Xiomara Castro, la primera mujer presidenta en Honduras, tomó posesión el pasado jueves 27 de enero. Han tenido que pasar 200 años desde la independencia de Honduras para que una mujer acceda a este cargo. Esta elección ha sido alabada y criticada a partes iguales, ya que se trata de la mujer del expresidente hondureño Manuel Zelaya.
Con su elección, se produce la vuelta de la izquierda al Gobierno después del golpe de Estado que acabó con el mandato de su marido, hace nueve años.
Manuel Zelaya, marido de Xiomara Castro, fue depuesto por varios militares que, apoyados por el Congreso, asaltaron su casa y le mandaron fuera del país, en pijama, en un vuelo a Costa Rica. Zelaya había intentado cambiar la Constitución para permitir su reelección, la cual no está permitida en Honduras, algo que no sentó bien en el Congreso.
En su lugar, fue elegido Orlando Hernández, quien ha gobernado durante los últimos nueve años. Hernández ha protagonizado polémicas como la de su reelección, ya que reinterpretó la constitución para conseguir lo que su antecesor no pudo. Además, después del encarcelamiento de su hermano, en Estados Unidos, por tráfico de drogas, varios fiscales generales estadounidenses le han acusado de sobornar a narcotraficantes para financiar su campaña presidencial a cambio de su protección.
Xiomara Castro, nacida en 1959, proviene de una familia de terratenientes. Estudió Administración de Empresas, y, a pesar de que ya se la conocía por ser la primera dama, no fue hasta la expulsión de su marido cuando se dio a conocer como personaje político, al convocar una marcha en Tegucigalpa, capital de Honduras, en la que se pedía la vuelta de Zelaya.
Honduras es uno de los países más pobres de América Latina, y los desafíos a los que se va a enfrentar Xiomara no son pocos.
La división dentro de su propio partido casi impide la toma de posesión. Castro, líder del Partido Liberal y Refundación, había hecho un pacto con Salvador Nasralla, líder del Partido Salvador de Honduras, por el que él acordaba que no se presentaría a las elecciones si se le aseguraba la Vicepresidencia y se le permitía elegir al Ejecutivo parlamentario. Así se había elegido a Luis Redondo como jefe del Congreso.
Sin embargo, una veintena de diputados había nombrado de manera extraparlamentaria a Jorge Cálix para el mismo puesto. Una disputa que llegó a provocar gritos y golpes en el Senado y que se resolvió con la amenaza de destituir a los disidentes, que no tuvieron más opción que aceptar a Redondo. Esta disputa marca una división dentro del Partido Liberal que podría ser beneficiosa para la oposición, ya que dificultaría el proceso para implantar nuevas leyes.
“Mujeres hondureñas, no les voy a fallar. Voy a defender sus derechos, todos sus derechos, cuenten conmigo”, ha prometido Xiomara Castro.
La pobreza es otro de los aspectos a los que Xiomara Castro tendrá que enfrentarse. Más del 70% del país vive en estado de pobreza y cuatro de cada diez personas apenas tiene para un plato de comida al día. A esto hay que sumarle la alta tasa de homicidios, la exclusión social y los desastres naturales, que empeoran la situación día a día y favorecen el aumento de la emigración y el narcotráfico, dos de los principales problemas del país.
Castro deberá trabajar para convencer a los ciudadanos que no confían en su Gobierno de su capacidad. La nueva presidenta ha prometido un aumento de derechos civiles en un país que viene de un periodo conservador. Ya desde su primer discurso en el cargo, ha prometido una mayor protección para las mujeres. «Mujeres hondureñas, no les voy a fallar. Voy a defender sus derechos, todos sus derechos, cuenten conmigo», prometió durante la ceremonia de posesión.
En cuanto a las relaciones internacionales, Castro buscará tomar una posición similar a la de Guatemala y convertirse en el principal aliado de Estados Unidos en América Latina. Una alianza que se pudo comprobar en la toma de posesión, a la que asistió Kamala Harris, vicepresidenta de EE.UU. y que también contó con la presencia del Rey Felipe VI, así como del canciller mexicano, Marcelo Ebrard, y la vicepresidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner.