«Las finales no se juegan, se ganan», dijo, en su día, Luis Aragonés. Y así lo consumó el Atlético de Madrid en Lyon. Coraje, corazón y 22 leones en busca de la Europa League 2017-2018. Era un encuentro que se presentaba emocionante y con grandes alicientes, como que el Olympique de Marsella jugaba en casa o que el Cholo Simeone, buque insignia y responsable de los éxitos colchoneros en los últimos años, estaba sancionado y veía el partido desde la grada.
Con una actuación previa digna de una final de la Super Bowl, el encuentro olía a espectáculo. Eric Abidal, exjugador del F.C. Barcelona y de la selección francesa, bajó la copa al césped para dar paso al conjunto arbitral, encabezado por el holandés Björn Kuipers. Le siguieron los actores, los protagonistas del inicio del partido. Caras de concentración y arenga de los capitanes a pocos minutos de echar a rodar el balón. Simeone volvió a apostar por la pareja de centrales charrúa formada por Diego Godín y José María Giménez, a la izquierda de estos, Lucas Hernández, que sustituía a Filipe Luis. Otra de las novedades en los colchoneros fue la partida desde el principio de Ángel Correa. En cuanto al Olympique, su fuerte se encontraba en la línea de tres mediapuntas compuesta por Thauvin, Payet y Ocampos.
Breve dominio del Olympique
El conjunto francés, que dispuso de las primeras ocasiones del partido, tuvo un mano a mano claro ante Oblak, con su delantero Germain. Fueron tramos con más intención e intensidad que los rojiblancos. En el Atlético, tuvo que ser Diego Costa, con su temperamento, quien contagiase a los suyos. Poco a poco, los indios sacarían los colmillos, pero faltaba tener el balón. Correa rompía las líneas galas y buscaba permanentemente el uno contra uno. Pero los de Simeone seguían sin encontrar el camino hasta que un fallo de Zambo, aprovechado por Griezmann, condenó al Olympique con el peor castigo posible, el gol. La seguridad de El Principito ante la puerta decantó el marcador en el Groupama Stadium de Lyon. El mejor de los galos, Dimitri Payet, que llegaba con molestias a la final, no pudo superar la media hora de encuentro y se vio obligado, entre lágrimas, a pedir el cambio. Su sustituto, el joven Maxime López.
Ajeno al juego, las bengalas no cesaban en un sector de la grada marsellesa. Una afición encendida, al igual que su lateral zurdo, Amavi, quien fue amonestado con amarilla por dos entradas a Correa y Vrasljko. Sin Payet en el campo, el Olympique se desinfló antes de llegar al descanso.
Griezmann tumba al Marsella
Tras los primeros 45 minutos de juego, jugadores a vestuarios y los colchoneros a la espera de ver al niño Torres en sus últimos minutos con la camiseta rojiblanca en Europa. Pasado el intermedio, el duelo se reanudó y el Mono Burgos, segundo de Simeone, movió ficha. Juanfran entró por Vrsaljko, quien estaba apercibido por una amarilla en la primera parte. Además, un nuevo factor se unía a la final, la lluvia. Mientras tanto, Thomas, Savic y Fernando Torres calentaban en la banda. El Atlético, más enchufado que en el primer tiempo, encontró en Koke un asistente de lujo para otorgarle a Griezmann un balón a placer, que definió con la clase que le caracteriza. Los colchoneros empezaban a mirar a Neptuno.
El trámite del partido cambió completamente con respecto a la primera parte. Era un Olympique con Thauvin neutralizado y sin encontrar un juego vertical, que se topaba ante un Atlético al que revertir el marcador resulta más difícil que levantar una losa. Tras la hora de partido, los rojiblancos remaban con su espíritu colectivo hacia el triunfo. Le tocaba ser contundente y esperar al pitido final. La afición madrileña animaba, cantaba y aplaudía en cada libre directo cercano como si de una sentencia final se tratase. A su vez, continuó el repertorio de calidad de Antoine Griezmann, quien se hizo amo y señor del partido.
Gabi y Torres ponen la puntilla
Rudi García, entrenador del Olympique de Marsella, tenía una última bala, el delantero griego Mitroglou, quien estrelló al filo del minuto 80 un cabezazo al palo. Pero el Atlético, a diferencia de otras finales, se encontró con la suerte. Los de Simeone debían seguir la misma hoja de ruta, que culminaría la final con un tercer gol, del líder, del capitán, Gabi, quien cruzó un disparo tras otra asistencia de Koke Resurrección. Con el partido casi acabado, los colchoneros iban a disfrutar de una última sorpresa, la guinda del pastel: la entrada de Torres al campo, aunque su actuación solo fue en el descuento. El Atlético de Madrid luchó hasta el último segundo y consiguió, tras un contundente 3-0, alzarse con el título. El trofeo fue levantado, de forma conjunta, por Gabi y Torres. Fue un homenaje digno para una leyenda colchonera. Pero la alegría no termina ahí, la fiesta continuó en la fuente de Neptuno.
El Atlético de Madrid se marchó de Lyon con la Europa League bajo el brazo, se consolida en Europa y sigue llenando sus vitrinas de trofeos, con Simeone como bandera. Y esto es el Atleti, una forma de vida.