La población siria continúa sufriendo los estragos de la guerra que asola el país desde hace siete años. 440 civiles han perdido la vida en la Guta Oriental, según informa el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, de los cuales 99 eran niños y 63, mujeres. Desde el pasado domingo, el ejército afín a Bashar al Assad ha realizado decenas de bombardeos en la zona, que se encuentra a las afueras de Damasco, capital de Siria. El Observatorio también ha indicado que el número de heridos ascienden ya los 2.300 y, según informa la ONU, aún hay alrededor de 400.000 personas recluidas en la zona sin posibilidades de salir.
La situación que se vive en las inmediaciones de la capital ha llegado a internacionalizarse, igual que durante los bombardeos de Alepo o en las ofensivas de EE.UU. a la ciudad antigua de Mosul. Mientras que el medio sirio Al Watan advierte de que estos bombardeos no son más que «una previa» a una auténtica ofensiva que tiene como objetivo «limpiar» el territorio colindante con Damasco; el Gobierno de Rusia, principal aliada del mandatario sirio, afirma que se trata de una respuesta a las «decenas de misiles que envían diariamente» los opositores.
Guta Oriental, junto a Yarmuk, Fua y Kefraya, es uno de los pocos territorios que continúan bajo control rebelde. Según el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, el principal problema que hay en la zona es la incesante actividad del grupo terrorista Frente al Nusra, la escisión siria de Al Qaeda. Grupo al que acusa de las muertes por «mantener como rehenes a los civiles».
Dificultades para un acuerdo
Frente a la «terrible» situación que se vive en Guta Oriental desde el pasado domingo, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, ha reclamado al Consejo de Seguridad un cese inmediato de la violencia. La petición llega tras dos semanas en las que el Consejo ha sido incapaz de llegar a un acuerdo, principalmente, para detener los ataques y que así puedan entrar los servicios sanitarios y ayudar a la población civil.
El último intento de tregua se produjo el jueves 22 de febrero, impulsado por Suecia y Kuwait, durante una reunión de emergencia del órgano internacional. Un intento que el representante permanente ruso, Vasily Nebenzia, detuvo pero sin cerrar la puerta.
«¿Dónde están las garantías de que los grupos armados respetarán esta tregua humanitaria (en referencia a los enclaves terroristas) y no seguirán bombardeando los barrios residenciales de Damasco? Esas garantías no nos las dan», respondió Nebenzia en el Consejo de Seguridad. Además, el embajador ruso afirmó que el objetivo de la prensa e instituciones internacionales era el de «difamar a Rusia» y «aumentar la presión» sobre Al Assad.
A pesar de ello, tanto Nebenzia como Lavrov han asegurado que apoyarán una tregua con algunas condiciones. El ministro de Exteriores ruso ya dejó claro que su país no aceptaría ninguna paz en la que se incluyeran los grupos terrorismo como el autodenominado Estado Islámico o Al Nusra. Mientras que Nebenzia explicó frente al Consejo de Seguridad que ellos propondrían «una fórmula» que garantizase una tregua «real» para todos los que estén «dentro y fuera de Guta Oriental».
Una respuesta que ha provocado que el presidente francés, Emmanuel Macron, y la canciller alemana, Angela Merkel, contactasen directamente con su homólogo en Moscú, Vladimir Putin, para intentar desatascar la situación. El embajador sueco también ha instado al Consejo de Seguridad que «se una y asuma su responsabilidad» con el fin de evitar «urgentemente» un empeoramiento de la situación.