La Real Academia Española (RAE) ha añadido el término posverdad al diccionario. La academia ha acuñado a la palabra la siguiente definición: “Distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales”. Es un significado que trata de englobar la realidad que representa la palabra.
Desde su creación, popular, en 2010, el término se ha relacionado con el populismo político y con las archiconocidas fake news (noticias falsas). Pero, ¿de dónde viene la palabra posverdad? Si ya existía el término desinformación, ¿qué añade posverdad? Y en esencia, ¿hay alguna diferencia entre posverdad y mentira?
Origen de la palabra posverdad
La palabra posverdad proviene de la acepción inglesa “post-truth” y es considerado su neologismo. Este término nació en 1992, de la mano del dramaturgo serbio-estadounidense Steve Tesich, en un artículo publicado en la revista The Nation. Decía lo siguiente: «Lamento que nosotros, como pueblo libre, hayamos decidido libremente vivir en un mundo en donde reina la posverdad». Tras años con esta palabra en la recámara, volvió a utilizarse en las elecciones de EE.UU. en las que ganó Donald Trump y en la cuestión del Brexit. El término apareció en el libro de Ralph Keyes, La era de la posverdad, en el año 2004 y fue utilizado por el comediante Stephen Golbert para referirse a aquello que se percibe como verdadero, sin ser necesariamente cierto. En España se pudo ver este término por primera vez, en el año 2003, en el libro de Luis Verdú titulado El prisionero de las 21.30.
Según el presidente de la RAE, la posverdad «apela a emociones, creencias y deseos».
A lo largo de los años, surgen nuevos vocablos, posverdad está en su momento álgido. Ha sido galardonada como palabra del año en 2016 por la Universidad de Oxford. En España, la RAE acaba de incluir el término, junto a 3.000 acepciones más, aproximadamente, al diccionario de la lengua española. Esto no es una sorpresa porque el propio Darío Villanueva, presidente de la RAE, ya adelantó en el mes de julio que esta palabra sería incluida en el diccionario de forma casi inmediata. Ese mismo día afirmó que la posverdad hace referencia a que “las aseveraciones dejan de basarse en hechos objetivos, para apelar a las emociones, creencias o deseos del público”.
Desinformación antes que posverdad
La posverdad ya existía antes de las fake news y del auge de los populismos. El término «desinformación» precede a esta «mentira moderna». Gabriel Galdón López define en su libro Desinformación. Método. Aspectos y soluciones esta otra terminación como “la acumulación de hechos redundantes, sin sentido, homogéneos, trivializados y fragmentados; la visión parcial o superficial de la realidad; el egoísmo individualista; una visión artificial de la realidad o la sacralización de la opinión”.
El exceso de datos que existe ahora, gracias a la gran enciclopedia on line que es Internet, las nuevas herramientas, como Photoshop, o las noticias sacadas de contexto son algunos de los factores que han hecho que la mayoría de los expertos hayan identificado esta época como la era de la desinformación.
«Una sola palabra condiciona una noticia», afirma Humberto Martínez-Fresneda.
Esta polémica ha hecho que el rol del periodista se vea cada vez más cuestionado. En palabras de Humberto Martínez-Fresneda Osorio (director del Grado de Periodismo en la Universidad Francisco de Vitoria): “Con una sola palabra en la redacción de una noticia ya nos condicionan”.
El problema es que no solo las palabras condicionan al periodista, también las mentiras. Casos como el de Stephen Glass, el reportero intrépido que llegaba a los lugares más recónditos y conseguía siempre las mejores fuentes para The New Republic, fue uno de los más sonados. Era la envidia de sus compañeros y una auténtica eminencia en la profesión, hasta que sus inventivas fueron descubiertas, la mayoría de sus reportajes eran historias de ficción, nacidas de su propio ingenio.
El escándalo de Glass no fue el único, pero su adaptación cinematográfica lo convirtió en el más conocido. Dejó la veracidad de los periodistas por los suelos. Otro ejemplo de manipulación de la información es el de las cortinas de humo, una maniobra que ha sido utilizada a lo largo de la historia por los medios de comunicación para manejar el pensamiento popular de manera indirecta. Consiste en utilizar una información, que puede o no ser cierta, a modo de distracción, para desviar la atención de la población de un escándalo público o de una noticia desfavorable.
Las cortinas de humo sustituyen a los problemas reales.
El periodista español Luis Alejandre relaciona esta técnica con el humo de las fábricas que en la Primera Guerra Mundial ocultaban los despliegues, avances y asentamientos de armas. “Las cortinas de humo son buenas sustitutas de los problemas reales, pero manosean la verdad e inquietan a la población”, explica el comunicador.
Un ejemplo de cortina de humo reciente se dio durante la campaña electoral estadounidense contra ambos bandos. Contra el Partido Demócrata, a pocos días de las elecciones, se filtró la noticia de unos correos electrónicos que la candidata Hillary Clinton había borrado y que podrían contener información confidencial sobre el Gobierno estadounidense. Este hecho fue noticia mucho antes de que comenzara la campaña electoral, pero el FBI informó de que estaba siendo investigada a pocos días de las elecciones. Parece ser que esta fue una de las razones que, finalmente, hicieron perder a la candidata demócrata.
A pesar de ser una palabra con varios años de vida, sus abusos y resultados llevan vigentes aún más tiempo. Dañan la imagen del periodista y hacen que pierda importancia su figura para los ciudadanos a la hora de informarse.
¿Posverdad… o mentira?
Las fake news, que bien podrían ser noticias falsas, y la posverdad son dos términos que, en la actualidad, están en boca de todos. ¿Pero hay diferencia real entre la palabra recientemente añadida al diccionario o, simplemente, es una mentira?
En comparación a la definición de posverdad, antes expuesta, mentira es: “Expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, se piensa o se siente”. Según los significados académicos, la diferencia entre una y otra es la intención con la que se realiza. En una, hay un fin manipulador. En otra, no hay fin alguno.
“Yo creo que cuando hablamos de posverdad, hacemos referencia a lo contrario a la verdad”, explica Isidoro Jiménez, profesor de Relaciones Internacionales de la UFV y periodista. “Y cuando algo es contrario a la verdad, es mentira”, enfatiza.
Llamar posverdad a la mentira es «entrar en el mismo juego».
Una de las primeras definiciones de la palabra se refería a la posverdad como “afirmación contraria a la verdad”. Es decir, algo que es mentira. En 2010, David Roberts acuñó el término a la negación del cambio climático. Desde entonces, la palabra ha virado hacia el ambiente político y las campañas populistas. Una forma de llamar a la mentira que, según Jiménez, es entrar “en el mismo juego” que denuncia.
“Es darle un nombre bonito a la mentira”, simplifica el profesor. “Es un término que utilizamos ahora porque se ha puesto de moda”, resume Isidoro Jiménez, quien también explica que la palabra mentira “suena muy fuerte”. “Posverdad lo puedes poner en minúsculas, mentira parece que siempre va en mayúsculas”, sentencia.
Pero la apariencia no es el único motivo. Jiménez también da cierta responsabilidad a la Sociedad de la Información. “La posverdad siempre ha existido (…) Lo que ocurre es que antes era una élite selecta la que podía manipular la información, en la actualidad cualquier grupo de personas puede hacerlo a través de las redes sociales”, explica el profesor, poniendo como ejemplo las conocidas fake news.
Además, Isidoro Jiménez destaca la “lluvia de datos”. “La información masiva no es conocimiento, que te lleva a entender las cosas. Ahora falta reflexión, entendimiento y compresión de las cosas que están sucediendo y de las que han sucedido, no llegas a conocer las cosas”, concluye.
«La posverdad es un intento de crear una nueva realidad», afirmó Andreu Jaume.
Aun así, hay personas que no están de acuerdo con esta idea. Durante una entrevista a El Periódico, cuatro autores, de los 14, de la obra En la era de la posverdad defienden la tesis contraria. Jordi Gracia, de la Universitat Pompeu Fabra, afirma que es “la toma de conciencia del instrumento” la diferencia entre posverdad y mentira. Tal y como él la define, es que “se ha convertido en una rutina normalizada” en las prácticas políticas.
Incluso uno de sus compañeros no ve distinción. “A mi entender, no hay ninguna diferencia entre mentira y posverdad”, afirma en la entrevista Andreu Jaume. Para él, el término posverdad “es un intento de crear una nueva realidad” y la concepción que tiene el embaucador. Lo resume así: “La verdad es difícil y el mentiroso lo sabe muy bien. La posverdad es un simulacro que intenta acabar con esta tensión”.
Elaborado por el Marta Sánchez, Laura Martín, Sergio Aguilera y Luis H. Rodríguez.