Disney ha añadido en películas clásicas de animación disponibles en su plataforma Disney+ la advertencia de que contiene alguna representación negativa a personas y culturas. Esta decisión ha llegado debido a que, en octubre de 2020, esta compañía apostó por fortalecer el contenido infantil que oferta.
Las películas no han desaparecido de la plataforma, sino que han sido cambiadas a otro espacio donde los usuarios adultos pueden verlas. Cuando se elige una de las películas, una nota informativa aparece en la pantalla: “Estos estereotipos eran incorrectos entonces y lo son ahora. En lugar de eliminar el contenido, queremos reconocer su impacto nocivo, aprender y fomentar que se hable de ello para crear un futuro más inclusivo”.
Según Disney, Dumbo (1941) representó, a través de los cuervos, el espectáculo donde los hombres se pintaban la cara de color negro y se disfrazaban para imitar a los esclavos africanos que vivían en las zonas del sur de Estados Unidos. Además, su líder se llamaba Jim Crow, igual que la ley de segregación racial que había en el país norteamericano.
Otro ejemplo que señalado es Peter Pan (1953). Cuando los niños llegan al país ficticio de Nunca Jamás, conocen a unos nativos que, afirma la página, no representa las verdaderas tradiciones, ya que estaban estereotipados. También, por usar “pieles rojas” en una alusión ofensiva hacia ellos y por los bailes exagerados de los personajes.
Por ello, Disney ha querido constatar su compromiso de crear historias con temas que inspiren, motiven y reflejen la diversidad. Las decisiones han sido consensuadas con un grupo de expertos, con el objetivo de asesorar el contenido que ofrece a los espectadores. “No podemos cambiar el pasado, pero podemos conocerlo, aprender de él y avanzar juntos para crear un mañana que hoy solo puede soñar”, asegura la compañía de entretenimiento.
El cuestionamiento de las películas antiguas
La decisión de Disney y otras plataformas, como la retirada de Lo que el viento se llevó en HBO, durante un periodo, por racismo, ha provocado que se debata sobre si este tipo de decisiones es correcta o no y lo que puede suponer para el cine en el futuro.
Íñigo Urquía, profesor de la Facultad de Comunicación en la Universidad Francisco de Vitoria (UFV), alerta de la creación de un falso dilema en el que si una persona no está de acuerdo con las medidas está a favor de la discriminación de cualquier tipo, pues ambas posiciones son completamente distintas.
«La finalidad es que en la vida no existan estereotipos o discriminaciones de ningún tipo. El problema es que solo hay dos tipos de asignación: sexo y raza. Si te pones a pensarlo, puede haber discriminaciones infinitas. ¿Y quién determina cuáles son aquellas discriminaciones que hay que cuidar y cuáles no?», afirma Urquía.
Íñigo Urquía destaca el significado de las fábulas, ya que están dirigidas a los niños, que cuentan con un punto de simplificación de la realidad: «Se utilizan los animales para que cada personaje tenga una actitud arquetípica muy concreta porque aún no podemos profundizar en la psicología de los personajes». Al ser de este tipo, las ficciones dejan a las personas insatisfechas. Además, puntualiza que en compañía del niño está el adulto, y los padres no necesitan de ningún aviso de que algo puede ser malo o bueno. «Tienen un criterio hasta la llegada de la madurez, donde está preparado para asimilar otras complejidades», añade el profesor.
Urquía explica, a partir del ejemplo de Lo que el viento se llevó, que el cine, como cualquier tipo de manifestación cultural, enseña las vigencias (usos, costumbres, relaciones) presentes en cada época. Por ello, avisa del peligro de la actitud adanista: «Queremos pretender que en nuestra época somos los primeros que hemos detectado lo que estaba mal en el mundo y que vamos a conseguir un mundo justo y perfecto. La realidad no es así».
Este concepto muestra que a lo largo de los siglos la sociedad mejora en algunas cosas y empeora en otras. «Puede haber elementos que no nos gusten, pero hay otros que sí nos agradan. Si nos cargamos la película o si lo ponemos en entredicho, también ponemos en cuestión esas cuestiones positivas», determina Urquía.
El profesor puntualiza sobre la necesidad del margen, la espontaneidad y la libertad que un creador necesita a la hora de crear. «Si no asumimos los riesgos, podemos convertir el arte en una ideología. Aceptar aquel arte que cumpla unos estándares ideológicos y morales. Si empezamos a poner límites, puede ser contraproducente», concluye.