Basilio tiene 44 años y duerme todas las noches en un cajero del barrio de San Cristobal de Madrid. Lleva una camisa que apenas tiene botones y unos zapatos en los que se asoman sus dedos. Después de perder todo su fortuna en el juego, no tiene otra opción que cobijarse bajo cartones para no pasar frío. Resulta paradójico que, después de poner su vida en la fortuna, haya acabado refugiándose en una máquina expendedora de dinero.
Como cada día, acumula toda la chatarra que recoge en los contenedores de la zona y, si tiene suerte, lo vende por unos pocos euros; lo justo para sobrevivir. Aunque ahora no lo tiene fácil. Eran en torno a las 4:00 h, cuando dos jóvenes que pasaban por su guarida decidieron prender fuego al cajero con él dentro. La broma le costó quemaduras de segundo grado y un miedo que no desaparece. Es la tercera vez en este año que sufre violencia en la calle, muchas veces, procedente de un rechazo.
Actualmente, hay más de 30.000 españoles sin hogar y, aproximadamente, más de 15.000 han pasado por, al menos, una experiencia de violencia. Además, más del 60% de los delitos de odio contra estas personas ocurren en un espacio donde la víctima se encontraba durmiendo. Según las investigaciones recogidas por el Observatorio de Delitos de Odio contra Personas Sin Hogar en 2017, el 81,3% de los casos que han sufrido violencia han pasado por este tipo de experiencias en más de una ocasión. A su vez, a través de las entrevistas, se extrajo que el 87% de las personas implicadas en los incidentes y delitos fueron hombres, y un 57% tenían entre 18 y 35 años de edad.
La aporofobia, escogida como palabra del año 2017 por la Fundéu BBVA, es una realidad cada vez más presente en la sociedad. El 24 de octubre, el pleno del Senado aprobó la toma en consideración de una proposición de ley para que se incluya en el Código Penal este término. El objetivo es considerar delito todo miedo hacia la pobreza que se manifieste como odio, repugnancia u hostilidad ante el desamparado.
La propuesta, llevada a cabo por Podemos, ha contado con el apoyo de todo el Senado. El partido morado quiere que en el apartado 4 del artículo 22 del Código Penal aparezcan los motivos de “las razones de aporofobia o exclusión social” como agravantes, que hasta ahora no estaban presentes. “Con la presente reforma, se trata de llenar este vacío que presenta la legislación penal al añadir la aporofobia entre la clasificación de las circunstancias que agravan la responsabilidad criminal”, argumentaron durante su intervención.
Más del 60% de los españoles sin hogar han experimentado violencia en las calles.
Adela Cortina, catedrática de Ética y Filosofía de la Universitat de València, ha sido pionera en dar voz a esta realidad. El término aporofobia, acuñado por la profesora hace más de 20 años, da la oportunidad de “educar para respetar la dignidad de las personas concretas”, tal y como recoge en su libro Aporofobia. El rechazo al pobre. En sus páginas, insiste en que “la pobreza no es solo un reto al que cada persona tiene que responder, sino una grave injusticia que, como ciudadanos, tenemos el deber de superar”.
“La gente suele creer que los mendigos son pobres porque han hecho algo malo en la vida”, comenta el psicólogo Israel Surián. Este valenciano explica que la mayoría de ellos tiene unas “fuertes heridas afectivas” que les han llevado a caer en las adicciones y perder su dinero. Según Surián, gran parte de la culpa de la aporofobia parece tenerla el capitalismo. “Hoy en día tratamos de enriquecernos y, aquel que no lo hace, es desprestigiado”. Además, insiste en que existe una crisis social. “Hay una falta de transmisión y educación en valores. Ahora todo vale, por lo tanto, no vale nada. También hay una ausencia de conciencia de la dignidad del hombre. Hoy en día parece que tanto tienes tanto vales, y eso es una falacia porque va en contra de la propia naturaleza”, añade Surián. Uno de las causantes de este comportamiento es la propia sociedad. “La crisis de valores provoca que hagas de tu agresividad, propia del ser humano para la supervivencia, un mal uso, y acabe convirtiéndose en violencia”, afirma el psicólogo.
“Si la aporofobia fuera una responsabilidad pública, la gente saltaría la valla de los pirineos”, afirma Miralles.
La Fundación Luz Casanova de Madrid convive y acoge la realidad de cada mendigo que llega a sus puertas. “No conozco a ninguno que haya denunciado estos hechos, pero sí que han llegado personas pintadas porque les habían lanzado un bote de color”, explica Antonio Miralles, coordinador del centro de día de la fundación. “La cuestión es que los mendigos normalizan que sean marginados”, añade. Este madrileño confirma que más de la mitad de personas en riesgo de exclusión que llegan a la organización han sufrido violencia en las calles. “Por suerte está la Iglesia, que atiende a personas sin hogar. Si fuese una responsabilidad pública, la gente saltaría la valla de los Pirineos”, comenta Miralles. Al igual que Surián, Antonio Miralles piensa que el causante está en la sociedad. “Ahora no hay referentes morales. La sociedad es individualista y creemos que ,por ser pobres, las personas carecen de derechos”, insiste. El coordinador concluye afirmando que “existe un miedo a acercarse a esa gente y a emprender una relación directa”.
Mientras la sociedad discute por quién tiene más poder o quién tiene más razón, Basilio sigue durmiendo debajo de los cartones resquebrajados. Tiene miedo, pero no pierde la esperanza de que alguien llegue a su encuentro.