Trump insiste en llegar a una paz rápida para Ucrania

- MUNDO - 8 de abril de 2025

Donald Trump, al tomar posesión como presidente de Estados Unidos, prometió acabar con la guerra en Ucrania. Su primera actuación consistió en entablar una conversación telefónica con el presidente de Rusia, Vladimir Putin, para buscar un alto el fuego, y con el presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, para informarle sobre lo acordado con Putin. Esta decisión resultó sorprendente, ya que, hasta la fecha, Rusia y EE. UU. habían estado enfrentados y su intento de comenzar a “trabajar junto a Putin” fue considerado como una victoria diplomática para Rusia que, tras su invasión a Ucrania, se encontraba aislada en la escena internacional.

Tras estas conversaciones, la Unión Europea y la OTAN decidieron actuar convocando una cumbre en París, el 18 de febrero de 2025, bajo la tutela del presidente de Francia, Emmanuel Macron para afrontar la exclusión de Ucrania en las conversaciones entre Trump y Putin. Esta cumbre fue tan solo unos días antes que la convocada en Riad, en la que se reunían el estadounidense Marco Rubio, secretario de Estado de EE. UU., y Sergey Lavrov, ministro de Relaciones Exteriores de Rusia.

Ante esta situación, Zelenski decidió viajar a EE. UU. para firmar un acuerdo de minerales, en el que se encontraban en juego las tierras raras de Ucrania. Esta reunión terminó siendo una discusión en la que se acusó al presidente ucraniano de no querer la paz y se le aconsejó que recurriera a la diplomacia. Esto provocó una nueva cumbre europea de emergencia en Londres, el 1 de marzo de 2025, para recibir y apoyar a Zelenski. Como respuesta, Trump alegó que iba a retener los envíos de ayuda militar a Ucrania.

Para dar una solución a la cuestión del acuerdo de minerales, se llevó a cabo una reunión en el Despacho Oval, que no salió como se esperaba. El desencuentro entre Trump y Zelenski provocó que EE.UU dejara de compartir inteligencia crucial con Ucrania.

Tras las tensiones entre Ucrania y EE. UU., Zelenski aceptaba un alto el fuego y, a cambio, EE. UU. aceptaba restablecer el intercambio militar y de inteligencia. Para informar sobre el plan de EE. UU., Steve Witkoff, enviado especial de EE. UU., viajó a Moscú. Putin aceptó en un principio pero exigió unas demandas que imposibilitaron llevarlo a cabo.

Dos días después, el 21 de marzo, la ciudad ucraniana de Odesa fue atacada masivamente por drones rusos, lo que condujo a una nueva reunión entre los funcionarios de EE. UU. y Ucrania en Arabia Saudí. El ministro de Defensa ucraniano, Rustem Umerov, describió las conversaciones como “productivas y enfocadas”. Esta reunión en Arabia Saudí desencadenó otras dos entre funcionarios rusos y estadounidenses. Finalmente, tras una serie de conversaciones, Trump ha alegado que es posible que Moscú esté retrasando un acuerdo.

Análisis de Jorge Fernández

Jorge Fernández, experto en política internacional, realiza un análisis  en el que sostiene que la relación de Trump con Ucrania no es nueva, sino que viene de antiguo, ejemplificándolo con el segundo impeachment de Trump, donde se sometió a un juicio público por supuestamente presionar al Gobierno de Zelenski para que le proporcionara información sobre los negocios de la familia Biden en Ucrania. Fernández alega que su relevancia renovada se justifica en tanto que es el líder de la principal potencia que ha apoyado la causa ucraniana hasta ahora y, al parecer, puede tener un giro en su actuación. Trump ha destacado durante sus dos primeros meses de mandato su iniciativa de cerrar un acuerdo de paz a toda costa, tal y como prometió en su campaña. Según Jorge Fernández, su relación con Ucrania y con la resolución de la guerra parece apuntar a criterios no solamente estratégicos, sino de otra índole (intereses ideológicos y política doméstica).

En cuanto a las políticas estadounidenses que no sigue Trump, Jorge Fernández plantea lo siguiente: una de las principales características de su política exterior es que las líneas generales permanecen invariables al signo político de las administraciones, buscando los mismos objetivos por medios ligeramente distintos, aunque prácticamente imperceptibles. Los esfuerzos de la política exterior estadounidense de los últimos 30 años se han centrado en la pérdida de liderazgo de EE. UU. en el orden internacional y buscar la manera de revertir esa debilidad y aprovechar las oportunidades para mantener ese liderazgo. La Administración Bush (neoconservadora) pretendió aplicarlo mediante intervencionismo militar; las administraciones demócratas posteriores (Obama y Biden), recuperando el liderazgo moral de EE. UU. mediante el diálogo y los valores democráticos. «Trump parece querer de dejar atrás estas direcciones que considera que han debilitado todavía más a EE. UU. y aplicar una firme Doctrina Monroe (Europa como agente político insignificante, papel hegemónico de EE. UU., “destino manifiesto” como un rol casi mesiánico mediante política expansionista -Groenlandia- y política de aislamiento, principalmente respecto a Europa, aunque sí intervino en Asia, Medio Oriente y Sudamérica), aunque mezclada con las formas histriónicas de comunicación política de Trump (personalidad televisiva, outsider político)».

Los objetivos de Trump

Jorge Fernández alega que Trump fundamentalmente pretende recuperar el terreno perdido en el liderazgo de EE. UU. en el mundo y mantener la hegemonía internacional estadounidense a toda costa. Firmar la paz con Rusia lo más pronto posible para evitar que se eche irremediablemente en brazos de China y formen una esfera de influencia que amenace el papel de superpotencia de EE. UU., con el acuerdo de tierras raras aparejado a las conversaciones de paz.

Además, en relación con los mandatos de Obama y Biden, el mandato de Trump supone un giro de 180 grados en política exterior (mantener mismos objetivos, pero con métodos mucho más agresivos y contundentes), según Jorge Fernández cuenta a Mirada 21. Respecto a la anterior legislatura de Trump, en comparación con la actual, afrontar retos políticos de mayor calado mediante una acción política más definida y decidida, aunque gestionada de forma errática debido a inusuales habilidades comunicativas. En relación con su actuación en la guerra, Fernández comenta que, hasta hoy Trump ha cumplido con su voluntad política y ha sentado a las partes a negociar en la misma mesa en Arabia Saudí, y parece firme su intención de lograr una paz a toda costa que suponga el máximo rédito político y estratégico para EE. UU., aunque con una gestión de la comunicación política bastante pobre en términos tradicionales. En este sentido, destaca el incidente con Zelenski en el Despacho Oval, la filtración de seguridad de los bombardeos a hutíes por parte del secretario de Defensa y el chat de WhatsApp.

En relación con Europa, comenta que las amenazas de Trump para que los aliados europeos realicen su aportación en gasto de defensa a la OTAN han conseguido que Europa considere la defensa militar como una prioridad política, aunque de forma errada y desorientada, ya que «gastar más no significa gastar mejor».

«Es difícil predecir a qué puerto se dirigirá este barco por la volatilidad y la incertidumbre que caracterizan el mundo actual», explica Fernández

La relación entre Europa y la Administración Trump es tensa sin llegar a una enemistad manifiesta. Trump y JD Vance, vicepresidente de EE. UU., ven a la Unión Europea como un agente caduco y trasnochado que lastra la actuación americana por su ineficiencia y su falta de agudeza política por un idealismo excesivo. El enfoque pragmático y duro de Trump ha sacudido los cimientos de una UE debilitada.

Trump lleva a cabo una política proteccionista. En este sentido, Jorge Fernández explica a Mirada 21 qué es y qué supone: «El proteccionismo es una política económica que busca restringir la entrada de bienes y servicios extranjeros en un país para proteger la producción nacional mediante aranceles (impuestos a productos importados) y regulaciones y normativas (requisitos técnicos o sanitarios que dificultan la entrada de bienes extranjeros)». Las ventajas del proteccionismo son que favorece el desarrollo de industrias nacionales emergentes y que protege el empleo local al reducir la competencia extranjera. Por el contrario, como desventajas, aumenta los precios de los productos al limitar la competencia (amenaza de recesión económica) y puede generar represalias comerciales de otros países.

Jorge Fernández sostiene que “es difícil predecir a qué puerto se dirigirá este barco por la volatilidad y la incertidumbre que caracterizan el mundo actual”. No rechaza la posibilidad de paz en Ucrania, aunque se desconoce bajo qué término y cuán efectiva puede llegar a ser.

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