El número de mujeres menores de 18 años que son víctimas de maltrato ha aumentado un 28,6% respecto a 2021, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). El 20% de los jóvenes cree que golpear, insultar o controlar el teléfono de su pareja no son conductas de maltrato ni violencia de género, según una encuesta del Macroestudio de Violencia de Género. Esta ha sido realizada por Antena 3 y la Fundación Mutua Madrileña a un total de 6.275 encuestados, el 52% fueron mujeres y el 48%, hombres.
Las actitudes que los participantes consideran maltrato, en mayor medida, son obligar a la pareja a mantener relaciones sexuales, empujar o golpear, amenazas verbales, insultos y menosprecios ante conocidos. Además, el estudio muestra una mayor preocupación y concienciación sobre la violencia de género en las mujeres que en los hombres. El 78% cree que este problema está muy extendido, y el 82% considera que es grave.
Perfil del agresor
Entre las características de los maltratadores, destacan la actitud dominante, agresiva y manipuladora. A través del victimismo consiguen que su pareja haga lo que ellos quieren. Además, tienen una baja autoestima que disimulan, y provocan que su pareja pierda el amor propio que tiene. Son narcisistas y al maltratar hacen que su pareja esté por debajo de ellos. Algunos de estos presentan un problema con el alcohol y las drogas. Suelen ser educados y simpáticos en el exterior, y es con la pareja con la que ejercen la violencia, en la mayoría de los casos.
Son rígidos de pensamiento, por lo tanto, hay que hacer todo como ellos desean. “En cuanto se hacen de otra manera se enfadan porque no aceptan la frustración del cambio. No tienen capacidad para aceptar un fallo, no piden perdón, y si lo piden siempre es con el objetivo de recuperar a la víctima”, afirma la psicóloga. Asimismo, están muy polarizados.
Algunas de las razones por las que las víctimas no denuncian son la dependencia emocional, los hijos, la vergüenza o el miedo. En ocasiones, las parejas no denuncian porque sienten lástima por ellos.
“Yo lo pasé muy mal, sobre todo por mis hijas. Me arrepiento del terror que sentía por la posibilidad de quedarme sin mis hijas y mi casa, porque con el tiempo te das cuenta de que es un error pensar eso. Por los hijos es por lo primero por lo que hay que separarse”, cuenta una mujer que fue maltratada durante años por su entonces pareja. “Mis hijas y yo vivíamos con mucho terror cada vez que mi exmarido llegaba a casa”. Cuando oían la llave abriendo la puerta se ponían nerviosas porque no sabían con qué humor iba a entrar el hombre en la casa.
Otras veces, cuando la mujer llegaba a casa de trabajar o de hacer la compra, él salía de debajo de la cama o del armario porque se había escondido. “Siempre estábamos con mucho miedo y con cuidado de no hacer nada que le molestara”. Todo esto comenzó cuando todavía eran novios, pero empeoró cuando se fueron a vivir juntos. Se fueron a vivir a un piso donde su pareja tenía el pensamiento de que todos los vecinos se sentían atraídos por ella.
“Me daba mucha rabia cuando me decían: tú con el carácter que tienes, ¿cómo dejabas que te pegara?. Eso no se le puede decir a una mujer maltratada, porque ni nosotras lo sabemos. Y como dicen mis hijas, gracias a mi carácter mi exmarido no me mató de una paliza, porque yo me defendía como podía”, explica la mujer. “A las personas que están en esta situación y no saben cómo salir les digo que pidan ayuda”. Hoy en día hay muchas ayudas y psicólogos que pueden ayudar a estas mujeres a superarlo para que puedan continuar con sus vidas.
Proceso terapéutico de las víctimas
Las personas que han sido maltratadas llegan a las consultas con una autoestima muy baja. Muchas tienen depresión y ansiedad. Esto se debe a que el maltratador se ha encargado durante años sistemáticamente de generar esta inseguridad en la víctima. “Como el maltratador se empeñe en volver con ella, normalmente la maltratada vuelve con él”, afirma una psicóloga clínica. “Es muy difícil escapar de un maltratador”, ha añadido. Muchas dejan la terapia para volver a estar con su agresor. Más tarde vuelven a dejarlo y comienzan la terapia de nuevo. “Es una sucesión de idas y venidas. La terapia es muy larga y a veces no es fructífera porque en muchos casos depende de que el maltratador suelte a la víctima», explica la profesional.
La terapia que se ha demostrado que funciona es la cognitivo conductual. Esta es la que se emplea en las consultas y se basa en trabajar la parte cognitiva, que se refiere a los procesos psicológicos, y la conductual, que hace referencia a la conducta y el aprendizaje. Coloquialmente es llamada terapia de conversación.
Proceso terapéutico del agresor
“Normalmente, el maltratador no va a terapia de forma voluntaria, salvo por presión”. Puede ser presión judicial o de la pareja. «La terapia del agresor suele ser complicada y sin resultados muy efectivos si acude por presión», manifiesta la psicóloga. Se trabaja la autoestima, la reestructuración cognitiva, es decir, las ideas que tiene sobre lo que su pareja tiene que hacer, y también el autocontrol.