«Dios es amor, y yo lo he visto»

- Desmarcar - 15 de marzo de 2023
Gustavo Aristimuño. Foto propia
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Alrededor del mundo hay innumerables personas con testimonios relacionados con cómo Dios y la fe les han cambiado de una forma u otra. Y no hace falta irse a otro país para conocer alguna de estas historias. Sin ir más lejos, en la Universidad Francisco de Vitoria (UFV) estudian alumnos que, por algunas circunstancias, han tenido que vivir eventos en su vida no muy agradables, pero que les han hecho encontrarse con Dios.

Gustavo Aristimuño, alumno de 1º de Biotecnología en la UFV, nació en Venezuela en el año 2003. Se mudó a España en 2018, y ha sido colaborador del Regnum Christi durante un curso (2021-2022) en el Colegio Highlands los Fresnos, en Madrid. Su vida de fe ha sufrido varios baches, y ahora cuenta su historia y cómo ha podido superar todas las adversidades.

¿Cuál es el acontecimiento que más le ha marcado de su vida?
Cuando me secuestraron, de pequeño. Cuando tenía 13 años apareció una persona con una escopeta en la finca de mi padre, apuntando al puesto del coche en el que me encontraba, y obligándome a bajar de él. Y, mientras estaba caminando, me daba golpes.

¿Sentía a Dios presente en él?
Al comienzo no. Luego, por el miedo y la angustia, decidí refugiarme en Él durante ese momento. Pensé: “si ya me toca, o si ya es lo que quiere de mí, pues que así sea… Pero, si puede ser que no, rezo para que no”.

¿Qué significó ese secuestro en cuanto a su vida de fe? ¿Afectó a su relación con Dios?
Yo creo que sí afectó, la verdad, pero positivamente. Al comienzo sí es verdad que yo a Dios lo tenía muy alejado. Antes del secuestro, era como el típico niño en plena rebeldía, viviendo mi momento de separarme un poco de Dios. Pero sí es verdad que desde de que pasó eso, me afectó positivamente. Le volví a encontrar. Siento que el secuestro era un mal necesario en mi vida.

¿Qué sucedió en su vida tras el secuestro?
Los primeros tres años tras lo sucedido desarrollé unos pequeños traumas… Traumas de miedo a las armas y a que la gente se me acercara sin yo verlos hacerlo. Reaccionaba de una forma, no violenta, pero sí muy a la defensiva. Después de haberlo asumido y aceptado, entendí que esto que me pasó era una oportunidad de contar un testimonio de vida sobre cómo Dios está presente tanto en las buenas como en las malas. Y, debido al secuestro, mi familia asumió que Venezuela no era un lugar seguro, y por ende terminé viajando a España, que es donde estoy viviendo ahora.

¿Cómo vivió esos primeros años en España? ¿Cómo fue su relación con Dios durante esos años?
Pues la verdad que cuando llegué a España se me olvidó en parte lo del secuestro, y por ende también se me olvidó Dios al comienzo. No lo tenía tan presente en mi vida como lo tenía en Venezuela. Pensé que era como: “Vivo en otro sitio, vida nueva». Para luego darme cuenta de que no es así, de que sigo siendo yo. Que me haya mudado a España no significa que no haya pasado por ese secuestro: pasó, y cambió mi vida. Luego cuando estuve acá, perdí de vista a Dios. Pero dándome a conocer a través de un montón de actividades de parte del Regnum Christi, le redescubrí, le reencontré. Y por ello decidí darle un año de mi vida.

¿Por qué decidió hacerse colaborador del Regnum Christi, y en qué consiste exactamente?
Decidí hacerme colaborador, principalmente, al darme cuenta de lo bueno que ha sido Dios conmigo: me ha dado una familia increíble, unas situaciones de desarrollo personal impresionantes, unas amistades para toda la vida, y oportunidades de trabajo, de poder hacer casi casi lo que me dé la gana. Y me pregunté a mí mismo: “tan grande es Dios que ya me lo ha dado todo, ¿y yo no soy ni capaz de darle seis meses de mi vida?”. Porque yo al comienzo quería ser colaborador nada más seis meses. Pero luego, tras guiarme por mis compañeros, decidí dar un año entero.

Ser colaborador consiste en dar un año de tu vida al servicio de la Iglesia, desde la posición de laico, de persona no consagrada. Una posición de un joven que, desde el querer tanto a Dios, decide darle un año de su vida. Y ni siquiera pensando en la vocación. Pensado en lo grande que es Dios, y todo lo que se merece.

¿Cómo ha cambiado su vida ese año entregado enteramente a Dios?
A día de hoy, gracias a ese año tengo unas amistades que no cambiaría absolutamente por nada, y relaciones con personas que nunca pensé tener. Ese mismo año me dio la oportunidad de conocer a la persona que hoy en día es mi novia, y, creo que lo más importante de todo, me hizo crecer como persona. Antes del año de colaborador, yo tenía pensado irme a vivir a México a hacer la carrera de Medicina. Pero gracias y debido a ese año, decidí quedarme en Madrid por las mil y una razones que he mencionado, pero especialmente porque sentí que Dios me llamaba a seguir acá. Ya no como colaborador, pero a hacer sus funciones sin serlo: ayudar desde mis capacidades, desde mi limitación.

¿Le ha ayudado en algo este gran acercamiento a Dios respecto al trauma que le dejó el secuestro de niño?
Sí. Pasó un poco como dije antes: era como un mal necesario en mi vida, para darme cuenta de lo que realmente importa. De que no importa cuántos amigos, dinero o cosas materiales tengas. Lo realmente importante al final es si viviste, fuiste, e hiciste a la gente feliz. De que esa felicidad no sea algo solo egoísta, si no que también sea algo de dar a los demás.

¿Cree que su vida ha cambiado mucho en estos últimos años?
Sí. De hecho, demasiado. De pasar a ser un niño superreservado por un montón de razones personales, entre las que se encontraba el secuestro, he pasado a ser una persona mucho más abierta, mucho más sincera… Me siento más querido por mí mismo. De hecho, hace un par de años no me quería ni la mitad de lo que lo hago ahora. Y, una vez ya aprendí a quererme a mí, descubrí que no solo consistía en eso, sino que también puedo dar de mí a los demás.

¿Cree que Dios y la fe son los responsables de este cambio?
Sí, cien por cien. Sin ellos, sin la fe y sin Dios, costaría mucho el saber lo que realmente es amar. Hay un mítico dicho que dice: “Dios es amor”. Pues sí, sí lo es: Dios es amor, y yo lo he visto. He visto cómo desde que soy creyente en mi totalidad he podido descubrir que amar es mucho más fácil, y dejarse amar es mucho más fácil incluso. Lo que es el amor de uno a otro no es lo mismo si está Dios, que si no lo está.

¿Cómo vivía la fe antes de ser colaborador?
A secas. Como una persona simple, que no entendía lo que realmente era vivir. Lo que pensaba que era divertirse, era un simple acto de egoísmo. La vivía casi igual que cualquier niño con 15, 16, y 17 años: yendo a misa obligado por sus padres, y sin vivir una fe pura. Más bien, vivía una fe obligada.

¿Cree que la fe y Dios pueden cambiar la vida de una persona? ¿Incluso de personas que no Le conocen?
Definitivamente. Si una persona es capaz de amar, Dios está presente en su vida, le conozca o no le conozca. Si una persona es feliz, pero genuinamente feliz, de que no necesita nada para serlo, Dios está presente. Dios siempre está presente, y no importa si le conoces o no. Él te ama a ti por quien eres, por tus defectos, por tus fallos… por todo. El conocerle cambia la vida, porque en ese momento eres genuinamente feliz, amado, y, lo mejor de todo, sabes amar de verdad.

Al conocerle, descubres que todo lo que pensabas que era verdad es una mentira. Una mentira en el sentido de que todo lo que uno piensa que debería tener es todo lo contrario: es todo lo que debería dar. Y tu vida cambia, porque en el momento en que eres realmente feliz, es el momento en el que sabes que Dios está ahí. No es algo que se pueda explicar por niveles de felicidad, es algo que se tiene que vivir.

 

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