El pesquero gallego Villa de Pitanxo se hundió, el pasado 15 de febrero, a unos 450 kilómetros de la costa de Terranova, en Canadá. La tripulación estaba compuesta por 24 hombres, de los cuales solo han sobrevivido tres. Nueve han fallecido y 12 más siguen sin ser encontrados. El Gobierno del país americano lamentó no poder seguir invirtiendo energías en la búsqueda de los desaparecidos, después de haber estado durante varias jornadas rastreando a los pescadores.
Asimismo, en España, se declararon 24 horas de luto por la tragedia de los marineros. Con las banderas a media asta, el Rey presidió el acto de homenaje a las víctimas del accidente. Los principales dirigentes políticos también participaron en minutos de silencio y eventos dedicados al recuerdo de los pescadores gallegos.
El presidente de la Cooperativa de Armadores de Pesca del Puerto de Vigo (ARVI), Javier Touza, declaró que la mayoría de los equipos de rastreo de la zona tuvieron que retirarse debido a las condiciones meteorológicas –hasta siete grados bajo cero–. “Es una malísima noticia, porque el apoyo logístico que nos estaban dando sus helicópteros, sus aviones, su flota, era muy importante en estas circunstancias”, agregó. Además, añadió que las causas de la desaparición siguen sin aclararse, ya que “aunque las condiciones climatológicas no eran buenas en ese momento, tampoco eran extremas”. El navío medía 50 metros de eslora y estaba preparado para fuertes tempestades.
Touza concluyó alegando que hablar con el patrón del barco, que es uno de los supervivientes, sería la clave para descifrar qué había pasado, aunque afirma que la víctima aún está en shock y solo ha podido charlar con familiares cercanos. Samuel Koufie, otro de los supervivientes, se acercó a las cámaras después de despedirse en el tanatorio de uno de sus compañeros difuntos y expresó su enorme dolor por la pérdida de sus amigos y la fatalidad del naufragio. “No me hagas llorar que ya no tengo más lágrimas”, fue lo primero que acertó a decirle a su madre española, nada más verla.
El marinero, emigrante ghanés y padre de cinco hijos, recordó la pesadilla que había pasado: “No llevaba traje de supervivencia, estaba en vaqueros. Salté a la balsa y durante cinco horas a la deriva vi cómo mis amigos se iban muriendo uno a uno. Solo podía pensar en que yo era el siguiente”.
La pesca es un salvoconducto económico
La historia de este marinero trasciende más allá de esta catástrofe. Samuel Koufie ha venido de otro país, dejando una vida atrás para poder conseguir recursos con los que ayudar a su familia. Al año, cientos de personas embarcan en travesías como la que tenía propuesta el Villa de Pitanxo, con el fin de encontrar un salvoconducto económico. En algunos casos, los pescadores deben enfrentarse a condiciones atroces para traer el producto a España, y están alejados durante meses de su ciudad, y otros, como Samuel Koufie, de su país.
Entre las víctimas, se encontraban varios peruanos y ghaneses; todos ellos, con hijos. También, había un joven de prácticas y un veinteañero recién casado.
El Gobierno gallego también se reunió con las familias para transmitirles su pésame y anunciar el luto con una bandera con el crespón negro.