Los pueblos españoles, escasos de llanto

- Desmarcar - 17 de mayo de 2018
Foto del pueblo Señorío de Molina, situado en el noroeste de Guadalajara. Imagen de María Hernández.

Según el Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), a día 1 de enero de 2017, en 1.027 pueblos españoles no hay censado ningún niño menor de cinco años. Estos datos reflejan que el 13% de los municipios llevan sin registrar un nacimiento desde el primer día de enero de 2012. Además, 633 no tienen ningún niño menor de 11 años.

El proceso de envejecimiento afecta especialmente a los pueblos del interior, donde Madrid se ha convertido en el foco de jóvenes que emigran a la ciudad, sobre todo para Castilla y León y Castilla-La Mancha. Desde 2008 hasta principios de 2016, 72.645 personas han emigrado de Castilla y León a Madrid, cifra que supera la población que tiene actualmente Zamora.

Entre los municipios mayores con más de 100.000 habitantes, Salamanca, León y Valladolid tienen un porcentaje mayor del 25% de personas cuya edad supera los 65 años. Por el contrario, Parla (Madrid) es el municipio donde los ciudadanos mayores de 65 solo representan un 10% de la población. Por comunidades, Castilla y León, Galicia y Asturias son los lugares españoles donde el envejecimiento de la población es más intenso. Murcia, Baleares y Canarias son las autonomías donde el peso de jubilados es menor.

El silencio, al noroeste de Guadalajara
María Hernández es una estudiante de 20 años que vive en Madrid y veranea en un municipio situado en el noroeste de Guadalajara donde impera el silencio. Hernández cree que en invierno Señoría de Molina no llega a las 20 personas. “Si yo estuviera viviendo allí, sería la más joven”. La alumna explica que el pueblo antes tenía mucha vida, pero que, a mediados del siglo XX, con el éxodo rural se ha ido reduciendo el número de habitantes.

El pueblo de la alumna no tiene centro de salud, una vez a la semana, un médico les visita. “Molina de Aragón, una localidad cercana, es el núcleo que abastece a los pueblos en verano. Allí hay comercios para comprar comida”, afirma la joven. En Señoría de Molina son las furgonetas de verduras y de congelados la única fuente de comida interna del pueblo. “Suena el pito y todo el mundo sale a comprar. Es muy entrañable”. Hernández nota que con la muerte de las personas mayores se pierde el sentido de comunidad que generan los pueblos y también la sencillez. Además, a la estudiante le maravilla ver la capacidad de las personas mayores de fascinarse con el campo.

«Me parece que el pueblo encierra una magia muy bonita», confiesa María Hernández.

Señoría de Molina es un pueblo que tiene como colegio más cercano uno a 20 km, pero que tampoco lo necesita porque no hay niños. “Ahora vienen pastores al pueblo, uno de los pocos trabajos que quedan por aquí, pero son personas que vienen y se van enseguida a otros lugares. Yo me siento muy afortunada de tener a mi pueblo porque ayuda a valorar la sencillez y saber despojarte de todos los ritmos de la ciudad», afirma María Hernández.

Esta joven se ha criado entre el silencio de su pueblo, prefiere el campo a la playa y no descarta en el futuro crear una familia allí: “Yo cuando hablo con amigas o niñas del pueblo me preguntan que cómo no me aburro aquí, pero a mí me da mucha paz poder aprender de la gente mayor, el sentido del respeto y la educación de saludar a todo el mundo, saber de dónde viene la gente… Me parece que el pueblo encierra una magia muy bonita”.

Hernández confiesa que a la gente del pueblo no le gusta decir que este está vacío por miedo a la ocupación. “Ahora es fácil que alguien se asiente en tu casa y que luego no les puedas echar. La gente del pueblo miente en esa ocupación por miedo a que esto les ocurra”. Es un pueblo que vive sin wifi y colmado de silencio, el que solo lo interrumpe, de vez en cuando, el sonido de un coche que se atreve a hacer ruido en un rincón del noroeste de Guadalajara.