Los dos equipos más poderosos de fútbol en Argentina han deparado uno de los momentos más tristes del deporte en las últimas décadas. River Plate y Boca Juniors, grandes rivales de la ciudad de Buenos Aires, han quedado en evidencia en la mejor ocasión que tenían de potenciar el fútbol de su continente. Por primera vez en la historia, estos dos conjuntos iban a enfrentarse en la competición más importante que se puede ver en América, pero más allá de aprovechar la oportunidad, se han echado piedras a su propio tejado.
Todo empezó en el partido de ida, disputado en La Bombonera. El encuentro debió jugarse el 10 de noviembre, pero unas fuertes lluvias en la capital argentina inundaron el estadio de Boca Juniors e impidieron la disputa del primer Superclásico. El partido se trasladó a un día después y terminó con un empate a dos goles. Los 90 minutos de duración del choque tuvieron de todo: emoción, buen juego, igualdad y goles. A pesar del aplazamiento del duelo debido al mal estado de las instalaciones del estadio, no hubo incidentes mayores.
La final, en Madrid
Los incidentes llegaron en el partido de vuelta. La fecha del encuentro era el pasado 25 de noviembre en el Estadio Monumental, de River Plate. Los jugadores del equipo visitante se dirigían en autobús a las instalaciones de su mayor rival cuando quedaban dos horas para el inicio del choque. Un grupo de aficionados locales recibieron a los jugadores de Boca Juniors lanzando piedras contra los cristales. La poca presencia policial conllevó a la incapacidad de evitar los hechos, por lo que la reacción llegó con cierto retraso. La Policía de Buenos Aires, en su intento de espantar a los aficionados, lanzó gas pimienta por toda la zona. El problema llegó cuando dicho elemento se introdujo en el interior del vehículo del equipo del barrio de La Boca y varios jugadores fueron gravemente perjudicados. Cuatro componentes de la plantilla estuvieron vomitando y el capitán, Pablo Pérez, terminó en el hospital. La ambulancia que acudió en ayuda de los jugadores también fue apedreada en su llegada al estadio.
La Conmebol, organizadora de la Copa Libertadores, fue retrasando la disputa del encuentro continuamente, pero, finalmente, se aplazó al día siguiente. Boca Juniors se negaba a jugar el encuentro en esas condiciones y en una situación de peligro. «No voy a jugar en una cancha donde puedo morir», declaraba el capitán de los visitantes. El lunes 26 de noviembre, a falta de tres horas para el inicio, se anunció una nueva suspensión debido al riesgo del duelo.
El pasado martes, la Conmebol hizo público un comunicado en el que se informaba de que el partido de vuelta se disputará fuera de Argentina. Se barajaron distintas opciones respecto a la nueva sede del enuentro, entre las que destacaban países como Paraguay o Emiratos Árabes. Sin embargo, el pasado 29 de noviembre entró en escena la ciudad de Madrid, con el Santiago Bernabéu como sede del choque. A las pocas horas del inicio de los rumores se oficializó que el estadio del Real Madrid albergará el partido de vuelta. El presidente de la Conmebol ofreció a Florentino Pérez la opción de trasladar el ansiado duelo a su estadio, y éste no rechazó la oportunidad. La disputa será el próximo 9 de noviembre a las 20:30 (hora española).
El principal problema: los barras bravas
La violencia en las gradas lleva persiguiendo al fútbol argentino desde décadas atrás. Los aficionados más problemáticos del país son conocidos como los barras bravas y poseen una importancia elevada en los clubes. Miles de personas pertenecen a estas organizaciones que usan el fútbol como tapadera de sus negocios y siembran el pánico jornada tras jornada en los estadios. La fuerza de estos grupos es debida a la gran masa social que tienen y es prácticamente imposible hacerles frente. Los directivos de los clubes argentinos ponen en riesgo su vida y la de sus familiares si se anteponen en el camino de estos peligrosos aficionados.