La siguiente historia puede parecer un hecho realmente excepcional, si se tiene en cuenta que el sentido común se ha vuelto el menos común de los sentidos. Francisco Hernández tiene 43 años y lleva viviendo seis meses en un albergue de Murcia. Sin apenas recursos para subsistir, dedica las mañanas a hacer de aparcacoches. Hace unos días caminaba hacia su trabajo cuando se encontró en el suelo las llaves de una moto. Francisco dejó una nota avisando al dueño de que las tenía él y su gesto se ha hecho viral.
La historia se conoció gracias a Pedro Teruel, el dueño de la moto, quien subió a Facebook la nota que había escrito Hernández. «Esto no puede estar pasando. No me lo creía; que de verdad exista gente así», contó al diario El País. «Me acerqué allí, le di las gracias e intenté darle el poco dinero que llevaba encima, aunque esto no se puede pagar. Pero él me decía que no lo hacía por dinero, que nos tenemos que ayudar entre nosotros», explicó el dueño.
«Él me decía que no lo hacía por dinero, que nos tenemos que ayudar entre nosotros», explicó el dueño.
Teruel se quedó tan impresionado del gesto del hombre sin recursos que decidió publicar la historia en la red social, donde se ha convertido en un éxito. En una semana su post lleva casi 10.000 me gusta y más de 4.000 compartidos, y diferentes medios se han hecho eco.
Sin embargo, el principal sorprendido con todo este revuelo no es otro que Hernández. «La acción que tuve es la normal en esta vida. Yo no he hecho nada especial, solo he hecho lo correcto, por eso le dije que no me tenía que agradecer nada», comentó el aparcacoches al dueño de la moto.
Cuando vio las llaves de la moto y comprobó que pertenecían al vehículo que se encontraba al lado, Hernández intentó entregárselas a unos policías municipales que estaban por allí. Estos le dijeron que fuese a comisaría a hacerlo, pero como estaba lejos decidió entrar en un bar cercano, pedir papel y escribir la nota. «Ni se me pasó por la cabeza abrir la maleta y rebuscar si había dinero. No soy capaz de tocar nada. Mis padres me inculcaron la honradez para poder ir por la calle con la cabeza bien levantada», dice.
Como estaba lejos de la comisaría decidió entrar en un bar cercano, pedir papel y escribir la nota.
«Yo siempre he sido honrado y ahora sigo siendo igual. El dinero te da bienestar, pero no la felicidad», cuenta este hombre arruinado en plena crisis. «Teniendo un plato en la mesa y una cama para dormir», rechaza sentarse en la calle a pedir y mucho menos coger lo que no es suyo.
La buena acción de este espontáneo ángel de la guarda merecía una celebración y así lo creyó Teruel, maestro y dueño de la moto, quien invitó a comer a Hernández. «La moto estaba en una calle entre dos barrios «conflictivos» y si las llaves hubiesen caído en otras manos quizás no la habría vuelto a ver. La gente buena existe y es de verdad. Para mí es un gesto de esperanza», afirmó el maestro.