Emmanuel Taban presentó su nuevo libro, El chico que nunca se rindió, en el aula magna de la Universidad Francisco de Vitoria (UFV), el pasado martes 8 de noviembre. Con ayuda un traductor, el médico, que pasó de ser refugiado a neumólogo, contó a los alumnos su historia.
“Yo nunca pensé iniciar ese camino para escribir un libro, sino para sobrevivir”, manifestó Emmanuel Taban. “Yo salí huyendo y no llevé conmigo nada más que yo mismo”, añadió. Taban nació en Sudán del Sur, donde vivía con su madre y sus hermanos en una casa de barro. No tenía cuarto de baño ni agua corriente, lo que parecía algo normal para ellos.
Estallido de la guerra
Comenzó una guerra civil en Sudán del Sur contra el Gobierno, con el objetivo de luchar por la independencia del sur. “Los niños fueron reclutados para convertirse en soldados y nosotros tuvimos que escapar de la aldea”. Su familia y él llegaron a la capital, y de nuevo se encontraron con una vida difícil. Antes de cumplir los 16 años, estuvo en la cárcel un par de veces. Durante su segundo arresto, fue torturado, tras lo que se fue enviado a una escuela coránica, donde se convirtió temporalmente al islam.
Debido a la guerra, no pudo ir a la escuela como hubiera deseado. Tuvo la oportunidad de ir a un centro de refugiados, pero no habría podido estudiar. “Eso significaba para mí renunciar a mis sueños y saber que iba a ser dependiente por el resto de mi vida. Así que tuve que tomar una decisión muy difícil, entre ir al campo de refugiados, donde tenía garantizada comida, alojamiento y seguridad, o ir a la calle sin nada, y enfrentarme a lo que era la vida de los sin techo”.
Taban decidió ir a la calle, donde la vida era muy difícil: “A veces, me preguntan qué diferencia había entre los demás niños de la calle y yo. Siempre digo lo mismo: los demás niños no tenían ningún propósito. Parecían aceptar la realidad que tenían, pero yo seguía con esa determinación de buscar la manera de retomar mis estudios, porque esa era la única manera de ser liberado de la pobreza”.
En Nairobi (Kenia) encontró a su tío, que le cuidó durante un tiempo, hasta que este no pudo seguir haciéndose cargo de él. “Recuerdo que la noche anterior había bebido una Coca-Cola, y en la lata ponía que estaba hecha en Sudáfrica. Inmediatamente, tomé la decisión de que mi destino era Sudáfrica. Esa lata en cierto modo me salvó, porque me dio una nueva orientación y fue un signo que me animaba a seguir hacia delante”.
En busca de un sueño
En 1995, y aún con la determinación de estudiar, consiguió ir a la Escuela Secundaria y empezar, en una zona rural, desde “lo que aquí sería 3º de la ESO”. Al acabar Bachillerato, se presentó a las pruebas de acceso a la universidad, con un aprobado, que, sin embargo, le fue insuficiente para estudiar Medicina. Se matriculó, entonces, en Ingeniería Técnica Electrónica. No obstante, fiel a su objetivo, decidió “darse una segunda oportunidad”, repetir el último curso escolar y conseguir así poder seguir su sueño. “Yo tenía claro en mi mente y en mi corazón que quería ser médico, que esa era mi vocación”, manifestó. Taban destacó que la expectativa de ser médico estribaba en “ayudar de algún modo a la humanidad”.
“Yo tenía claro en mi mente y en mi corazón que quería ser médico, que esa era mi vocación”, manifestó Taban.
Siendo el estudiante de mayor edad de su clase, en un colegio ya en Johannesburgo (Sudáfrica), Emmanuel Taban consiguió finalmente alcanzar la nota mínima para Medicina. En la carrera, sufrió por la falta de dinero, que, en ocasiones, le obligaba a priorizar los gastos académicos por encima de la propia comida. En 2004, definitivamente, pudo finalizar sus estudios, hasta hacer consecutivamente dos años de trabajos sociales en zonas rurales y cuatro años de especialización en medicina interna. Se casó y trabajó durante cinco años en una zona minera de Sudáfrica, donde los empleados padecían graves problemas de respiración.
Después, viajó a Florida, Copenhague y Ámsterdam, donde estuvo un tiempo trabajando y recibió el diploma de la Sociedad Respiratoria Europea, hasta darse cuenta de que quería dedicarse a la neumología. En 2020, cuando se expandió la covid-19, los efectos de la pandemia fueron letales en Sudáfrica. “No se había descubierto mucho sobre ella (la enfermedad) y estábamos dando palos de ciego”, aseguró Taban, quien detalló que la situación médica fue muy difícil y que numerosos pacientes desarrollaron problemas como la fibrosis pulmonar al pasar el coronavirus.
Descubrimiento de la broncoscopia
A raíz de leer varios artículos llegó a la conclusión de que gracias a una prueba denominada broncoscopia podía eliminar los tapones de mucosidad que se generaban en los pacientes con covid-19. Realizó esta técnica de broncoscopia terapéutica con alrededor de 100 enfermos, la mayoría de los cuales sobrevivió al virus, por lo que, más tarde, su equipo y él publicaron un artículo en el que se describía a fondo este proceso. Otra publicación, más tardía, en Nueva York confirmó la teoría de que dichos exámenes eran seguros con pacientes de covid, lo que contrastaba con la primera opinión de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Taban aseveró: “Si se hubieran tomado las medidas adecuadas de protección y se hubiera realizado esta práctica desde el principio, se habrían podido salvar muchas vidas”.
Taban explicó que considera la vida como un partido de fútbol, con un calentamiento hasta los 25 años, la primera y segunda parte hasta los 45 y 65 años, y una prórroga hasta los 80. Por eso, ya con 45 años y en una nueva etapa de la vida, Emmanuel Taban busca un nuevo propósito, el de volver a Sudán del Sur. Además, comentó su intención de construir un centro de formación profesional para jóvenes y así mejorar la vida de las personas, consciente de que “las necesidades son muchísimo más que las posibilidades para ayudarles”.
Asimismo, animó a los universitarios a conocer otras realidades distintas a las suyas y a aprovechar esta etapa de sus vidas. “Cuanto más deis en este momento más recibiréis después. Cuanto menos, menos recibiréis”, señaló Taban.
Tras su intervención en la UFV, hubo un turno de preguntas. En él, explicó que su fuente de resistencia nació por su circunstancia de no tener nada: “Cuando uno no tiene nada en la vida o ha perdido todo, quedarse como está es una pérdida”. También afirmó que la determinación para seguir adelante está en todas las personas, y que lo más grave es no arriesgarse a tomar ese viaje por comodidad.
Además, explicó que Dios no abandona a nadie, aunque parezca desamparado, y que ama a todos por igual. “Dios tiene un plan para cada uno de nosotros, y depende de nosotros comenzar ese camino, dar una respuesta. Si lo hacéis, llegaréis al final”, detalló Taban. Comentó que en su pueblo ocurre lo mismo. De ahí su deseo de volver, para formar a los jóvenes y que se planteen por qué la situación en otros países es distinta: “Es importante que nos preguntemos siempre qué podemos hacer para dejar el mundo un poquito mejor de lo que nos lo encontramos”.