La familia es una escuela de vida

- Desmarcar - 17 de octubre de 2018
Según un informe, casi la mitad de las familias numerosas llega con muchas dificultades a fin de mes. Foto: Pixabay-CC

Alegría, unidad, cariño, hogar… son las palabras más repetidas al pensar en el sentido de familia. Una madre de seis niños, un hijo único, un profesor y un hombre de Dios enriquecen este reportaje sobre el espíritu de familia y las diferentes vivencias y conocimientos de cada uno.

La Federación Española de Familias Numerosas (FEFN) ha presentado un estudio para analizar la situación de estos hogares, un colectivo que agrupa ya a 675.000 familias en toda España. Según el vicepresidente de este organismo, José Manuel Trigo, “es necesario desmontar mitos como el de que las familias numerosas son ricas. Son normales”. El informe resalta que el 49% de las familias llegan justas a fin de mes, el 27% consigue ahorrar algo y el 24% tiene que recurrir a los ahorros o a pedir algún préstamo puntual.

En la mayoría de las familias numerosas, trabajan ambos padres (el padre, en el 91% y la madre, en el 67% de los casos) y la casa en la que viven es en propiedad con hipoteca (66%). No obstante, el vicepresidente de la federación considera que “la maternidad está penalizada en España”, ya que continuamente se proponen medidas al Estado, pero sentencia que “los gobernantes no tienen en cuenta que las familias numerosas son parte de la solución del problema demográfico”.

No hay dos sin tres… o más
“¡Uy! Pues implica mucho trabajo y mucha alegría”, además de “una vida distinta a lo que la gente se imagina”, manifiesta Pilar al ser preguntada sobre cómo se vive siendo madre de seis hijos. “Vale la pena apostar por una familia grande”, ya que para la progenitora son más los momentos buenos que los momentos de agobio.

«Siempre se encuentra un espacio para ti», señala Pilar, madre de seis hijos.

Una de las preguntas que se hace la sociedad es si siendo madre de tantos hijos hay tiempo para sí misma y otras tareas. “Yo trabajo (media jornada) y a pesar del tiempo que dedico para los niños, a hacer la compra, la casa…siempre se encuentra un espacio para ti y también para el matrimonio”, señala Pilar.

Además, esta madre valora los principios que se pueden aprender en una familia tan amplia: “Uno aprende a compartir, a esperar, a ser paciente”. “Es como una familia normal, pero más acentuado, más a lo grande”, sentencia Pilar.

Respecto a la forma de convivir de estas grandes familias, Pilar afirma: “La convivencia es buena, tienes momentos en que pierdes la paciencia y cuantos más pequeños hay más, pero luego la recuperas”. “Se ayudan entre los hermanos, en un principio cada uno quiere ir a lo suyo, pero al minuto se ayudan y luego te llega la satisfacción de haber colaborado con tu familia”, añade Pilar.

“El hombre es un ser relacional que necesita crear encuentro”, afirma Íñigo Urquía, profesor de la UFV.Foto: Pixabay-CC

A nivel económico, Pilar opina que “debería haber más ayuda”, especialmente en supermercados, alimentación y productos básicos. La vuelta al cole es un quebradero de cabeza. “En el colegio nos ayudan con los libros, con los recibos te dan un poco más de margen y a la hora de becas te facilitan, se sale adelante bien, a lo mejor no con un buen coche, un buen apartamento o con una situación económica como para poder hacer grandes viajes, pero el día a día lo superas muy bien”, ratifica la mujer.

No obstante, lo que más aprecia Pilar es “la grandeza y la maravilla de que llega la noche y antes de acostarte vas pasándote por las habitaciones y los ves a todos dormir”.

Cada persona es única
“Un hijo único se siente igual que cualquier otro hijo con hermanos”, así comienza Marcos, un chico de 21 años, que ha crecido en “solitario”, al ser preguntado en calidad de hijo único. Al igual que Pilar, el joven cree que a pesar de no tener hermanos sabe lo que es «compartir, lo que es un capricho o una reprimenda», es decir, no difiere en su manera de sentir con respecto a otro niño. “Basta ya de etiquetas para el hijo único”, finaliza Marcos.

«Siempre he deseado tener un hermano», confiesa Marcos, hijo único.

“Siempre he deseado tener un hermano”, confiesa Marcos, hasta llegar al punto de insinuárselo a sus padres cuando era más pequeño. “Esa persona que sea tu confidente”, comenta el adolescente cuando se imagina lo que es tener un hermano. “Alguien con quien ser, vivir, llorar y pelearme”, especialmente cuando recuerda la separación de sus padres donde “deseas que existiera tu otra mitad”, concluye Marcos.

El hijo único tiene un tópico que le caracteriza, el de niño mimado, egoísta y caprichoso. “Va ligado a la educación que te den tus padres”, asegura Marcos, que “si te ponen barreras” un niño sabrá compartir o ser paciente, aunque no tenga hermanos. “Un hijo único no vive en una burbuja donde no sepa lo que es un no o un mero azote”, afirma el joven. “La pregunta no es si eres hijo único, sino quiénes son tus padre”, se pregunta Marcos.

“Los padres son el pilar de la educación”, pero Marcos deja claro que las influencias y el resto de personas también repercuten en la forma de actuar y de ser. No todo el peso recae en los progenitores. El protagonista cierra el tema de una forma emotiva: “Digamos que la familia te da unos zapatos y una calle para caminar, pero esa ruta es tortuosa, empedrada y con personas que modificarán tus valores».

La necesidad del otro
“La familia es el núcleo fundamental de la sociedad”, define Íñigo Urquía, profesor y humanista de la Universidad Francisco de Vitoria (UFV). “El individuo por sí mismo es un actor principal” y “la familia es una institución que surge de forma natural”. Pero no toda la gente piensa que es así, el debate hoy en día es si la familia responde a un construcción social o si nace de la esencia del ser humano, es decir, “si viene impuesto por la sociedad o si es espontáneo”, declara Urquía.

«El hombre es un ser relacional que necesita crear encuentro», afirma Íñigo Urquía, profesor de la UFV.

Desde un punto antropológico, Urquía afirma que se encuentran datos que sí «remiten a un fundamento de la familia» por el hecho de que “el hombre sea un ser relacional o de que necesite crear un encuentro”. Los filósofos y sociólogos coinciden en que el ser humano crece en el acercamiento. “No es una imposición cultural, sino que nace como constitución del hombre”, asegura Urquía. Además, biológicamente tiene una serie de consecuencias, como procrear.

“El hombre nace de forma precaria”, es por ello que la familia actúa como “amortiguación” en esa llegada “brusca” al mundo y a la vida. Hay que tener en cuenta que el núcleo familiar parte del amor, “es en ese sentido en el que la persona crece psicológicamente”.

La diferencia básica entre masa y comunidad es que “la familia crea un tejido social, tiene un vínculo más potente que el resto de instituciones”, afirma el profesor. “El descubrimiento de la alteridad se da en la familia”, esto significa que “el hombre se empieza a reconocer con el otro, al socializarse”, reconoce Urquía.

“La sexualidad tiene un modo de vivirla u otro”, dependiendo de cómo veas al individuo, “si como una unión entre cuerpo y alma o una distinción entre estas”, para Urquía es una de las causas de este paradigma familiar. Además, la pérdida del espíritu de familia y los cambios sociales parten de una “idea errónea de libertad”. “Tal vez, la libertad sea escoger y adherirte a lo bueno”, aunque, asegura Urquía, que esta idea es impopular y esto provoca una distensión en las relaciones personales.

El cristianismo aboga por la familia
“La célula básica de la sociedad es la familia”, declara el padre Javier Oseguera, párroco del Regnum Christi. “La familia es un lugar privilegiado para aprender algunos valores de forma natural”, afirma el Padre Oseguera para referirse a aquellos principios que sustentan la base de la sociedad, como la humildad, la generosidad, el servicio o la tolerancia. De esta misma forma, este sacerdote cree que una familia debe sustentarse en “la complementariedad entre el hombre, la mujer y los hijos”, así como “el respeto a los mayores”.

«La familia está perdiendo importancia para la sociedad», asegura el padre Javier Oseguera.

“La familia está perdiendo importancia para la sociedad”, asegura el capellán. También cree que a los cristianos les “duele” cuando en un mundo como este la familia se siente tan atacada: “Si alguien quiere proponer otros modelos de agrupación, adelante, pero que no sea para sustituir a los que ya están”.

En España, se está perdiendo ese espíritu de familia porque “se está tratando de buscar modelos muy egoístas, que cada uno se busque la vida, que se sea autosuficiente, que no tenga que depender de nadie”, explica Oseguera. Además, opina que “se rechaza el compromiso” y “buscar el bien de otro”.

Desde un plano más religioso, el padre Javier Oseguera sostiene que “para un cristiano, el sentido de familia es algo vital”, ya que se está llamado “para formar una familia”. “Incluso nosotros (párrocos) también formamos una familia porque somos una congregación”, así comprende Oseguera su perspectiva de familia siendo un hombre de la Iglesia.