“Si delatas a un cristiano te dan 100 monedas de plata, 200 por un hermano, y si es un padre, 300”. El padre Rodrigues emprendió su viaje a Japón con un único fin: defender la fe de los cristianos perseguidos por el inquisidor en el año 1630. Junto a otro padre como compañero de aventuras, Rodrigues llegó a la región de Nagasaki. Allí la ley estaba clara.
El inquisidor ejercía la fuerza sobre las personas que asumían la fe cristiana. Quien se iba de la lengua y anunciaba la presencia de un cristiano recibía la recompensa. En ese pueblo japonés, el silencio significaba más esperanza que miedo. El secreto era símbolo de vida para los perseguidos.
¿Qué ocurre cuando la obligación de guardar un secreto excede la parte moral y se convierte en ley? El padre Javier vive actualmente en Madrid. Aunque su vida no haya sido dirigida por Martin Scorsese, mucho ha cambiado la trama para que, a día de hoy, vista un alzacuellos como forma de entender su fe.
Gracias a su profesión, ingeniero técnico y de sistemas, el ahora padre Javier conoció al amor de su vida: una chica llamada María Eugenia, de la que se enamoró y con la que entabló una relación que acabó por convertirlos en marido y mujer. Pero la vida real no la determina el sonido de la claqueta, y su esposa murió el 2 de septiembre de 1994, de fibrosis quística, 27 días después de su ceremonia.
“Pienso que esto tenía que pasar, ella sabe que tuvo a alguien que la quiso hasta el último día y yo también lo sé”, confiesa el padre Javier. Después de la muerte de su mujer, sintió la llamada de Dios y ahora es él el intermediario de las confesiones que las personas le regalan. A diferencia de la película El silencio, de la que es protagonista el padre Rodrigues, revelar un secreto de confesión equivale a la excomunión.
“Antes, nosotros moriríamos a revelar ese secreto”, afirma el padre Javier.
“El secreto de confesión es una obligación para el sacerdote. Yo no soy más que un intermediario indigno, es Dios es el que está perdonando. Yo estoy obligado a proteger ese secreto porque no es mío lo que yo escucho”, afirma el padre Javier. Para el sacerdote, el problema que tiene actualmente la sociedad a la hora de perdonar viene determinado por la distancia que existe entre la religión y la vida de las personas. “En un mundo en el que cada vez menos la gente tiene conciencia de pedirle perdón a Dios, no me extraña que tampoco nazca el perdonar hacia el otro”, asegura el padre.
Para poder entender el valor del secreto de confesión y de otros sacramentos, los sacerdotes necesitan años de formación. Esta es la que les permite gestionar el dolor de las personas que se confiesan y evitar que este caiga sobre sus espaldas. “Hay mucho dolor humano en la confesión, pero el error sería pensar que eso cae sobre mí. No quiere decir que eso no me conmueva, pero yo no me quedo como el último depositario de eso y creo que esa es la clave para no sentirte abrumado”, afirma el sacerdote.
Para el padre Javier, el secreto de confesión tiene que ser absoluto porque es un sacramento que ha instituido el mismo Jesucristo, y es entre Dios y la persona. “Antes, nosotros moriríamos a revelar ese secreto”, afirma el sacerdote. El padre cree que él tiene el deber, en un caso extremo como un asesinato, de decirle a la persona que si quiere recibir el perdón de Dios, debe ser consecuente en justicia.
“El hecho de tener una relación con los pacientes bastante cercana hace que, traducido a tu vida fuera de la consulta, seas más fiel a ese tipo de confidencias”, afirma el médico José Manuel Pérez.
El silencio de Scorsese muestra de qué manera eran torturados los cristianos por el inquisidor para que estos negaran su fe. Lejos de cualquier cuidado médico, la sangre corría por la cabeza de los que colgados esperaban el milagro de la salvación. Las llamas ardían sobre los cuerpos vivos de los que reafirmaban creer en Cristo.
José Manuel Pérez es médico de familia en la Región de Murcia y pone al mismo nivel el secreto de confesión y el secreto médico. Para él, salvaguardar el secreto profesional es “de una importancia capital”, ya que toda la confianza que el médico entabla con su paciente se basa en ese principio. Pérez afirma que en el caso de que este se tuviese que ver vulnerado por exigencia de la ley, los intereses del paciente y los del médico estarían en el mismo lado.
José Manuel Pérez asegura que cuando los médicos hablan de un paciente nunca lo hacen con nombres y apellidos. “Siempre por un motivo profesional, como obligaciones científicas o congresos”, afirma el médico de familia. Además, Pérez reconoce que la práctica del secreto profesional también afecta a su vida diaria a la hora de guardar un secreto. “El hecho de tener una relación con los pacientes bastante cercana hace que, traducido a tu vida fuera de la consulta, seas más fiel a ese tipo de confidencias”, afirma Pérez.
Ingrid Muñoz estudia su segundo año de Medicina en la Universidad de Murcia. Aunque aún no ha dado la asignatura que muestra el significado del secreto médico, afirma que “es muy importante respetar el diagnóstico del paciente” y que evaluar si el ingresado está realmente en su conocimiento es necesario para saber si hay o no que contarle a la familia la situación médica que el paciente presenta.
“Yo soy periodista, no soy un chota de la Policía Nacional”, asegura el periodista Alejandro Requeijo.
De la trama de Scorsese a una de las últimas películas dirigidas por Steven Spielberg. Una de las escenas de Los archivos del Pentágono es para el periodista Alejandro Requeijo un resumen de cómo tiene que ser la relación del periodista con sus fuentes. En esta, Meryl Streep se da cuenta de que ha abandonado su labor periodística y que, en lugar de sacar informaciones relevantes para sus lectores, hace favores a amigos.
“Hay un momento en el que ella dice ‘vengo a pedirte consejo, no permiso’. Creo que si el periodista marca esas reglas de juego, a la larga, va a ser más beneficioso”, afirma Alejandro Requeijo. Aunque el secreto profesional del periodista está recogido en el artículo 20.1.d de la Constitución española, no hay una ley que lo promulgue. Sin embargo, para Requeijo, aunque nunca ha visto “un reproche penal” a un periodista que haya revelado una fuente, es un deber proteger a la persona que le ofrece la información. “Hay muchas formas de hacerlo, por ejemplo, avisándole de la repercusión que van a provocar las declaraciones que está dando”, afirma el periodista.
Para Alejandro Requeijo, el periodista debe limitarse a ejercer su profesión y no invadir el trabajo de otras. “Cuando Sean Penn realizó un reportaje al Chapo Guzmán, nosotros nos planteábamos que si la Policía nos preguntaba dónde habíamos estado con el mayor criminal, yo no le diría nada porque en ese momento se terminaría mi carrera como periodista. Mi trabajo es sacar noticias y el de la Policía es investigar a los malos y encontrarlos, cada uno en su parcela. Yo soy periodista, no soy un chota de la Policía Nacional”, asegura Requeijo.
Ana Cabrera estudia 2º de Periodismo en la Universidad Francisco de Vitoria (UFV). La alumna piensa que mantener el secreto profesional es lo que “forma la confianza entre la fuente y el periodista”. “Si un periodista no guarda el secreto profesional y revela una información o una fuente, ya no creerían en él”, afirma Ana Cabrera.
Al otro lado del The New York Times se sentaba la Casa Blanca a declarar ante el Supremo en Los archivos del Pentágono. La abogacía es otra de las profesiones que tiene la obligación de cumplir el secreto profesional. El incumplimiento del abogado puede conllevar hasta un delito penal y la apertura de un expediente administrativo por parte del Colegio de Abogados, que sancionaría al propio con una inhabilitación durante un periodo de tiempo.
Claudio Ramírez es abogado en la Región de Murcia. Este cree que el secreto profesional es “uno de los troncales de la abogacía”. “Al abogado se le explican muchas cosas y este tiene que guardar las noticias que conozca del propio cliente. Estas son de actuación profesional, es un deber que establece el propio código deontológico de la abogacía y la ley orgánica del poder judicial”, afirma Ramírez.
Claudio Ramírez cree que el secreto está en confiar en lo que dice el cliente y rodearse de todas las armas jurídicas para defenderlo. Aun así, el abogado puede renunciar defender a una persona en cualquier momento, siempre que no esté en el turno de oficio.
El secreto profesional del abogado se extiende antes, durante y después de la defensa. Este debe guardar la información de su cliente para siempre. Para Ramírez, es importante saber que si un abogado se informa de algo sobre una persona, siempre y cuando no la defienda, puede no guardar el secreto profesional, incluso cuando este se encuentre en trámites jurídicos.
Lydia de Prada estudia Derecho en Madrid. Para la alumna, es importante conocer que este secreto está sujeto a la vida de las personas y que, una vez muertas, esa garantía se extingue. Para De Prada, la importancia de este secreto es de vital importancia, ya que hace que el cliente o la parte involucrada pueda sincerarse totalmente con su abogado. De este modo, el profesional conocerá los hechos certeros y podrá actuar en consecuencia.
El padre Javier, el médico José Manuel Pérez, el periodista Alejandro Requeijo y el abogado Claudio Ramírez son algunos de los profesionales que comparten su vida diaria con el secreto profesional. Lejos de la película El silencio, en estos casos contar la información no tiene recompensa. Al contrario, tienen la responsabilidad legal o moral de guardar cada ápice de la información protegida.