Las empresas automovilísticas chinas han ganado presencia en varios mercados internacionales en los últimos años. Varias marcas han trabajado en mejoras en términos de diseño, tecnología y calidad, y han ganado prestigio por sus vehículos eléctricos y otros modelos competitivos.
Esta situación ha generado algunos desafíos específicos en Europa, donde se han presentado problemas a nivel de percepción del consumidor, normativas y competencia en el mercado. En 2023, China lideró la exportación de vehículos eléctricos, y representó el 29% del mercado global. Su principal destino fue la UE, con el 40% de sus ingresos por exportación.
Diferencias entre ambas industrias automovilísticas
El doctor en Economía Albert Guivernau comenta que la principal preocupación es la asimetría competitiva. Según Guivernau, los fabricantes europeos compiten en un entorno regulatorio exigente, tanto en materia medioambiental como laboral, mientras que muchas marcas chinas llegan a Europa con subvenciones estatales y menores costes de producción. “Esto crea un terreno de juego desigual que pone en riesgo no solo la competitividad, sino también la sostenibilidad industrial de nuestro propio tejido productivo”, asegura Guivernau.
Guivernau, además, asegura que vehículos eléctricos chinos se están posicionando con precios entre un 20% y un 30% más bajos que sus equivalentes europeos, lo que ha provocado que la industria europea sufra una fuerte presión sobre los márgenes, en un momento de transición hacia el coche eléctrico, que ya necesita grandes inversiones. Ante esta situación, Guivernau destaca cómo Europa tiene un coste de producción que responde a estándares elevados que no siempre están presentes en las fábricas chinas.
La percepción de los coches chinos en Europa ha cambiado, y Albert Guivernau afirma que han pasado de ser considerados de baja calidad a competir en diseño y tecnología, con marcas como BYD y MG, demostrando que pueden ofrecer vehículos con buena relación calidad-precio. Sin embargo, las marcas europeas aún mantienen prestigio en seguridad, durabilidad y prestaciones por lo que Guivernau asegura que no se debería dar por descontado si no se reacciona a tiempo. En el ámbito económico y empresarial influyen mucho las tendencias y las expectativas. En este caso, el experto comenta que la tendencia está favoreciendo en términos competitivos a los coches chinos.
Problemas dentro de las empresas europeas
A pesar de que los vehículos chinos deben cumplir con las normativas europeas, Guivernau comenta que existen diferencias en las pruebas y controles que se realizan en origen, y en la trazabilidad de emisiones. Es ahí donde los fabricantes chinos tienen ventaja en costes, pero no necesariamente en sostenibilidad. Volkswagen, que es un actor clave, no solo en Alemania, sino en el conjunto del sector automovilístico europeo, afronta el desafío de competir con fabricantes chinos mientras mantienen su presencia en Europa, al igual que otras empresas importantes. «Su capacidad de adaptación marcará en parte el futuro del automóvil europeo», destaca Guivernau. Por consiguiente, Volkswagen representa la fortaleza industrial de Europa, pero también refleja sus dilemas.
Europa tiene un problema de infraestructuras, especialmente en el despliegue de puntos de recarga y también en cuellos de botella, que son una parte del proceso que hace que todo se vuelva más lento, y, en respuesta, detiene el flujo de trabajo. A esto Guivernau también le suma la dependencia de componentes clave, como baterías, cuya cadena de suministro sigue dominada por Asia. La llegada masiva de coches eléctricos por ambas partes pone en evidencia estas carencias. A largo plazo, Guivernau asegura que la industria automotriz europea podría sufrir una desindustrialización si no se corrigen las distorsiones actuales, lo que afectaría al empleo, la innovación y la autonomía estratégica. Esto podría impulsar que los fabricantes europeos aceleren la transformación y colaboren más entre ellos, entre otras cosas. «Creo que en Europa se avanzará, por necesidad, hacia un proceso de integración entre los grandes fabricantes, como ya sucedió con los fabricantes franceses o con el propio grupo Volkswagen», piensa Albert Guivernau.
«Creo que en Europa se avanzará, por necesidad, hacia un proceso de integración entre los grandes fabricantes», afirma Guivernau
El nivel de competencia
Pablo García Quemada, experto en Economía, considera que la competencia de los coches chinos está presionando a los fabricantes europeos con precios más bajos y prestaciones similares. Sin embargo, comenta que para mantenerse competitivos, las marcas europeas deben diferenciarse en calidad e innovación. García Quemada sugiere: «Solo podrán mantener los precios las empresas europeas si consiguen que las prestaciones de sus coches realmente marquen la diferencia». Además, al igual que Guivernau, García Quemada también sostiene que la percepción de los coches chinos ha cambiado, dejando atrás la idea de baja calidad, especialmente con marcas como MG, que conserva su imagen británica pese a su producción en China.
El economista estima que todos los fabricantes deberían cumplir con la normativa europea de emisiones y seguridad, pero que las diferencias en regulaciones no son el factor decisivo en la competencia. «Si consiguen abaratar sus costes de fabricación manteniendo el nivel del producto, serán capaces de poder competir», dice el experto en economía refiriéndose a Europa, ya que la proximidad geográfica debería favorecer a los fabricantes del territorio.
«Si consiguen abaratar sus costes de fabricación manteniendo el nivel del producto, serán capaces de poder competir», dice García Quemada
También, para García Quemada, los fabricantes chinos podrían debilitar la industria automotriz europea si no se adapta. Afirma, que en un contexto de guerra comercial, Europa debe reforzar la imagen de calidad de sus productos para competir con la percepción de los coches chinos como opciones más económicas. «Como en todos los sectores productivos, el posicionamiento del producto, en este caso los coches, es fundamental», asegura García Quemada. Por lo que, según su estimación, las empresas europeas deben ser capaces de poder mantener su producto vivo en la mente del consumidor, y conseguir que, para los demandantes, la imagen de calidad occidental pueda competir con la imagen de los productos de origen chino como algo barato.