”Somos chicas con pañuelos en la cabeza y queremos cumplir nuestros sueños”

- ACTUALIDAD - 18 de abril de 2023
Foto agencia Miranda Talents
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Hajar Brown, mayor de tres hermanos, actriz, modelo, creadora de contenido y activista española de orígenes marroquíes, se ha convertido en la primera actriz con velo reconocido en España.

En redes sociales, publica fotos con su hermana, su madre y su padre. ¿Qué significa la familia para usted?

Mi familia es mi pilar fundamental. Mis padres, desde antes de mi nacimiento, ya estaban pensando en mi futuro. Por eso, decidieron venir a España, para ofrecerme un futuro mejor, lo cual siguen haciendo incluso ahora. Hasta que no me he independizado, no he sido consciente de que siempre me han estado respaldando y siendo la base de absolutamente todo para que yo ahora pueda hacer lo que me dé la gana. Estoy completamente segura de que si no hubiera tenido a una familia apoyándome, no hubiera llegado a ser lo que soy a día de hoy. Cuando de pequeña era mi turno de hacer las tareas del hogar, muchas veces mis padres lo hacían por mí, a escondidas de mis hermanos, porque sabían que yo me tenía que dedicar a estudiar o ir a algún evento. Me daban ciertos «privilegios» porque eran conscientes de que si me quitaban ese tiempo, lo podía invertir en algo mejor.

Se agradece tener un núcleo estable al que poder volver siempre, pedir ayuda y que te apoye de todas las maneras posibles para poder explotar todo el talento que tienes. Gracias a que ellos están ahí, a que son mi colchón, no me siento tan sola.

Suele publicar vídeos en redes sociales con su pareja, Yibril. ¿Qué le está enseñado el matrimonio?

Antes de conocer a Yibril, yo era una persona que ya se conocía a sí misma respecto a todas las facetas que considero que son importantes. Sin embargo, al dar el paso de conocerme como pareja, me di cuenta de que realmente no sabía quién era yo, en absoluto. Al final, con esta nueva fase, estoy descubriendo una nueva parte de mí que también era necesaria, pues me ayuda a crecer como individuo en todos los aspectos.

El pasar de vivir con cuatro personas y con todo lo que te dan, a vivir con una con la que te entiendes y compartes los mismos valores, es algo superinteresante. Desconozco cuánto va a durar, aunque espero que sea para toda la vida. Cada día, me siento superagradecida de tener a una persona que me entiende por completo a mi lado.

Al final, mis padres y yo, por mucho que nos entendamos, tenemos una diferencia lingüística, pues ellos se expresan en árabe, y yo, en español. El conseguir tener eso que me faltaba con mis padres, con la persona con la que he elegido estar, es algo superguay y estoy supercontenta.

Dado que sus padres han vivido su marroquinidad dentro de casa, ¿cree que les hubiese afectado que sus hijos hubiesen decidido no seguir con su religión o cultura?

En mi casa, mis padres todo lo que fuera mundo árabe y musulmán lo tenían superdisociado de nosotros para que no nos afectase. Nos inculcaron mucho el vivir nuestra parte árabe dentro de casa y tuvimos que limitarnos de hacer muchas cosas para protegernos.

Mi padre siempre se ha pasado la vida muy afectado, intentando parecer un poco menos árabe y moro de lo que es. Recuerdo que, al llegarme la pubertad, él decidió dejar de acompañarme al instituto para que la gente no pensase que era mi marido, ya que se cree que “los árabes hacen eso de casarse con niñas”. Hasta que yo no me puse el pañuelo, introduje en mi casa más interés por nuestra religión y orígenes y ellos vieron que no pasaba nada, no se animaron a disfrutar de su persona, de su ser y de su marroquinidad, en conjunto. Cuando les dije, ¡somos esto y no tenemos nada de malo, vamos a dejar de vivir según la gente, vamos a ser nosotros mismos, y quien nos quiera aceptar bien y si no, también!, no cambiaron. Mi madre empezó a llevar la vestimenta árabe, sus jalabas que le encantaban y le daba menos vergüenza hablar árabe por la calle con sus amigas. Mi padre también luchaba para que le diera menos vergüenza tener acento. Decidió dejarse crecer la barba, etc.

¿Ha notado el cambio de no tener amigas musulmanas a pertenecer a un grupo de chicas que comparten sus mismos orígenes, religión y cultura?

Sí. Por fin, he cumplido mi sueño de tener amigas. Nunca he tenido muchas amigas porque no era compatible con ningún grupo no musulmán por tema gustos, cultura, etc. Yo a mis amigas no les podía contar cierto tipo de cosas porque no me entendían y me miraban como a un bicho raro. Hasta que no he encontrado a mi grupo de amigas musulmanas, no he podido ser yo realmente. A todas nos pasaba lo mismo. Éramos gente perdida en solitario que hasta que no se juntó no sentimos un apoyo real. Ahora, somos más capaces de juntarnos con gente no musulmana porque sabemos que siempre vamos a tener nuestro colchón y vamos a ser comprendidas.

Desde los 22 años pertenezco a mi grupito. Ahora, tengo muchos más círculos, me da menos miedo ir a la universidad, me da menos miedo el mundo laboral, tratar temas generacionales con mis padres, etc. Saber que todas vivimos lo mismo me da fuerza. Ya no me siento sola, que esto era algo que me hacía pequeña, el no poder tener un núcleo. Tener un sitio en el que no eres distinta se agradece muchísimo. Se nota mucho cuando perteneces a algo y cuando no. Yo creo que uno se tiene que criar en espacios diversos, de diferentes orígenes, culturas, con gente de distintos rasgos para que se eviten las marginaciones.

Ha explicado que decidió llevar el hiyab porque una amiga le animó a hacerlo, pero, ¿por qué sintió que a los 19 años era el momento adecuado para llevarlo?

A los nueve años, decidí llevar el hiyab durante una semana. Para mí, llevar el hiyab era algo con lo que ya estaba muy familiarizada. Sabía que iba a pasar en algún momento, pero desconocía cuándo. Cuando llegué al instituto, tenía muchas ganas de ponérmelo, pero como había una ley interna de que no se podían llevar pañuelos, lo respeté. Si en aquel momento, mi cabeza hubiera sido la de ahora, hubiera luchado dentro de ese instituto para erradicar esa norma de que no se puede llevar el pañuelo. Creo que al sentirme tan sola y ver que iba a ser una lucha supergrande, decidí que mejor cuando me graduara y empezase en la universidad me lo pondría y empezaría una vida nueva.

Llegué a la universidad y seguía con más de lo mismo. Dije, ¡bueno, ya cuando termine la universidad y me quiera incorporar al mundo laboral, me lo pondré!, pero realmente sabía que, si me lo ponía en el mundo laboral, nadie me iba a contratar. Entonces, lo estaba empezando a ver como algo muy lejano y eso me estaba dando mucha pena. Tenía reflexiones desde cuarto de la ESO con mi mejor amiga, acerca del tema, y ella fue la que me animó. No dije, ¡venga a los 19 es el momento perfecto!, de hecho, yo pensaba que me lo iba a poner a los 40, como hizo mi madre. Creo que en toda mi familia yo soy la más joven en ponérselo. Para nada concebía empezar a usarlo desde tan temprana edad porque quería disfrutar al máximo de la etapa universitaria, pero me di cuenta de que me faltaba algo. Siempre le agradeceré ese pequeño empujón a mi amiga, que me ayudó a ser quien soy hoy.

El hiyab es algo que te acompaña toda tu vida y tu relación con él va cambiando, pero, en ese momento, yo sentía que debía forjar mi identidad de alguna manera, y sellarla me ayudó muchísimo. Desde ahí, empecé a sentir que estaba completa.

¿Cómo le hizo sentir el hecho de saber que es la primera actriz con velo reconocida en España?

Tardé mucho en asimilarlo porque a mí me sonaba a chiste, a ficción. Sabía que en algún momento iba a pasar, pero no me imaginaba que sería tan pronto y, menos, conmigo. Yo pensaba que le tocaría a chicas de tercera o cuarta generación.

Por un lado, tienes todos los privilegios de ser la pionera, pero, por el otro lado, estás bajo el foco de todo el mundo. Debes tener mucho cuidado con lo que dices porque, al no haber otras, igual parece que llevas la verdad absoluta. Dicha responsabilidad conlleva que cualquier cosa que digas, para bien o para mal, pueda perjudicar a toda una comunidad o vaya a desmontar mitos o prejuicios que la gente tiene sobre los musulmanes.

Ahora, por ejemplo, estoy trabajando en que haya más chicas como yo, porque siento que al ya haber una, esa sirve para todo. Me llaman para modelar, actuar, hacer monólogos, pódcast, salir en revistas, etc. Quiero evitar el monopolio porque creo que no va a servir de nada que yo lo acapare todo. Si decido no estar disponible, vamos a volver a los inicios. Por lo tanto, mi nueva misión está siendo recomendar a gente que conozco del sector o lo que sea para que el tema del pañuelo esté más presente en medios de comunicación y se nos deje de ver como a bichos raros.

Simplemente, somos chicas con un pañuelo en la cabeza y queremos tener una vida normal y cumplir también nuestros sueños. Necesito que haya más diversidad para que exista más pluralidad de opiniones

Antes de empezar la serie Skam, ya contaba con conocimientos sobre la actuación, pero, ¿por qué decidió empezar a actuar?

Desde muy pequeña, mi hobby ha sido la actuación. Siempre me ha gustado interpretar todo lo que tuviera que ver con la creatividad, con el poder despegarte un poco de lo que eres.

Hoy en día, haciendo retrospectiva, creo que esto me viene de que, con el tema del racismo y la discriminación, no me sentía parte de nada. El teatro me ayudó un poco a olvidarme de quién era por un momento y me ayudaba a sentir que pertenecía a algo. Aunque en la obra interpretase a un árbol, por lo menos, durante esos momentos, dejaba de ser la niña rara, contaba con un refugio.

Yo empecé en cuarto de Primaria en teatro, a modo de hobby, pero de manera profesional he estado desde los 15 hasta los 18 años. A los 18, al echarme de la compañía, sentí que no era lo mío. Mi autoestima bajó porque pensé que si me habían echado era porque realmente no era buena en eso.

De hecho, yo estaba muy contenta con mi ingeniería. Lo dejé aparcado y hasta que no vino Skam, de manera inesperada, sin interesarme de nuevo en la actuación, ni buscarlo, no volví al mundo de la interpretación. Hasta que no interpreté a Amira en la serie, no fui consciente de la formación con la que yo contaba.

¿Qué le gustaría que cambiara de la industria de la actuación para personas como usted?

Me gustaría que respetaran la integridad de los actores y sus límites personales. Es verdad que en la industria del cine ha pasado y sigue pasando que ¡jolín, uno se quiere dedicar a esto, y como los directores, productoras y jefes de castings saben que tenemos esa debilidad, a veces abusan de su poder! Es una especie de chantaje moral. Ahora, la gente está hablando más, sobre todo las actrices, acerca de escenas con las que nos sentimos incómodas, desnudos, etc. Muchas actrices antiguas se han dado cuenta de que están supersexualizadas.

¿En qué tipo de proyectos le gustaría embarcarse próximamente?

Me gustaría embarcarme en algo de comedia, terror o tener un programa propio e interpretar a personajes que se salgan del estereotipo árabe. A mí me encanta hacer de musulmana, pero siento que ya tengo que dar un paso adelante. Me puedo estancar y creo que no es sano.

Es cierto que este año estoy más centrada en la universidad, pero en un futuro próximo, me gustaría hacer alguna de esas tres cosas. También me gustaría tener una especie de equipo racializado, contar nuestras historias, las de nuestros padres, familiares, etc. Creo que hay historias distintas a las que el mundo está acostumbrado que también deben ser contadas. Sin duda, me gustaría probar algo mío, a ver qué tal funciona, aunque no en un futuro tan próximo.

Si me sale alguna peli, serie, me gustaría retomarla porque después de Skam, me costó mucho despegarme del personaje, Amira. Entonces, es como que le tengo miedo a volver a interpretar. Sea lo que sea, sé que voy a estar a gusto porque otra cosa no, pero ponerle mucha alma a lo que sea que haga es parte de mi forma de trabajo, y sé que me va a hacer sentir realizada.

¿Cómo consigue meterse y salir de la piel de personajes con historias tan trágicas como el que interpretó en la serie Alba, una chica inmigrante violada?

Para ser actor, o eres superempático o eres un psicópata. Una de las dos. Yo tengo el privilegio de ser muy empática y de vivir mucho las cosas. Tanto las mías como las de las otras personas y además soy una persona que siempre ha trabajado en sus sentimientos y salud mental. Entonces, quieras o no, esto siempre ayuda a transmitir.

Soy mucho más de escuchar que de hablar. Me gusta quedarme con todos los gestos, miradas, forma de hablar de la gente que está compartiendo conmigo un poco de su tiempo. Le pongo mucha importancia a conocer al personaje. Conociendo al personaje y sus reacciones, la importancia del guion, lo que con este se quiere transmitir y contando con la ayuda de los directores, al final, tu don o forma de interpretar es lo que va a hacer que tu actuación impacte de manera más icónica.

Para el papel de Alma, la chica mena a la que violaron, la directora me ayudó mucho a prepararme. Yo creo que cuando lo entiendes, empatizas y sabes colocar los sentimientos y trabajar con ellos, sale solo. Sobre todo, yo lo que hago, no sé si es algo bueno o no, es darle un pedacito de mí a cada personaje y quedarme con un pedacito de él. Es verdad que al tener que cerrar el ciclo, cuesta más volver a lo que tú eras, porque al final te llevas algo que no es tuyo, pero que sientes como si lo fuera. Lo difícil no es entrar, sino salir. Al final, yo a mí misma me conozco, pero a los sentimientos del otro personaje no, y no sé cómo manejarlos. Por eso, necesito la ayuda de los psicólogos para conseguir despegarme de los personajes una vez termina el rodaje. Como no pongo límites a la hora de empatizar, me voy de más.

Colaborar con marcas como Desigual, Pandora, Chloe y Hugo Boss, entre otras, ¿han ayudado a reforzar su feminidad?

Mi feminidad la suelo explotar cuando estoy sin el hijab. En cambio, cuando llevo el pañuelo me gusta explotar los valores a los que me arraigo y mi intelecto, porque es lo único que puedo demostrar así. El hecho de que haya marcas que se han interesado por mí demuestra que no tienen un solo concepto de feminidad, y que una persona como yo entra también dentro del mundo “chica”. Llevar el hiyab es una decisión que como profesional me ayuda a cumplir con mis objetivos, que son la existencia de más diversidad. Quiero que las historias de las mujeres sean valoradas y reconocidas.

Yo estoy disociada de lo que es aspecto físico. Siento que no son condicionantes. No me gustan los cánones de belleza, lo que hay impuesto, etc. Eso es algo que a mí me da mucha fuerza. Si en algún momento se filtra una imagen mía de ahora, sin pañuelo, me molestaría muchísimo. Es algo que podría atentar a mi autoestima y a mi parte más vulnerable porque yo ya he aprendido a vivir sin estar sometida a la moda, a la mirada masculina. Ser dueña de mi propia sexualidad y de mi cuerpo es algo que me hace sentir muy libre.

Se sabe que es una estudiante de ingeniería civil, pero ¿qué es lo que le atrajo de una formación tan distinta a la de la actuación?

Yo creo que fue el hecho de que no tuve ningún tipo de referencias ni referentes. Desde pequeña, yo siempre decía que me gustaba mucho la tele. Entonces, me llamaba mucho la atención el periodismo, ser presentadora de la tele. Es algo que me hubiera encantado. Pero a medida que iba creciendo, el ver que no había gente ni parecida en rasgos, colores de piel, de pelo… a mí, pensaba ¡igual es que no nos dejan, igual es que este no es nuestro sitio! Entonces mejor, voy a buscarme otra cosa que pueda hacer.

Me di cuenta de que, en tercero de la ESO, el mundo de la física, matemáticas… me encantaba. No me veía en eso porque pensaba que no pegaba con mi tipo de personalidad, pero sentía mucha comodidad, le ponía toda mi alma a la física. Entonces, decidí irme por ciencias, y luego me di cuenta de que me gustaba mucho la metrópolis, la dinámica social. Y existía la arquitectura, y me dí cuenta de que era algo más abstracto, pero, al saber que dibujan y pintan, me iba a frustrar más porque me recordaba lo que yo quería ser pero no podía. Entonces, me fui a la ingeniería civil, al cálculo de estructuras, que me ha flipado y quiero seguir estudiándolo. Esto me está sirviendo mucho para mi trabajo porque yo trabajo con marcas sostenibles. Con L’Oréal dejé de ser solo embajadora de la marca, tengo reuniones porque más o menos soy experta en el tema. A mí me encanta cohesionar temas y, al final, gracias a esto he podido juntar los dos mundos. Cuando te encaminas por lo que te gusta y te apasiona, siempre vas a poder encontrarle una salida.

Si le pudiese decirle algo a su yo niña, ¿qué le diría?

Lo primero sería que ella no tiene nada de malo como persona. Ser como es es maravilloso. De hecho, es lo que te va a hacer destacar dentro de unos años. Le diría que no se reprima y que diga siempre lo que sienta y lo que piense, sin ningún miedo. Diría que eso es lo que más me persigue de por vida. Siempre he sido una chica de callarme las cosas porque al sentir que no tenía espacio en ningún lado, todo lo que tenía en la cabeza se me quedaba ahí, y luego se me hacía bola. Cuando he crecido, esto me ha generado problemas: El no saber transmitir qué es lo que siento. Por eso, igual en la actuación, cuando me llevo el personaje a casa, no sé cómo deshacerme de él porque no sé expresarme emocionalmente. Por último, le diría que todo lo que sienta y padezca es válido y le aconsejaría que siga adelante. Tampoco hay mucha diferencia, solo la edad y la fuerza, pero en cuanto a esencia, creo que seguimos siendo la misma.

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