“La democracia exige que nos demos cuenta de que el otro siempre es un bien”

- Desmarcar - 24 de febrero de 2023
Marcelo López Cambronero presenta "Salvemos la democracia"

Marcelo López Cambronero, filósofo y profesor de Humanidades en la UFV, presenta su libro, Salvemos la democracia, una explicación de cómo la política ha derivado en el tiempo hasta la actualidad. López Cambronero admite que la verdadera democracia nace en el diálogo y la comprensión del otro, y hace un análisis de la política presente, donde llama a conseguir un ambiente sano en el que se recupere la democracia.

¿Qué piensa de la rivalidad política que existe hoy en día en España?
Sí que hay una división social un poco confusa que viene de términos históricos del siglo 20 y que se mantienen hoy en día. Cuando la política es marketing, los productos que se venden intentan diferenciarse igual que con las competiciones publicitarias entre Coca-Cola y Pepsi. Muchas veces, se intenta demonizar al otro producto y es lo que sucede en política. Se demoniza el contrincante para diferenciar mucho su producto y para que parezca que la única opción es votar a su partido. La democracia exige que nos demos cuenta de que el otro siempre es un bien, los que no piensan como nosotros no son malvados que se sientan en el salón de su casa a pensar cómo van a destruir nuestro país o nuestra economía: son personas que tienen perspectivas diferentes sobre los mismos asuntos. La realidad tiene otros puntos de vista y hay personas que ven otros aspectos de la realidad que yo no veo por la situación a la que me he adherido. Ellos han entrado por otra puerta, por otro camino. Ganaremos mucho si hablamos, si dialogamos. Podré al menos comprender por qué ellos piensan lo que piensan, y ya luego estaré más de acuerdo o no, pero podremos construir el bien común juntos. La democracia exige que sepamos que el otro, el que piensa distinto es un bien para cada uno de nosotros.

¿Cree que algunos políticos adolecen de esa formación necesaria?
Hay una serie de políticos que están en primera fila del aparato mediático, que están en los medios de comunicación y que hacen una política que consiste en marketing político. Adoptan las posiciones que consideran adecuadas para conseguir mejores resultados electorales. Hay miembros de partidos y funcionarios que realmente hacen la política en el sentido de estar tomando decisiones de fabricar las leyes o de crearlas y de estar atentos a los movimientos sociales. Nosotros no vemos este segundo grado, solo el primero, de manera que tenemos una visión política equivocada, que es puro marketing, es puro escaparate, sin entender lo que realmente sucede y esta dualidad en el mundo político es algo que no podemos sostener en el tiempo porque genera una falta de transparencia.

¿Cómo ha sido el proceso de escritura y publicación de Salvemos la democracia?
El libro es un poco extraño en su contenido porque, antes de explicar qué es la democracia, intenta explicar que hemos aplicado conceptos científicos al concepto político que están completamente desfasados, y eso nos lleva a entender mal la política. Entonces, los primeros capítulos explican qué piensa la ciencia moderna sobre el tiempo, sobre la evolución social y cómo eso se aplica a la política contemporánea.

En una época como la actual, ¿cómo se explica la política a la juventud?
Bueno, la política se explica según los moldes que salieron de la Segunda Guerra Mundial, con tres grandes formaciones: partidos socialdemócratas, partidos de cristianos y partidos liberales; y luego aparecen los partidos populistas, que se explican según partidos que había en el periodo de entreguerras en los años 20 y 30. Estos moldes han quedado completamente fuera del lugar a partir de la Revolución de Mayo del 68. En los años 70, cambia completamente: sobre todo los partidos socialdemócratas y comunistas dejan de ser partidos orientados a las clases trabajadoras y empiezan a ser partidos orientados a la liberación de minorías por cuestiones fundamentalmente morales y, a partir de la revolución tecnológica con la llegada de una nueva forma de comunicación, los partidos tienen que cambiar su discurso, tienen que cambiar su funcionamiento interno y se configuran de una manera completamente distinta a como se conocía antes. Entonces, los hechos van en una dirección, la teoría política está muy perdida y se sigue explicando según unos moldes que ya no funcionan y unos criterios que están desfasados. Es necesario para comprender la política y para salvar la democracia recuperar una visión de la democracia acorde a nuestro tiempo, y ese es el objetivo que tiene el libro.

¿Se intenta alcanzar una política que fue o una política nueva?
Claro, estamos explicando la política actual como una política que fue, y no acabamos de entender cómo funcionan los partidos. Eso hace que filtremos los mensajes mal y que ellos también lo aprovechen para manipularlos. Esto está afectando a las bases firmes de la democracia, a la posibilidad de la persistencia de la democracia. Si no actualizamos la forma en que entendemos la democracia, va a ser imposible que podamos salvarla porque vamos en una deriva que ataca a sus bases fundamentales.

La democracia, actualmente, ¿es una utopía?
No, la democracia no es una utopía. La democracia es un modelo de reforma constante; siempre tiene que estar evolucionando en el tiempo. La democracia intenta dar más libertad a los ciudadanos, y que no haya personas, ni empresas ni el Estado ni ninguna institución que acumule demasiado poder, sino que ese poder se reparta entre los ciudadanos, de tal manera que los ciudadanos puedan hacer más cosas con más libertad. Siempre hay instituciones que quieren acaparar más poder, que se saltan los controles o los controles ya no sirven para para medir si sus procedimientos son adecuados y no son corruptos. Por ello, hay que estar reformando el modelo constantemente para mantener la vida. A lo largo de la historia, vemos que hay momentos en que la democracia está en una etapa más álgida y momentos en que está en una en una situación más baja. Cuando el poder se acumula en algunos lugares, los ciudadanos pierden poder y, por tanto, libertad. Desde luego, en la última década, la democracia española ha tenido una curva a la baja muy grande y se ha depauperado, se ha empobrecido muchísimo.

Según la votación con el sistema indirecto, en una situación actual donde se ve un Gobierno apoyado por tantos partidos, ¿el poder reside en la pluralidad de esos partidos o en la votación previa que ha hecho el ciudadano?
Cuando la democracia se empobrece, cuando se debilita, acabamos convirtiéndola únicamente en la capacidad de votar cada cierto tiempo. Si no existe la libertad de votar, no podemos hablar de democracia, pero yo en el libro defiendo que para entender los sistemas políticos tenemos que apelar a otro montón de aspectos. En muchos países, que según todos los rankings internacionales son dictaduras, se afirman como democracias y tienen elecciones manipuladas. No podemos centrarnos en eso, los sistemas políticos no se distinguen por sus elecciones o por su gestión del poder. Si el poder lo reparten entre los ciudadanos, hablamos de democracia; si el poder se acumula en un partido, en una camarilla o en un dictador no es democracia. En los últimos años, en España, se ha visto que el poder se va sustrayendo de los ciudadanos y se va acumulando en el Estado, llegando a que seamos una democracia más débil. El sistema anglosajón y el sistema europeo son muy diferentes; sin embargo, en los Estados Unidos, precisamente, a partir de la Administración Trump ha habido una caída muy importante del nivel democrático porque se le ha restado poder al pueblo para acumularlo en las camarillas cercanas al Gobierno. Esto es algo que sucede con cierta frecuencia y no nos debe de asustar, simplemente debemos ser precavidos. Los poderosos siempre quieren tener más poder, al igual que nosotros también lo queremos, porque el poder consiste simplemente en tener la capacidad de hacer más cosas. Nosotros también queremos tener más dinero, hacer más cosas, poder viajar más, pero también queremos fundar asociaciones, colegios libres, universidades. Si el poder se acumula en el Estado, y solo el Estado funda colegios estará dirigiendo la cultura y orientando el pensamiento de los ciudadanos. Esa acumulación del poder es la que hace que la democracia tiemble.

En el primer capítulo, llamado Tiempo, Política y Entropía, mezcla estos tres conceptos. ¿Qué los une en su naturaleza y cómo se expresarían a día de hoy en la política?
Bueno, la cuestión fundamental para que se entienda la política es la noción de progresismo. El progresismo en su interpretación clásica significa que el tiempo siempre va hacia adelante, siempre va hacia lo mejor. Si entendemos que la historia siempre va en una dirección adecuada, no hacemos política, solo dejamos que la historia avance. La complejidad de la política es lo que intento explicar ahí con la noción de entropía. Nos damos cuenta, es una gestión muy delicada de un presente con un conocimiento del futuro muy limitado y con una capacidad de intentar corregir constantemente las decisiones que producen efectos que no eran los que habíamos previsto. Tiene que haber un servicio muy claro a la sociedad para poder orientarla de la mejor manera posible.

Platón decía que la política es el arte de gobernar a los hombres con su consentimiento. A la par, la política es el arte de la comunicación. ¿Con qué acepción se identifica más, con la de que un ente gobierna a los demás o con la de que un ente se comunica con los demás?
Yo creo que, tomando una acepción amplia de comunicación, me quedaría con la que habla de la comunicación. Comunicación no es solo decirle al pueblo lo que se está haciendo, comunicación es abrir un puente en el que el poder que el Estado acumula (el nivel de riqueza, el nivel de capacidad sanitaria, el nivel de capacidad educativa, el nivel de innovación) fluye hacia el pueblo para que sea el pueblo el que reciba esos beneficios, y también gracias a ese poder que acumula sea capaz de generar innovación, educación, sanidad, etc. Esa es la comunicación que tiene que haber en un verdadero encuentro entre la política y la ciudadanía.

En ese encuentro, ¿cree que los políticos escogidos por el pueblo estarían a un nivel superior dentro de los estratos sociales?
Muchas veces decimos que la democracia es el gobierno del pueblo. Esto es completamente falso para una democracia contemporánea. Nosotros no gobernamos, no queremos gobernar. Con un ejemplo, si yo contrato una señora de la limpieza, yo soy soberano para contratar a quien quiera, pero no puedo decir que soy yo el que limpia. Nosotros queremos ocuparnos de los asuntos, pero no queremos ocuparnos de la política. En las democracias contemporáneas, delegamos, contratamos a los políticos para que se dediquen a gobernar como contrataríamos a alguien que nos limpiara la casa. Eso no les da un estatus, pero muchas veces en esta imagen de marketing político lo que desean los políticos es tener más poder tener, un estatus superior, y eso es lo que quieren mantener con el tiempo. Hay una cierta teatralización de la política, porque el Estado pone su servicio, coches, aviones, etcétera, que generan un modo de vida al que el resto de los ciudadanos no podemos acceder, pero creo que eso es inevitable.

Hay una cierta perspectiva de mala reputación de los políticos, pero la mayoría de ellos dicen que existe la política limpia. ¿Cómo valora esta situación, se merecen esa reputación?
La reputación proviene de una cuestión muy sencilla que intento explicar en el libro, y es que en política lo que no se puede aceptar son las diferencias de poder. Si nosotros percibimos que hay personas que tienen mucho poder, empezamos a exigir un cierto equilibrio, una redistribución. Si hay una diferencia, siempre tiene que estar justificada. Cuando percibimos que los políticos no están a nuestro servicio, sino que están buscando su propio interés, claro que empiezan a tener mala reputación. Podemos aceptar que tengan privilegios si vemos que nos ayudan, pero cuando percibimos que la diferencia entre su poder y el nuestro se va alargando, porque ellos cada vez acumulan más poder y nosotros cada vez tenemos más dificultades para llegar a fin de mes, nace un mayor desencanto hacia la política naturalmente.

Salvemos la democracia ¿es un libro ofrecido para el lector medio o para un lector más especializado en política?
No, no está hecho para un lector especializado en política. Está hecho para un lector que tiene unos conocimientos básicos comunes sobre lo que esta es. De hecho, no replica, como hacen muchos libros, la estructura típica de lo que tiene que ser la democracia, sino que introduce una serie de conceptos nuevos. Los tres primeros capítulos son básicamente una introducción para poder entender lo demás, y la experiencia que tengo de los lectores que ya lo han recorrido es que se sorprenden mucho y después lo van entendiendo. Hay que hacer un pequeño esfuerzo en estos tres primeros capítulos, pero está lleno de ejemplos y todo el mundo consigue comprenderlos y, entonces, entender perfectamente la otra mitad del libro.

¿Qué pretende transmitir con el libro?
Con el libro pretendo transmitir que tenemos que volver a pensar la democracia. Yo explico unos principios que creo que son básicos para la democracia, tenemos que entenderlos y ponerlos en marcha para conseguir reformar y salvar nuestra democracia antes de que sea demasiado tarde.

Hay cierto escepticismo y desinformación en cuanto a la política hoy en día, sobre todo en la juventud. ¿Cómo se habla de política o filosofía a la gente joven?
Si le enviamos a los jóvenes unas explicaciones teóricas que no sirven para comprender los hechos que están viendo cada día, es normal que acaben pensando que no es interesante aquello de lo que se les habla. La filosofía que se imparte en Bachillerato no es filosofía, es una historia de la filosofía que no sirve para entender la realidad. Son cosas completamente ajenas a lo que los chicos viven. Se debería hablar de los problemas que los chicos viven y a entender el mundo de hoy. Es cierto que hay algunos chavales que tienen una mirada un poco más allá y son capaces de comprender algo de lo que pasa hoy, pero la filosofía debería ser filosofía orientada al pensamiento contemporáneo.

¿Cuál cree usted que sería una forma sana de hacer política?
Es difícil de describir así rápidamente, pero una forma sana de hacer política es aquella en la que los intereses personales que todos tenemos, los intereses políticos que tienen todos los partidos, no ocupen todo el espectro del pensamiento de los políticos. Es inevitable que los políticos tienen que estar cerca de su partido, tienen que estar dentro de esa corriente y pensamiento, pero una política sana es aquella que está mirando al pueblo, que está pendiente de los problemas de los ciudadanos, es la que sabe que ningún partido solo puede resolver los problemas, ni generar una disputa con el contrincante. Una política sana requiere de ese diálogo en el que se buscan las mejores soluciones pensando siempre en el bien común.

¿Se puede llegar a eso hoy en España?
Se puede llegar porque, a lo largo de la historia de la democracia de todos los sistemas políticos, ha habido momentos de mayor tensión y momentos de mayor encuentro. Se pudo conseguir en la transición, con un acuerdo que parecía imposible para que se diera el paso a un nuevo sistema político, donde todos cedieron un montón porque fueron capaces de hablar y entenderse los unos con los otros. De la misma manera que se genera tensión, se puede generar el encuentro. El riesgo real es que la tensión sea tan grande que, a pesar de que la democracia sea capaz de aguantar más que ningún otro sistema político, se rompa el esquema y la política. Pero siempre podemos reconducir de nuevo la construcción de una verdadera democracia. No es impensable que el Partido Socialista y el Partido Popular algún día puedan formar Gobierno juntos. Miremos las democracias de Europa, pasa muchas veces, en muchos países, porque, aunque hay diferencias y ellos quieren marcar esas diferencias, si buscan el bien común pueden percibir que lo mejor en determinados momentos es ir juntos. Cuando nosotros veamos ese tipo de gobiernos en España nos daremos cuenta de que somos una democracia madura.

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