El hombre es social por naturaleza, como dice Aristóteles. Busca sentirse querido, anhela el sentimiento de pertenencia, y cuando no lo sacia toma caminos precipitados. Las bandas latinas aprovechan la desesperación de jóvenes inmigrantes con familias desestructuradas para nutrirse. Estas pandillas, como los Trinitarios, los Ñetas o los Dominican Don’t Play (DDP) han proliferado en barrios guetizados donde no se han sido integrados en la sociedad.
En la Comunidad de Madrid, según los últimos datos del Centro de Ayuda Cristiano, hay 1.200 miembros de bandas latinas. Estos grupos de jóvenes violentos se encuentran en barrios de renta media-baja donde la inmigración ronda el 20% de la población. Ciudad Lineal, Villaverde y Vallecas son ejemplos de barrios guetizados donde han emergido estas bandas.
El director de la Cátedra de Inmigración de la Universidad Francisco de Vitoria, Miguel Osorio, explica que los nuevos guetos son “zonas geográficas en las que se juntan personas de la misma nacionalidad y no conviven con las de otras nacionalidades”. Y resalta, como dice la Unión Europea, que la integración es “un camino bidireccional”. Tanto el migrante como la población autóctona han de buscar el encuentro.
Ciudad Lineal es uno de los distritos con mayor número de inmigración latina de todo Madrid. Es un punto limítrofe entre las cuatro grandes bandas: Trinitarios, Ñetas, DDP y Latin Kings. El 6 de agosto de 2019, el diario El País publicaba la detención de 17 integrantes de bandas latinas. ¿El motivo? Dos peleas entre bandas rivales que se saldaron con dos heridos graves por arma blanca.
Desde la Asociación de Vecinos de Quintana aseguran que es un problema “soterrado” que en ocasiones puntuales se deja ver. Y explican que los episodios violentos ocurren por temas fronterizos, pues cada calle pertenece a una banda.
De joven solitario a Rey de los Latin King
Walter González, se le llama así por su seguridad, fue un integrante de los Latin King. Con 15 años llegó a España desde Ecuador. Vivía con su madre y su hermano en Plaza Elíptica (21% de población inmigrante). Walter no estaba escolarizado y se pasaba el día solo en casa porque su madre y su hermano trabajaban para pagar el alquiler. Muchas veces se acostaba sin verlos.
“Me mandaron apuñalar a un ñeta, con 16 años, para entrar en la banda”, afirma Walter González.
Walter González bajó al barrio para jugar al fútbol, para “buscar amistades” y sentir el cariño que no encontraba en su hogar. Allí conoció a quien no tenía que haber conocido nunca. Sus nuevas amistades le invitaron a la discoteca Casablanca, en los bajos de la calle Orense de Madrid, donde se reunían todos los Latin King. A base de “fiestas, alcohol, droga, mujeres y poder” convencían a los chicos.
González relata que para entrar pedían pruebas de fidelidad: “Me mandaron apuñalar a un ñeta, con 16 años, para entrar en la banda”. Para ascender de rangos en la pandilla y ganar respeto tenían que hacer daño a los rivales con “peleas, botellazos, apuñalamientos…”. Walter explica que consumían grandes cantidades de cocaína y marihuana para poder llevar a cabo estos actos: “Nos poníamos a tope y ya íbamos… sabíamos el sitio, el lugar y el momento en el que teníamos que atacar”.
La Policía Nacional lucha día a día por eliminar estas bandas. Un miembro de este cuerpo, que ha decidido no dar su nombre, explica que son “grupos de quinceañeros muy violentos”. Los integrantes de las bandas latinas suelen utilizar “bates de béisbol y armas blancas de gran tamaño”. Por ello, dice que por seguridad nunca actúa una patrulla sola. Siempre se comunican para intervenir varias a la vez.
Walter pasó por prisión hasta en cinco ocasiones, lo que le hizo ascender rápidamente hasta llegar a ser uno de los líderes de la banda con 32 chicos a su cargo. La primera vez estuvo en Alcalá Meco y la última en Badajoz.Fue condenado cinco años por dejar tetrapléjico a un integrante de otra banda en una pelea. Allí, en Badajoz, se dio cuenta de que le habían utilizado, de que nunca fueron la familia que ellos decían ser: “los mismos que decían estar conmigo, los mismos que decían que nosotros éramos familia me vendieron. Yo pagué cárcel por otros”.
“Yo pagué cárcel por otros”, afirma Walter González.
Una vez se dio cuenta de que todo era mentira, de que nunca fueron su familia comenzó a sentirse “hundido”. Necesitaba fumarse una bolsa de marihuana del tamaño de una pelota de balonmano para poder dormir. Walter sentía que le vigilaban continuamente. En ese momento, él tocó fondo.
El Centro de Ayuda Cristiano permite la reinserción de pandilleros
Fue su madre quien le ayudó a salir del pozo. Ella le llevó al Centro de Ayuda Cristiano, una Iglesia Evangélica que predica la palabra de Dios y que desde hace años trabaja para reinsertar a los pandilleros en la sociedad.
“Acaban cayendo en estas bandas porque quieren tener un sentimiento de pertenencia”, señala Alberto Díaz.
Alberto Díaz, pastor del Centro de Ayuda Cristiano, explica que ellos son la alternativa que los jóvenes tienen para llenar su vacío. Y afirma que lo que buscan es el “sentido de pertenencia”.
Walter recuerda ir con la vestimenta habitual de un Latin King: pantalones caídos, chaqueta ancha, collar de la banda, un pendiente en cada oreja y con los colores amarillo y negro de la pandilla por todo su vestuario. Y pese a ello, cuenta que se sintió acogido. Nadie le juzgó.
Él se sumó al grupo Fuerza Joven, perteneciente a este centro y destinado a los jóvenes. El grupo de esta iglesia destinado a los jóvenes. En este se realizan actividades deportivas, culturales y oraciones. Ellos le ayudaron a abandonar la banda. Encontró la paz. y la felicidad y, gracias a ellos, también encontró a Dios.