El Comité Olímpico Internacional (COI) ha decidido que en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 vuelva a participar un equipo de refugiados. Será la segunda vez que lo hagan, la primera fue en Río 2016.
A diferencia de lo que ocurrió en los Juegos Olímpicos de Rio, que como el propio presidente admitió, el equipo se organizó con poca antelación y “bajo mucha presión”, esta vez tendrán dos años para prepararlo. Gracias a esto, el número de atletas refugiados aumenta de 10 (Río 2016) a 51 (Tokio 2020), aunque “esto puede aún crecer”, según comunicó Thomas Bach.
«En un mundo ideal, este equipo no debería existir»,admitió Bach.
El COI considera que la situación mundial no ha cambiado desde los pasados Juegos Olímpicos, por lo que ve necesario que el equipo de refugiados vuelva a estar presente en Tokio 2020. El objetivo de esta iniciativa es cobijar a los refugiados y lanzar un mensaje de solidaridad y esperanza al resto de deportistas que han tenido que huir de sus países por culpa de guerras o conflictos políticos. «En un mundo ideal, este equipo no debería existir, pero, desafortunadamente, persisten las razones por las que creamos por primera vez un equipo olímpico para refugiados antes de los JJ.OO. de Río 2016», sostuvo Thomas Bach.
En septiembre de 2017, el COI creó la Fundación Olímpica para Refugiados para idear proyectos seguros y accesibles, organizados por Deporte para la Protección.Se trata de una serie de programas que se centran en que el deporte es una forma de proteger a los jóvenes desplazados de la violencia, la explotación o el abandono.
Los Juegos Olímpicos de los refugiados.
La participación del equipo de refugiados en los Juegos Olímpicos de Río sirvió para dar voz a un problema que, según el Acnur (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados), afecta a 68,5 millones de personas: 40 millones de personas desplazadas internamente, 25,4 millones de personas refugiadas y 3,1 millones de solicitantes de asilo.
Las experiencias vividas por los deportistas dieron a conocer las dificultades que tienen que superar las personas que abandonan sus países huyendo de la situación en la que se encuentran.
El caso más llamativo fue el de la joven nadadora siria Yusra Mardini. Su casa fue destruida en la guerra civil siria, y en agosto de 2015 decidió huir junto a su hermana. Pasando por Líbano, llegaron a Turquía, donde se embarcaron en un bote con otros 18 refugiados. Durante el trayecto, el motor dejó de funcionar y Mardini empujó la embarcación durante tres horas hasta llegar a la isla griega de Lesbos. Ahora está asentada en Alemania con toda su familia, que también huyó de la guerra.
Yolande Mabika admite no recordar los rostros de sus familiares. Tanto ella como Popole Misenga huyeron de la guerra de Congo y pasaron gran parte de su infancia en un centro para niños desplazados. En 2013, participaron en el Campeonato del Mundo de Yudo en Río de Janeiro, y decidieron quedarse.