Estados Unidos ha confirmado el fallecimiento del líder del ISIS (Estado Islámico, en inglés), en el transcurso de una operación realizada por sus tropas en Idlib, al noroeste de Siria. Joe Biden ha señalado que Abu Ibrahim al Hachemí al Quraishi, el dirigente árabe, murió en un movimiento de los estadounidenses, que iniciaron su estrategia siendo transportados en los helicópteros de las fuerzas especiales.
Desde el Departamento de Defensa, aseguran que se trata de un éxito, al tiempo que el presidente norteamericano llama “cobarde desesperado” a Al Quraishi por haberse intentado rodear de gente antes de su inmolación. Y es que el líder del ISIS reunió a varias familias con el fin de evitar que los soldados estadounidenses irrumpieran violentamente en el edificio en el que se encontraba, aunque finalmente acabara detonando la bomba que provocó la muerte de más de una decena de personas. Los cascos blancos, un grupo de rescate sirio, cifra la cantidad de difuntos en 13, incluyendo a seis menores.
Además, Biden, en una rueda de prensa, ha informado de que todos los militares estadounidenses implicados en el conflicto han resultado ilesos, y que el plan era “minimizar las bajas civiles”.
No han tardado los periodistas americanos en comparar este suceso con el ocurrido en 2019, cuando, en una situación similar, el Ejército estadounidense acabó con el fundador del Estado Islámico, Abubaker al Bagdadi. La operación concluida ha tenido lugar justo unos días después de que se produjera un asalto a la prisión de Hasaka (Siria), con el objetivo de liberar a excombatientes yihadistas. A pesar de haber sido detenido por las milicias kurdas y la aviación de Estados Unidos, el embate terminó con 380 fallecidos –300 yihadistas, 70 kurdos y 10 civiles–.
El líder del ISIS había permanecido en la sombra para escapar del espionaje de Occidente, y prueba de ello es la limitada presencia que ha mostrado en público durante su mandato. Nacido en Irak, Al Quraishi se crio en una región donde abundaban los turcomanos, argumento que utilizaron algunos yihadistas para difamarle, y aludir a que carecía de pureza de sangre árabe. Sin embargo, pese a ser teólogo y no haber recibido formación militar, fue nombrado líder del Estado Islámico, “emir de los creyentes y califa de los yihadistas”, por la estrecha relación que había trabado con Al Bagdadi, su sucesor, con quien coincidió en una prisión, en 2008, y que le llevó a idealizar los cánones islámicos.