El Instituto John Henry Newman, de la Universidad Francisco de Vitoria (UFV), ha rememorado, del 19 de abril al 7 de mayo, la figura del profeta Abrahán y su importancia en la actualidad. Lo ha hecho a través de dos actividades: una serie de paneles colocados en los pasillos del edificio central de la universidad y una conferencia sobre la importancia de Abrahán y su reflejo en el yo.
La figura de Abrahán ha sido el punto base de la muestra. A través de su historia, su pacto con Dios y la herencia que deja a la humanidad, se puede aprender sobre la relación con el otro y la forma que tiene cada uno de formarse y de cambiar junto y gracias al otro. Durante la exposición, el visitante ha podido situar la figura de Abrahán en el tiempo y en un contexto histórico, algo esencial, pues suele ser un personaje teñido de un aura mística que hace de él algo alejado, casi irreal, para muchos que se aproximan a su vida.
«Con Abrahán, comienza a recuperarse la primitiva imagen del hombre, es decir, de Adán: un sujeto en diálogo con Dios», explica la exposición.
La importancia de Abrahán es que su historia representa la primera vez en la que se da una relación entre el yo y el otro, el tú desde Adán, el primer hombre. Desde el Instituto John Henry Newman, señalan lo esencial de la figura del primer patriarca: «Con Abrahán, comienza a recuperarse la primitiva imagen del hombre, es decir, de Adán: un sujeto en diálogo con Dios; es más, de algún modo, se podría decir que la primera revelación de Dios en la historia representa más una revelación del rostro del hombre a sí mismo que una revelación del rostro de Dios a los hombres (que será solo revelado más adelante en el Hijo, imagen de Dios invisible)».
Como parte de la exposición, desde el Instituto John Henry Newman señalan lo esencial que es situar a Abrahán en un momento histórico (alrededor de 1800 a. C) para desmitificar su figura, algo que ha sucedido en numerosas ocasiones con los personajes bíblicos. Su historia puede, incluso, situarse geográficamente en Ur, en la antigua Mesopotamia. Abrahán es el padre de Isaac, hijo que Dios ordena sacrificar, algo impensable para su padre, al ser su única descendencia, al que tuvo cuando este ya era muy mayor y parecía que él y su esposa jamás serían padres. Finalmente, su hijo sobrevivió y su descendencia formó las 12 tribus de Israel.
En su promesa con Dios, aquella en la que le afirma que su descendencia será tan grande «como las estrellas del cielo» y en el sacrificio posterior que le pide sobre Isaac, el primer paso sobre el que cimentar esta nueva alianza. María Hernández, del Instituto John Henry Newman y guía en la exposición, explicó cómo en este encuentro es donde se produce un cambio en Abrahán, al igual que se registra produce en cada uno cuando se conoce a aquella persona especial. Hernández insistió en la no autorreferencialidad de las personas, por la que se necesita del otro a la hora de conocerse, al no poder hacer esta tarea por cuenta propia. «La necesidad del prójimo comienza desde el propio momento del nacimiento. Es tu madre quien te dice que te llamas de esa forma y tú te presentas como tal. Al final, nos hacemos en relación con el otro, y Abrahán se hace con el Otro y entiende que su vida está en sus manos, porque sabe que todo lo que para él era imposible, para Él no lo era», explicó Hernández.
«La esencia de la vida proviene del otro: tanto la propia existencia como los amores», cuenta María Hernández.
Y es que la esencia de la vida, explica María Hernández, proviene del otro, «tanto la propia existencia como los amores». En esa necesidad del otro es donde se encuentra Dios, como el buen pastor que guía a su rebaño.
Durante su conferencia, Ángel Barahona, director del Departamento de Humanidades de la UFV, destacó cómo la necesidad de Abrahán se encuentra en que fue él quien estableció la posibilidad inicial de establecer una relación con Dios. En Dios es donde encuentra la relación con Abrahán, ya que con ese sufrimiento que experimentaba, es Él quien le ofrece una solución, una forma de cargar con esa cruz y le da un sentido a su vida y, sin ser una tortura, abre la puerta a una nueva realidad y a un nuevo sentido de comprender la vida.