La situación actual de Oriente Próximo, las guerras, el hambre, la desesperanza, sigue multiplicando, día a día, la cantidad de gente con necesidad de ayuda humanitaria, de huir de sus casas, la mayoría en ruinas. La comunidad católica de Sant’Egidio ha mostrado su concienciación y disposición, al asilar de manera legal y segura a 700 refugiados en el último año.
Con el apoyo de otras comunidades católicas italianas como la Federación de Iglesias Evangélicas y la Mesa Valdesa, Sant’Egidio asume la mayor parte de las responsabilidades que conlleva la acogida de un refugiado. Estas organizaciones seleccionan a las personas y financian todos sus gastos.
Sin ayudas económicas del Estado, todo sale de la autofinanciación de las asociaciones, estas comunidades han asilado a más refugiados que 15 países de la Unión Europea en su conjunto. De hecho, solo seis estados de la UE han acogido a más personas: Alemania, Francia, Holanda, Finlandia, Portugal y España, que ha recibido a 744 afectados.
Ya en Italia, las autoridades deben aprobar las llegadas de cada uno de los solicitantes de asilo y colaborar en la seguridad, según el acuerdo firmado entre las comunidades religiosas y los ministerios de Interior y Exteriores del país transalpino.
Sant’Egidio se encarga de ofrecer a los asilados soluciones a corto y largo plazo, en conjunto con asociaciones, no solo religiosas, también civiles y laicas. Desde que llegan a su nuevo hogar, estas personas asisten a clases de italiano, reciben ayuda durante el proceso burocrático de petición de asilo y posteriormente para su integración, tanto social como laboral.
Esta fórmula favorece a una acogida legal, segura y controlada de quienes han tenido que huir de sus casas a causa de la guerra y que, de no ser por organizaciones como estas, acabarían vagando por corredores humanitarios a la espera de un futuro incierto, víctimas de los traficantes de personas, quienes controlan quién pasa y quién no por dichos pasillos.
Además, este sistema de acogida pretende evitar que los inmigrantes intenten el acceso a Europa a través del Mediterráneo, por el que cruzan en embarcaciones precarias y sobrecargadas. Solo el año pasado murieron más de 5.000 personas que soñaban con llegar a territorio occidental.