Cuando llega la tercera edad, numerosas personas mayores se plantean, atendiendo a su situación y a sus necesidades, si siguen llevando una vida autónoma en sus domicilios o si es conveniente buscar alguna otra fórmula. Aquellos que van a vivir a una residencia pasan por un proceso de cambios y de adaptación a la nueva situación.
El equipo asistencial del Centro Residencial Sanitas La Florida argumenta que hay dificultades en la adaptación de sus residentes debido a que hay un proceso de cambio en su estilo de vida, suelen ser unos días hasta que sienten el centro residencial como su propia casa. Todo esto cambia dependiendo de cada persona. Además recalcan que es muy importante que todas las pequeñas dificultades que van surgiendo dentro del día a día sean solventadas por parte de los trabajadores, lo antes posible, para así favorecer su estancia dentro del centro.
Maleny Medina, directora del Instituto de Acompañamiento de la Universidad Francisco de Vitoria (UFV), destaca que la tercera edad es sumamente valiosa por la vida vivida y, a la vez, es una es una etapa de gran vulnerabilidad. Además, destaca que cuando la vida se ha vivido con agradecimiento se afrontan: «El agradecimiento no solo es propio de quien ha vivido muchos años, sino también de la residencia que lo recibe. Ojalá el Estado sea capaz de recuperar el valor universal de la persona, favoreciendo su existencia en los distintos momentos vitales».
Medina rescata también una cita de Romano Guardini, en el libro, Las etapas de la vida: «El problema del envejecimiento consiste en que la persona lo acepte, comprenda su sentido y lo haga realidad. Pero aún hay que añadir otra cosa: es mucho lo que depende de que también la sociedad acepte por su parte la vejez y le reconozca honrada y amablemente el derecho a la vida que le corresponde».
Irene, directora del centro Casa Jardín Pozuelo, declara que es un centro pequeño que cuenta con ayuda del Hospital Puerta de Hierro y del Centro de Salud Pozuelo Estación. Asegura que sus residentes no tienen dificultades ni cree que haya problemas de adaptación, además de no reconocer ningún miedo a cerca de las familias que acuden a este centro, ya que lo hacen con total seguridad.
José, en una residencia Orpea, habla en primera instancia de que su círculo social sí se ha visto ampliado, pero sin embargo echa de menos estar en su casa con su familia, y admite que preferiría eso antes que encontrarse en una cotidianidad, aunque siga haciendo lo que solía.
Personas que siguen con autonomía
Aunque son un grupo numeroso en la sociedad, numerosas personas mayores se sienten olvidados, y no solo por la digitalización de actividades cotidianas, sino también por la escasez de centros de día y de propuestas específicas para su entretenimiento. Esta situación provoca que haya mayores que eligen permanecer en un lugar del salón, tranquilos y sin complicar la vida de los demás, pero también otros, como Concha, quien con 82 años, explica que todo es mentalidad: «Por ahora no tengo dificultades, toquemos madera, pero me desplazo con mi coche si hiciese falta, acudo en tren hasta Asturias y soy una persona que no puedo parar quieta a pesar de los accidentes que he tenido».
Concha considera que la felicidad se exprime por momentos y siente que no le faltan visitas, de hecho entabla amistad con gente más joven, que además realiza la cocina como un hobby: «Veo la vida con tranquilidad y con la alegría que me dan mis nietos, no le tengo miedo a nada». El valor de tener una casa propia y el logro que supone impide muchas veces ver la realidad de las cosas, pero ella declara que cada uno hace su propia vida en la residencia y afronta las cosas como son: «Tengo claro que voy a ir a una residencia y que meter a una persona en casa para que me cuide puede suponer un problema, y soy perfectamente conciente de ello».