Evergrande es una promotora inmobiliaria china y se encuentra entre las empresas más importantes del mundo (en el puesto 122 según la clasificación de la revista Fortune). Se estima que proporciona empleo directo a 200.000 personas, e indirecto, a 3,8 millones. Tiene 1.300 proyectos inmobiliarios en 280 ciudades chinas, pero la deuda de la empresa asciende a un total de 300.000 millones de dólares.
Sin embargo, los problemas económicos acechan a Evergrande, que no pudo asumir el coste de un bono en dólares valorado en 83,5 millones de dólares, el pasado 24 de septiembre. El plazo para devolver esta deuda caduca dentro de 30 días. Si no se resuelve en ese plazo, la empresa entrará oficialmente en quiebra técnica.
El Gobierno chino deniega el rescate
Evergrande es la empresa inmobiliaria más grande de China. Solo 44 países en el mundo tienen un PIB superior a la cifra de la deuda total de la compañía. Su deuda supone un 6,5% de todo el mercado inmobiliario chino. Si Evergrande quiebra, los efectos se expandirán por todo el mercado. A pesar de estas consecuencias, el Gobierno chino es reacio a intervenir. Fue el propio Ejecutivo quien contribuyó a poner a la compañía en esta situación, al implementar una serie de medidas que afectaron al mercado inmobiliario chino, denominadas «las tres líneas rojas».
Los tres requisitos que China plantea son los siguientes: En el primero, se exige a los promotores que pongan freno a su endeudamiento, la ratio entre pasivos y activos debe ser inferior al 70%. Es decir, que los fondos propios sean, como mínimo, de un 30%. La segunda norma es que el total de deudas ha de ser igual o inferior a los fondos propios. Por último, la tesorería en relación con las deudas que vencen a corto plazo debe ser mayor que uno. Es decir, que los promotores inmobiliarios han de tener tesorería o equivalentes a tesorería por encima del volumen de sus vencimientos de deuda a corto plazo.
Si cumplen con estos tres criterios, el Gobierno chino permite que la deuda de la empresa crezca al ritmo del 15% anual. Si cumplen solo con dos de estas condiciones, se limita la deuda anual al 10%. Y si cumple con una, se autoriza una deuda del 5%. Si no cumple ninguno de estos requisitos, se prohíbe a la empresa continuar endeudándose. El objetivo es una progresiva desinversión en el sector para pinchar la burbuja inmobiliaria que se ha formado en China.
Evergrande incumple todos estos criterios, por lo que ha tratado, sin éxito, de reducir su deuda al mínimo para lograr la aprobación del Gobierno. A pesar de sus dimensiones, la mayoría de activos de los que dispone la compañía no pueden generar liquidez, ya que la mayoría de los 1.300 proyectos inmobiliarios de Evergrande no están terminados. De las 280 ciudades, pocas se corresponden con las principales localidades del país. La empresa no cuenta, por lo tanto, con un método rápido de generar dinero para asumir sus deudas.
“Prosperidad compartida”
La nula intervención del Gobierno chino en la crisis de Evergrande no está motivada en exclusiva por intereses económicos. “Lograr la prosperidad compartida no solo es un asunto económico, es un importante tema político que se relaciona con la fundación del partido para gobernar”, declaró el presidente del Partido Comunista Chino, Xi Jinping, en enero. “No podemos permitir que parezca un abismo infranqueable entre los ricos y los pobres”, zanjó Xi.
El objetivo del Gobierno chino es consolidar una clase media más amplia y distribuir la riqueza de las grandes fortunas, en respuesta a las críticas y demandas de la sociedad. Algunas de las personas más ricas del país, como el dueño de la empresa Alibaba, Jack Ma, se han alineado con el Gobierno. Para Ma, es “responsabilidad y deber” de los empresarios luchar por la “prosperidad compartida”. El pasado 3 de septiembre, Alibaba anunció una inversión de 15.500 millones de dólares en proyectos para compartir la riqueza.
Cambio de modelo después de 2008
La caída de la estadounidense Lehman Brothers, que precipitó la crisis financiera de 2008, replanteó el modelo económico chino. Hasta ese año, gran parte del PIB del país provenía de las exportaciones a Occidente. Tras la crisis y la consiguiente disminución de la demanda en exportaciones, China se centró en el comercio interno. De este modo, el país logró disminuir hasta el 1% la representación de las exportaciones en su PIB en el año 2018.
La caída de las exportaciones supuso una gran pérdida de capital sin el que el país no podía mantener el ritmo de crecimiento. China recurrió entonces a los préstamos, el Gobierno incentivó a los bancos y la deuda de las empresas creció exponencialmente.