¿Qué pasaría si nadie hubiera denunciado la hipocresía humana? ¿Y si no hubiera habido alguien que gritara en el desierto que los poderosos y los tiranos serían destronados por su iniquidad? ¿Qué pasaría si nadie colmara nuestras aspiraciones de justicia tras el sufrimiento infringido a tantas víctimas inocentes? Ante los hombres asesinados, la mujeres violadas, los migrantes ahogados y los niños famélicos que no tuvieron un trozo de pan que llevarse a la boca antes de morir de inanición.
Es más, ¿qué pasaría si la enfermedad que tanto dolor causó a ese padre de 52 años por la quimioterapia, o el dolor por ese hijo muerto en accidente de coche al salirse de la carretera solo significara eso y nada más? ¿Qué pasaría si, en definitiva, el mal tuviera la última palabra?
“La batalla del Mesías fue cruenta, porque hay mucho mal que reparar. Solo hay que ver las heridas de nuestro corazón y las de sus pies, manos y espalda antes de morir».
En nuestra existencia ha sucedido un acontecimiento que todo lo transforma. Hace aproximadamente 2016 años nació el Salvador. Un niño con capacidad de curar las heridas internas del hombre, las que provocan el odio y la violencia en el mundo. Un pequeño que abrió la puerta de la vida más allá del sufrimiento, el dolor y la muerte. En Navidad, pues, nace nuestra Esperanza ante el sinsentido, el libertador de la opresión que nos generan nuestras cadenas interiores y las de los tiranos que se han hecho fuertes y poderosos en nuestro mundo.
La batalla del Mesías fue cruenta, porque hay mucho mal que reparar. Solo hay que ver las heridas de nuestro corazón y las de sus pies, manos y espalda antes de morir. El niño que ya viene llegó para hacer la guerra, por si hay alguno que lo duda. Y la hizo, y si no que se lo pregunten a Pilatos y a Caifás, a Nerón y Domiciano y a todos los demás perseguidores de cristianos en la historia hasta Jaled al-Miwiti, el último cabecilla del Daesh.
Sin embargo, Cristo decepcionó a muchos, a todos los que creían que venía a matar con hierro y a espada, a hacer este tipo de guerra. Su única arma fue el amor. Nació pobre -en el pesebre donde dejaban las babas las vacas-, vivió pobre y murió como Dios lo trajo al mundo. Esta Navidad nace el Sentido que viene a buscarnos, el antídoto contra la desesperación. El camino para encontrar la verdadera Vida.