Reportaje realizado por Marta Sánchez, Sergio Aguilera, Laura Martín y Luis H. Rodríguez.
La Universidad Francisco de Vitoria (UFV) presentó en la última edición de AULA los nuevos platos para el curso 2018-19. Los grados recién cocinados que se impartirán serán Business Analytics, Ingeniería Industrial, Filosofía, Política y Economía… y Humanidades. Aunque novedosas como titulación, las humanidades son un ingrediente que acompaña a la universidad desde su origen. Todas las carreras de la UFV cuentan con una formación básica en esta rama, pero ahora será un plato por sí solo. Un plato que se podrá acompañar con una doble titulación con otras carreras. Todo un reto.
¿Para qué sirve la filosofía? Y quien pregunta por filosofía también lo hace por las lenguas clásicas –»¿por qué estudiar latín si ya nadie lo habla?»- o Bellas Artes –»¿de verdad hay que aprender a pintar?»-. Estos son solo algunos ejemplos de las preguntas que ocupan el imaginario popular cuando se habla de cualquier carrera que, a priori, pertenezca a la amplia rama de las humanidades. El director del nuevo grado de la UFV, Clemente López, no duda de la utilidad de estos estudios. «La persona que vive las humanidades está capacitada para desempeñar trabajos en cualquier dimensión de la vida profesional. A veces, necesitará un conocimiento adicional, pero otras, podrá desempeñar el papel que corresponde tradicionalmente a las humanidades, como puede ser la formación, la educación o el mundo de la cultura», concluye.
Es habitual la confrontación popular entre la ciencia y las humanidades. Muchas veces se cae en la idea de que los primeros dedican su vida a entender cómo funciona la realidad, mientras que los segundos se hacen preguntas que poco, o nada, importan a nadie. Entonces, ¿por qué ciencia y humanidades han convivido y se han retroalimentado durante toda su historia?
Ángel Barahona, director del departamento de Formación Humanística de la UFV, ve parte de la culpa en las generaciones pasadas. «El problema no es de los jóvenes, sino que los adultos no sabemos transmitir (el atractivo de) las humanidades», afirma en una entrevista a Mirada 21. Pero no todo es culpa de los padres, Barahona explica que en la actualidad se cree «que si se consigue un título se entra al mundo laboral» inmediatamente.
Isidro Catela, doctor en Ciencias de la Información y profesor de la UFV, piensa que las humanidades «no están metidas de forma cotidiana, pero ni en la educación ni en la familia ni en la cultura», dice a Mirada 21. Está seguro del valor de estos estudios y no duda en defenderlos, pero ¿qué es lo que defiende?
¿Qué son las humanidades?
«Solo sé que no sé nada». Al decir esta frase, Sócrates no sabía que se inmortalizaría. El padre de la filosofía, en la práctica, hacía algo tan simple como es preguntarse por las cosas. Desde el mismo ser hasta el universo que se encontraba sobre su cabeza. A partir de ese momento, le siguieron una serie de nombres que aún hoy en día siguen siendo imprescindibles para entender al hombre: Aristóteles, Kant, Santo Tomás…
Los primeros pasos de la comúnmente llamada «ciencia del pensamiento» terminaron por encandilar las ramas de Física, Química y Biología.
Los primeros pasos de la comúnmente llamada «ciencia del pensamiento» terminaron por encandilar las ramas de física, química y biología, algo que parece haberse olvidado. De hecho, fue Descartes el que situó la filosofía como el tronco de un árbol del que saldrían, a modo de ramas, el resto de disciplinas.
Alfonso Gotor, estudiante de 1º de Medicina en la Universidad Complutense de Madrid, tiene su opinión formada. Ante la pregunta de si la filosofía es una ciencia, Gotor es rotundo: «no es una ciencia, es más». «La filosofía es el amigo de la sabiduría, es un término inabarcable», explica el estudiante durante un coloquio con María Hernández organizado por Mirada 21, estudiante de Periodismo en la UFV y gran defensora de las humanidades.
Para Barahona, las humanidades suponen «una forma de ver el mundo». «Una forma abierta a todos los aspectos del conocimiento humano, porque creemos que no puede ser fragmentado», explica el doctor. Es una visión no muy lejana a la del joven estudiante.
¿Las humanidades están muertas?
«Dios ha muerto», escribía Nietzche en Así habló Zaratustra. Rotundo, sin espacio para ninguna duda ni debate, el filósofo alemán se atrevió a afirmar lo que, para muchos, era una blasfemia. Y en la actualidad, son muchos los que parafrasean al germano afirmando que «las humanidades han muerto».
Afirman que ya no hay grandes literatos como los que conquistaron el Renacimiento; que la gente ya no lee tanto como se hacía antaño; que en el mundo se ha dejado de lado la reflexión y el intentar entender aquello que les rodea para tan solo ver la vida con los ojos de la ciencia pura –»¿me puedes demostrar que existe Dios?»-.
«La obligación primaria de la inteligencia es desconfiar de ella misma», afirmaba el escritor y poeta polaco Stanislaw Jerzy Lec. Una frase que esconde en sus palabras la esencia de las humanidades: es más importante saber plantear las preguntas que encontrar las respuestas.
Según el informe del Ministerio de Educación, entre 2008 y 2017, las carreras de Artes y Humanidades son las segundas que más matriculados nuevos han recibido.
María Hernández, sin mencionar a Jerzy, utiliza la misma rotundidad que Nietzche para asegurar, sin querer, que las humanidades nunca podrán morir: «Para mí, la vida es pregunta».
Y, a pesar de lo que parezca, la gente aún se sigue haciendo preguntas. Según el informe del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, entre el curso 2008-2009 y el curso 2014-2015, las carreras de Artes y Humanidades son las segundas que más matriculados nuevos han recibido, concretamente, 21,8%, detrás de Ciencias de la Salud (40,7%).
Los grados de Humanidades superan a los de Ciencias Puras, que han crecido un 17,7%, y a los de Ciencias Sociales y Jurídicas e Ingenierías y Arquitectura, que han visto sus matriculados reducidos en un 12,9% y un 2,4%, respectivamente. Entonces, si el número de alumnos ha crecido, ¿por qué da la sensación de que se las maltrata?
«Porque vivimos en una cultura eficacista, pragmatista», explica Ángel Barahona. Las redes sociales, la globalización e incluso la crisis económica de 2008 han hecho que se vea con mejores ojos, de cara al público, lo materialmente útil. El término popular titulitis representa esta realidad: la necesidad que sienten las personas de validar su capacidad laboral.
Los números no mienten. En 2009, un 26,1% de la población española aseguraba leer diariamente, mientras que en 2017 el porcentaje de lectores diarios ascendió hasta el 32%, según el estudio Frecuencia en la lectura de libros, realizado por GFK. Con estos números, y según el informe, España se coloca como el segundo país con mayor número de lectores diarios por detrás de China (36%).
Un informe realizado por el Centro de Investigación Sociológicas (CIS) que recaba datos entre 2009 y 2014 indica que los lectores menos acostumbrados también decrecen. Mientras que en la primera fecha un 21,2% de la población afirmaba «no leer nunca», en 2014 el número descendió hasta el 15,2%.
¿Son las humanidades un ente incorpóreo?
«El pensar no ocupa lugar», dice el refranero español. Porque pensar pueden todos, porque la reflexión es la herramienta del ser humano por excelencia. Las preguntas, excepto que se escriban, pueden volar por el imaginario durante décadas sin invadir el espacio del resto de recuerdos.
Y esa es una de las críticas a las humanidades. «De qué me sirven a mí, que estudio cualquier carrera no relacionada directamente», es una las cuestiones más comunes que se plantea en el ideario estudiantil.
«Si excluyésemos las humanidades de las carreras, ¿podrías explicarme su sentido?», preguntaba en esta entrevista Ismael García Herrero, alumno de 3º de Gastronomía en la UFV. «Muchos alumnos no entienden o valoran la importancia (de la formación humanística) con su futura profesión (…) pero estoy seguro de que en unos años les ayudarán a ser mejores personas y profesionales», afirma rotundamente el estudiante.
Y, para demostrarlo, contesta a la pregunta de qué ingrediente serían las humanidades para la vida. «Arroz», responde. Con este plato, García Herrero describe el amplio concepto de las humanidades. «Es un reflejo de la humanidad y la vida», explica el aspirante a chef. García Herrero explica que «lo comen blancos y negros, mujeres y hombres, todas las religiones» e incluso lo compara con «la dignidad» porque todos la tienen, «aunque algunos no lo crean».
«Es como un arroz con bogavante o como el de tu vecino, que es blanco cocido, pero en esencia es arroz», compara García Herrero. Un plato sencillo, como tan solo hacerse una pregunta, que esconde decenas de ramas distintas que explotan esa base.
Al final, el humanista es un hombre total. La duda sobre su utilidad es cada vez más anacrónica. «Los seres humanos nos movemos por nuestras intenciones y lo que mueven nuestras intenciones son sobre todo las creencias más profundas, no tanto las certezas materiales, sino las certezas sobre lo que es la existencia de la vida, el por qué yo estoy en este planeta», concluye el director del nuevo Grado de la UFV. En ese sentido profundo se esconde el para qué de las humanidades.