En el cruce entre las calles de Génova y de Zurbano, en Madrid, dos amigos señalaban al número 13, donde decenas de obreros ultimaban los retoques de un enorme andamio y varios aparatos de megafonía. Todo estaba preparado por si —quién sabía cuatro horas y media antes— se daba la sorpresa y los populares veían hecha realidad su meta. Sin embargo, esa noche no hubo ninguna fiesta en Génova, 13.
A las 18:30 h, había optimismo entre los populares. Las encuestas que daban al PSOE como gran vencedor podían estar equivocadas, como ya había pasado en Andalucía. También, no en la mejor situación, podrían alcanzarse pactos para formar un gobierno entre centro y derecha, que permitiría que Pablo Casado fuera el nuevo presidente del Gobierno. Además, la solicitud masiva del voto por correo (1.241.728 votantes) aumentaba las esperanzas de poder dar un vuelco a la situación. La esperanza es lo último que se pierde.
Dos minutos antes de la primera encuesta —a las 19:58 h—, los corrillos comenzaron a disolverse para que cada uno tomase su asiento y se preparase para recibir las encuestas que RTVE y GAD3 habían realizado. Es interesante ver que tanto un primerizo como el que lleva cubierta más de una campaña electoral comparten la misma sensación de nerviosismo. Aunque no se suela decir en voz alta, el «qué pasará» está muy presente en todos los periodistas de la sala por muchos años de experiencia que tengan.
Un minuto. Murmullos con los compañeros más cercanos y algún intento de adivinar el resultado: «90 escaños», «venga, yo 105», «¿105?, 80 segurísimo».
A las 20:00 h, los primeros resultados de las encuestas aparecían en pantalla. Un instante de silencio en la segunda planta de Génova, 13. Las encuestas auguraban 70 diputados para el Partido Popular, la pérdida de casi la mitad de sus escaños y la victoria, con mucha ventaja sobre los segundos, del Partido Socialista.
La esperanza es lo último que se pierde
En las plantas superiores de la sede, el partido no se hizo esperar demasiado. Se convocó a los medios en la sala de prensa y Teodoro García Egea, secretario general del PP, comparecía en una declaración sin preguntas que comenzaba con un agradecimiento a los militantes, interventores y apoderados del partido, así como a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado por su labor en la jornada electoral. García Egea valoraba la gran participación en los comicios, pues “garantiza que la voz de los ciudadanos se escuche”. Después, advertía: “la mejor encuesta que podemos valorar es la de las urnas. Siempre lo hemos dicho y hoy lo decimos más que nunca. Vamos a esperar a ese momento en el que las urnas se abren y se escucha la verdadera voz de los ciudadanos”. El partido pedía calma. Aún había esperanza.
La realidad era otra. Terminada la comparecencia, el recuento de votos había comenzado tras el cierre de los colegios en Canarias. En la carrera hacia el 100% de los votos escrutados, Pablo Casado se quedaba más y más atrás que Pedro Sánchez. Ni la masiva participación a través del voto por correo, ni los más de 130.000 kilómetros recorridos durante la campaña por toda España, ni los dos debates televisivos parecían haber hecho efecto en el electorado en favor de Casado. Por los pasillos, silencio y caras largas. Unos resultados terribles para una formación de la talla de los populares asomaban en el horizonte. Un horizonte cada vez más cercano.
La frase más repetida en la sala de prensa: «¿Es que nadie del partido va a salir a decir nada?». Deseo concedido, a medias. Pilar del Castillo, quien no concurría a estos comicios, sino a las europeas, y Daniel Lacalle, quien concurría por primera vez en las listas del partido, daban las primeras explicaciones de lo sucedido. Respuestas que pueden resumirse en «la culpa es de la fragmentación». Lacalle afirmó que “Ciudadanos había sido el refugio de los votantes de centro derecha que temían a Vox”. Una hora más tarde, ya con los resultados muy avanzados, a 500 metros de Génova, 13, Santiago Abascal, líder de Vox, respondía: “Quiero lanzar también una advertencia a los que están en la calle de un poco más arriba y que ya están intentando culparnos de sus incapacidades, de sus deslealtades, de sus traiciones y de sus miedos. Y les decimos a los de la derechita cobarde, que ya han empezado a través de sus voceros a responsabilizar a Vox de su incapacidad para oponerse a la izquierda, que aquí la única responsabilidad la tienen quienes tuvieron 186 escaños y no fueron capaces de oponerse a la izquierda”.
Dicen que las comparaciones son odiosas. Mientras que 500 metros más abajo se vivía una auténtica fiesta por los resultados obtenidos; los aledaños de Génova, 13 estaban desiertos, a excepción de algunos curiosos y muy pocos simpatizantes de la formación de Pablo Casado.
El desplome del valor seguro
«Están bajando las juventudes y afiliados a la sala de prensa», ahí estaban, de pie y formando un semicírculo alrededor de las butacas que, minutos más tarde, estaban llenas. Pablo Casado iba a comparecer.
Cuando ya no cabía nadie más; cuando los periodistas y afiliados habían llenado todo el espacio disponible, Pablo Casado entraba en la sala seguido de algunas de las personalidades más importantes del partido, que cerraban filas en torno a él. Con los peores resultados en la historia de los populares, con 3.584.636 votos menos, 71 escaños perdidos y con un 16,7% de apoyo en las urnas, Pablo Casado sonreía. “Sabéis que soy especialista en bajar a esta sala en noches complicadas”, afirmó.
El candidato a la Presidencia calificó los resultados obtenidos como “muy malos”, no sin antes recordar que son el principal partido de la oposición y que aún hay más de cuatro millones de españoles que confían en ellos. Casado aprovechó para felicitar al vencedor y hacer una petición: “Que Sánchez pueda llegar a acuerdos de gobernabilidad sin necesitar a los independentistas”. El líder del PP acusó a las fechas de la campaña electoral, pues coincidieron con la Semana Santa, y a la división del voto en el centro-derecha los muy malos resultados obtenidos. Sin embargo, lanzó un apunte: “Vamos a demostrar que este sigue siendo un gran partido que se crece ante las dificultades”. Segundos más tarde, se despedía hasta el martes, cuando el partido celebraría un comité ejecutivo donde analizarían los resultados.
«Hay noches en las que se gana y noches en las que se pierde», se decía a la salida, «y esta es una de las segundas». El valor seguro que decían ser se había desplomado y uno de los efectos secundarios era la pérdida de representantes como Marimar Blanco, Javier Fernández-Lasquetty, José Ramón García Hernández y, sobre todo, Javier Maroto. El que fuera responsable de Organización y uno de los hombres fuertes de Casado desde que asumió la Presidencia del partido no entrará en el Hemiciclo, a pesar de ser el número uno del PP por Álava. En Barcelona, el efecto Cayetana Álvarez de Toledo no ha conseguido salvar la situación y el partido pierde más del 50% de los votos que habían obtenido en 2016. Álvarez de Toledo será la única candidata del partido que obtenga su escaño en la Ciudad Condal. Además, el partido ha perdido sus principales bastiones, como lo fueron Madrid o Galicia, ahora socialistas.
Pasada la media noche, los pocos curiosos que quedaban en la puerta de la sede del Partido Popular se marchaban a sus casas. La fiesta inicialmente prevista se limitó a la sorpresa preparada por la web Forocoches, con un grupo de mariachis que se apostó en la puerta a cantar Cielito lindo, de Quirino Mendoza y Cortés. Fue una nota de humor para una noche de catástrofe.