escenas relacionadas con el pecado cometido, los reos por motivos de fe también debían vestir un sambenito. Este era un saco bendecido por el sacerdote que, a modo de humillación, vestía el condenado. Actualmente, se asocia más una etiqueta que han puesto a alguien. 

A partir del siglo XVII, las cofradías de Sevilla decidieron utilizarlo en sus procesiones. Lo hicieron por su significado vinculado a la penitencia. Lo que se celebra en esta semana es la Pasión de Cristo, y está muy unida a la remisión de los pecados de los hombres y al sufrimiento. 

Los colores de los capirotes son muy significativos. Se suelen usar de color rojo, simulando la sangre de Cristo; negro, en señal de luto; blanco, representando la gloria de Dios; verde, por la esperanza de la Resurrección… Que la tela del antifaz llegue a cubrir la cara no es más que un modo de esconder la identidad del penitente.

Foto: Diego Sáenz

 

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