Podemos celebra este fin de semana el congreso interno más determinante de su corta historia política. Vistalegre II redefinirá el rumbo de la formación morada y, previsiblemente, confirmará el divorcio de unas de las parejas políticas más exitosas de los últimos años. Tras la marcha de Juan Carlos Monedero en 2015 y de Carolina Bescansa hace unos días, todo apunta a que solo puede quedar uno: o el dogmático y carismático Pablo Iglesias o el trasversal y pragmático Íñigo Errejón.
Todo comenzó en mayo de 2011, cuando miles de personas salieron a la calle indignadas por la profunda crisis económica.
Pero, ¿cómo ha llegado hasta aquí el partido que prometió «asaltar los cielos» hace poco más de dos años? Todo comenzó en mayo de 2011, cuando miles de personas salieron a la calle indignadas por la profunda crisis económica que atravesaba España. La ocupación de la Puerta del Sol de Madrid y las manifestaciones contrarias a las medidas del presidente José Luis Rodríguez Zapatero, la corrupción y la incapacidad de la clase política del momento, daban origen al denominado 15M.
Primeros éxitos
Entre aquella masa de gente cabreada se encontraba el grupo de profesores que fundaría Podemos en enero de 2014. Cuatro meses después, llegaba el primer éxito de la formación morada al conseguir cinco escaños en las elecciones europeas. Aquel 25 de mayo, se convertía en el cuarto partido del país, y en octubre alcanzaba los 200.000 afiliados y se situaba primero en intención de voto en las encuestas. Pocos meses después, en enero de 2015, en pleno despegue, Podemos reunió en Madrid a 100.000 personas en la llamada Marcha del cambio.
Tras las europeas, se convertía en el cuarto partido de España, alcanzaba los 200.000 afiliados y se situaba primero en las encuestas.
Sin embargo, el exitoso partido sufriría una baja importante a las primeras de cambio. A tres semanas de las elecciones autonómicas y municipales de marzo de 2015, Juan Carlos Monedero, uno de los padres del partido y el principal referente ideológico desde la fundación, dimitió como número tres. El dirigente había sido acusado de no estar al día con Hacienda y tuvo que presentar una segunda declaración de la renta. La versión oficial fue «la pérdida de frescura» y la deriva excesivamente pragmática de la formación.
‘Gobiernos del cambio’
La pérdida política de uno de los padres de Podemos no tuvo consecuencias en las elecciones autonómicas y municipales de 2015. La formación morada, mediante sus diferentes marcas electorales, consiguió gobernar gracias al apoyo del PSOE en ciudades como Madrid, Barcelona, Santiago de Compostela o Cádiz, y fue clave para la llegada de los socialistas al poder en muchas autonomías. Meses después, los buenos resultados llegaban a Andalucía y a Cataluña, aunque no fueran suficientes para gobernar.
En las elecciones del 20 de diciembre de 2015, Podemos consiguió 69 escaños y más del 20% de votos.
En las elecciones generales del 20 de diciembre de 2015, el éxito rotundo de Podemos resultó ser para muchos un fracaso, ya que lo obtenido no se correspondió con lo esperado. La formación no asaltó La Moncloa ni logró el sorpasso, pero sí sumó 69 escaños y superó la barrera del 20% de votos. Unos resultados que la colocarían dentro de esas mismas instituciones que siempre habían criticado desde sus inicios como partido.
Rencillas por el poder
En marzo de 2016, Pablo Iglesias destituía al secretario de Organización, Sergio Pascual, por una «gestión deficiente». Pablo Echenique sería su sustituto. La decisión del secretario general de Podemos no solo consistía en un golpe de autoridad, sino que dejaba entrever la incipiente crisis interna entre las diferentes corrientes que conformaban el partido. El destituido Pascual formaba para del sector errejonista, mientras que Echenique, su sucesor, comulgaba más con las tesis de Iglesias.
La coalición de Podemos con Izquierda Unida en las últimas generales no obtuvo los resultados esperados.
El 26 de junio, después de que PSOE y Podemos fracasaran en su intento de formar Gobierno, se llegó a unas nuevas elecciones generales. El cielo parecía cada vez más lejos. La curva ascendente en votos de la formación se detenía a pesar de lograr 71 escaños, dos más que en las elecciones de diciembre. La coalición con Izquierda Unida, con la que se esperaba lograr un millón de votantes más, resultó ser un fracaso y Podemos se quedó prácticamente como estaba.
En fuera de juego
En septiembre de 2016, Podemos sufrió un nuevo varapalo electoral. En las elecciones de Galicia, la formación morada no impidió la mayoría absoluta del Partido Popular y se quedó con 14 escaños, los mismos que el PSOE. Mientras que en el País Vasco pasaron a tener 17 diputados, aunque resultaron ser irrelevantes para que el Partido Nacionalista Vasco siguiera manteniéndose en el poder. En el plano nacional, el acuerdo entre el Partido Popular, Ciudadanos y el PSOE para que España tuviera gobierno los ha dejado prácticamente en fuera de juego.
El acuerdo entre el PP, Ciudadanos y el PSOE para que España tuviera Gobierno ha dejado a la formación sin mucho margen de maniobra.
Una de las penúltimas manifestaciones de la división interna en Podemos se pudo comprobar el pasado mes de noviembre en las primarias a la Secretaría General de la Comunidad de Madrid. El candidato de Pablo Iglesias, Ramón Espinar, logró imponerse con holgura a la errejonista Rita Maestre. Lo que provocó la fulminante destitución del portavoz de la formación en la Asamblea de Madrid, José Manuel López, que era partidario de los derrotados.
A días de verse las caras en el congreso de Vistalegre, los dirigentes de Podemos ya no se esconden. El enfrentamiento entre anticapitalistas, errejonistas y pablistas ha dejado una última víctima. Carolina Bescansa, una de las fundadoras de Podemos, abandonó este martes todos sus cargos en la formación en medio de lo que ha catalogado como «choque de trenes». Vistalegre II decidirá quién tiene razón. Lo que sí es cierto es que tres años después de la irrupción de la llamada nueva política, todo parece seguir los pasos más clásicos de la lucha por el poder.