Un grupo de investigadores de The Conversation ha analizado más de 400 textos de Edgar Allan Poe en busca de una respuesta para su misteriosa muerte. El resultado de estos análisis ha confirmado que el lenguaje de Poe, siempre calificado como negro y dramático, era en realidad un lenguaje propio de personas con depresión.
El alcoholismo que sufría Edgar Allan Poe era conocido por todos, tanto lectores como compañeros de profesión. Sin embargo, por el espíritu decimonónico del Romanticismo Oscuro, tanto Poe como otros muchos de los “poetas malditos” escondían esta desidia en una fachada que parecía forzada por el arte. Hasta que la realidad golpeó con fuerza.
El 3 de octubre de 1849, Poe apareció en un estado deplorable en las calles de Baltimore, con ropas que no eran suyas y un gesto de delirio que reflejaba horas de barra de bar. Cuando le encontraron, le trasladaron al Washinton College Hospital, donde, cuatro días después, moriría tras pronunciar la conocida frase: “Señor, ayuda a mi pobre alma”.
La realidad de la medicina de aquellos años no pudo determinar con seguridad la verdadera causa de su muerte. Existen muchas hipótesis, como una posible meningitis o fallecimiento por sífilis, aunque lo que más se adapta a las circunstancias previas del autor es un ataque epiléptico. Sin embargo, cuando las noticias llegaron a Francia, de donde era nativo su amigo autor de Las flores del mal, Charles Baudelaire, la sorpresa fue nula. Baudelaire reaccionó con pena ante la pérdida, pero declaró que se trataba de “un suicidio preparado durante mucho tiempo”.
La falta de extrañez por parte de sus compañeros ante la muerte del escritor aún joven, tenía 40 años, es lo que impulsó esta investigación. Si aquellos que le conocían encajaron su fallecimiento como algo que debía suceder, la solución residiría en conocerle. Para ello, los investigadores utilizaron sus textos como reflejo y único recuerdo de su persona.
Las palabras de Poe: un lenguaje que escondía su depresión
La hipótesis que manejaba el equipo que se encargó de analizar estos textos era la de que los enfermos de depresión tienden a utilizar otro tipo de lenguaje. Suelen referirse más a personas de manera individualizada. Por tanto, emplean más el uso del pronombre en primera persona del singular (yo), antes que hablar de un «nosotros». Asimismo, son personas que presentan una sensibilidad cognitiva mucho mayor a la media. Por eso, su elección en cuanto a los verbos suele ser emplear aquellos que requieran de un sentido intelectual, por ejemplo “entender” o “conocer”.
Antes de comenzar el análisis, el grupo de The Conversation se basó en varios casos más de personajes ilustres con depresión diagnosticada, como Marilyn Monroe, con su “Marilyn Monroe: Fragmentos”, o “The Australian Surveyor”, del topógrafo inglés Henry Hellyer.
Con los textos de Poe, confirmaron que ese lenguaje tan oscuro y característico del romántico Poe era definitivamente fruto de una depresión. Además, sus obras más exitosas son aquellas en las que más recurre a estos comportamientos depresivos. Las tres obras que parecen el paradigma de este uso son El escarabajo de oro (1843), El cuervo (1845) y El faro (1849), todas ellas en sus momentos de mayor éxito.