Noemí Peral (Comunicación Audiovisual 2011) llevaba tiempo sintiéndose frustrada cada vez que veía en la televisión las imágenes de los miles de refugiados que huían de la guerra y que tenían que hacer frente a muchas trabas burocráticas y sociales para ser acogidos en Europa. “Sentía la necesidad de estar allí y abrazarles. Cuidarles, gritar con ellos, darles todo lo que pudiera permitirme y dedicar mi tiempo a lo que de verdad importa”, comparte la alumni. Por este motivo emprendió junto a su hermana un viaje como “voluntaria independiente” que la llevó hasta el ahora desmantelado campo de Idomeni (mayo 2016). Ha estado en Grecia en dos ocasiones y ha podido vivir el proceso de acogida de dos familias sirias, que hoy residen en España.
Recientemente han llegado a España dos familias de refugiados que usted conoció durante su estancia en Idomeni. ¿Cómo era la vida de estas personas antes de la guerra?
Es una gran familia de ocho miembros, tres de ellos menores. Vivían en Damasco, una ciudad próspera en la que tenían sus chalets y sus trabajos. Allí los hombres eran chef, repostero y taxista, y las mujeres trabajaban como peluqueras y maquilladoras. Los niños estudiaban 4º y 5º de primaria. Jugaban, reían, se iban de vacaciones y eran tan felices como podamos serlo nosotros. Su vida antes de la guerra era como nuestra vida a día de hoy.
¿Cuál fue el detonante que les llevó a dejarlo todo para lanzarse a la búsqueda de una vida segura en Europa?
De repente una bomba cayó en su casa, esa que habían tardado diez años en pagar y construir. Gracias a Dios, no estaban dentro en ese momento, aunque uno de los hijos mayores murió a causa de otro bombardeo. Pese al miedo ante lo que les esperaba, no tuvieron más remedio que emprender su huida hacia Turquía para ponerse a salvo. Desde entonces, finales de 2015, los niños no han vuelto a ser escolarizados hasta su llegada a España en Febrero de 2017.