Los medios de comunicación de la Universidad Francisco de Vitoria (UFV) presentan Soledad en tiempos de pandemia, un reportaje que muestra uno de los grandes problemas de la sociedad, agudizado por la crisis del coronavirus. Mirada 21 Televisión, Onda Universitaria, Logosfera, Corresponsales de Paz y Mirada21.es han colaborado en el desarrollo de este trabajo.
Millones de ciudadanos se enfrentaron a la reclusión obligatoria por primera vez en el mes de marzo de 2020, cuando el Gobierno de España ordenó el confinamiento total de la población para prevenir los contagios de coronavirus. Durante este tiempo, las personas descubrieron los problemas que esta situación conlleva: horas vacías, monotonía, angustia y, en muchos casos, soledad.
La pandemia ha mostrado todas las capacidades y contradicciones de esta época. A pesar de vivir en un mundo hiperconectado donde impera la ley de la inmediatez, la actual crisis ha puesto de manifiesto que comunicarse es algo más que estar conectado. ¿Hasta qué punto la pandemia ha fomentado un incremento de la soledad? ¿Estaban los ciudadanos de 2020 preparados para este aislamiento forzado que, con mayor o menor intensidad, se ha impuesto desde el pasado mes de marzo?
Esta crisis ha provocado que el 11% de los españoles confiese sentir soledad grave, frente al 5,2% que consideraba padecerla antes de la pandemia. El dato aparece en el Informe España 2020, elaborado por la Cátedra José María Martín Patino de la Cultura del Encuentro de la Universidad Pontificia Comillas. Su director, Agustín Blanco, destaca: «La pandemia del coronavirus ha puesto imagen y voz a otra enfermedad más silenciosa que nos acompaña desde hace años y que no deja de crecer: la soledad. En la era de las redes sociales, de la hiperconectividad, son cada vez más los que se sienten solos».
El #GrupoMirada21, que engloba a los medios de comunicación de la @ufvmadrid, profundiza en la #soledad, un desafío que el #coronavirus ha puesto de manifiesto. Durante la cuarentena Encarna convivió con su marido, enfermo terminal.
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La soledad: un reto y una pandemia
«Hemos sido educados para el egoísmo, vivir para nosotros mismos, pensando que el único valor es el dinero o la salud. El abandono es el punto existencial problemático, es decir, no me tengo que ocupar del otro, no tengo que cuidar del otro, puedo prescindir del otro», afirma Ángel Barahona, director del programa de formación humanística de la Universidad Francisco de Vitoria (UFV). La soledad no deseada ha producido un fuerte aislamiento y una nueva forma de relacionarse.
Rosana Pereira, directora del centro Haztúa Psicología Positiva, cree que la soledad no es en sí «algo bueno o malo, sino que depende de cómo lo interprete cada uno». Se refiere, en este sentido, a la experiencia propia, a la gestión personal de la enfermedad, la discriminación, la vejez, el rechazo, el abandono o el fracaso.
A esa forma propia de vivir la soledad se le añade un nuevo factor que, inevitablemente, genera incertidumbre: el coronavirus. En todo caso, ante este reto también hay distintas miradas. Frente a «el otro es un infierno», de Jean-Paul Sartre, resuena con fuerza esta otra frase del papa Francisco: «Cuando el hombre se siente solo, experimenta el infierno. En cambio, cuando advierte que no está abandonado, puede enfrentar cualquier tipo de dificultad y esfuerzo». En este sentido, el papa hace siempre un llamamiento a ser con los otros, ser prójimos. Este es otro de los factores que ha puesto de manifiesto la pandemia. «Estos tiempos tan terribles ponen en evidencia, una vez más, esta dimensión tan profunda y radical de la persona de que está hecho para el otro», asegura Cecilia Castañera, directora del Instituto de Acompañamiento de la UFV.
«Estamos dentro de un sistema donde somos instrumentos del otro. Es una nueva oportunidad para construir una defensa más estable», afirma la psicóloga Susana Martínez. El ser humano puede estar a solas, pero no sentirse solo, ya que la persona es esencialmente relacional y necesita de los demás para alcanzar su plenitud. Esta es la tesis que mantienen los obispos de la provincia eclesiástica de Pamplona y Tudela, que, en una carta pastoral publicada en noviembre, afirman: «La soledad solamente se puede vencer con relaciones firmes caracterizadas por el don y la acogida». Es algo que parece especialmente relevante en un país como España, donde, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), hay 4,7 millones de hogares unipersonales. El informe La soledad en España, elaborado por Juan Díez Nicolás y María Moreno Páez, distingue entre las personas que viven solas de manera voluntaria (un 59%) y los «obligados» (un 41%). Aunque en ambos grupos predominen los hombres, en el segundo son principalmente viudos, profesionalmente no activos y con una edad superior a los primeros. Los «solos voluntarios» parecen ser los más relacionados y los más sociables, al contrario que los «solos involuntarios».
Ángel Barahona: «El problema ha sido que el capitalismo y el marxismo, que son hermanos gemelos, han logrado disolver a la familia».
Hay consenso en el hecho de que la soledad es un problema social y, por tanto, debe ser tratada por las instituciones públicas, como el recién creado Ministerio de Soledad en Reino Unido. Sin embargo, parece que es la familia la que debería encargarse de los allegados que se sientan solos. «El problema ha sido que el capitalismo y el marxismo, que son hermanos gemelos, han logrado disolver a la familia”.
Además, ha atomizado y convertido a los seres que se deberían amar y entregarse, el uno al otro, en individuos atómicos convertidos en aparatos del Estado», señala Barahona. Esta realidad choca con los valores que promueve la carta pastoral de los obispos: «El acompañamiento fundamental lo proporciona ante todo la propia familia y el entorno de amistades del paciente».
La soledad puede ser interpretada como una causa de pobreza, quizá la más propia de las sociedades occidentales. Santa Teresa de Calcuta, quien conoció la pobreza más extrema y dedicó su vida a luchar contra ella, reconoció que en pocos lugares había visto tanta miseria como en las calles de Nueva York. «La soledad y el sentimiento de sentirse no querido… es la pobreza más terrible», destacó.
Puede que el coronavirus no haya hecho más que poner luz a un drama que los países occidentales arrastran desde hace años y que tiene causas muy complejas. «La individualidad es la causa sociológica de una soledad no querida», afirma Barahona, para quien la clave pasa por poner a la persona en el centro, cuyo «sentido originario es la relación con el otro y no consigo misma».
Soledad en tiempos de pandemia puede leerse y cuenta con contenidos adicionales como entrevistas, audios y vídeos que recogen las intervenciones completas de todas las fuentes que han dado forma a este reportaje multimedia.