El partido democristiano CDU ganó las elecciones celebradas en Alemania, el 23 de febrero, con un 28,5% de los votos. Como segunda fuerza se colocó Alternativa para Alemania (AfD), el partido considerado de ultraderecha encabezado por Alice Weidel, con el 20,8%. En tercer lugar, con el 16,4% de los votos, quedaron los socialdemócratas (SPD), liderados por el hasta ahora canciller Olaf Scholz, quien llegó al cargo gracias a una coalición entre SPD, Los Verdes y el FDP.
Y es precisamente una coalición en lo que está trabajando el futuro canciller, Friedrich Merz. En Alemania, es común que ningún partido obtenga la mayoría absoluta, por lo que las principales fuerzas se ven obligadas a formar alianzas. A esto se le suma que el actual panorama político se encuentra fragmentado y es necesaria una coalición para garantizar la gobernabilidad. Merz aboga por una coalición con los socialdemócratas para evitar una alianza más compleja con Los Verdes, la cuarta fuerza con un 11,6% de votos. Además, el ascenso de la AfD acentúa esta necesidad de coalición para evitar el avance de fuerzas extremistas.
Interpretación de los resultados
Para comprender mejor cuál es la situación, Adriaan Kühn, especialista en ciencias políticas y relaciones internacionales, y autor de “Protest on the Rise?” y coautor de «La extrema izquierda en Europa occidental» explica a Mirada 21 que estas elecciones se pueden interpretar como una clara derrota para los partidos de la coalición gubernamental (SPD, Verdes, FDP), una victoria modesta de la oposición (CDU), y una clara victoria de los partidos populistas y antisistema (AfD, Die Linke, BSW). Aun así, en relación a la coalición, estos resultados implican que los partidos del centro político alemán todavía son capaces de formar gobierno a pesar del auge de las formaciones extremistas y populistas, pero, según Kühn, si los socialdemócratas y democristianos fracasaran en la formación de gobierno o en abordar reformas estructurales en los tres ámbitos críticos para la República Federal (economía, inmigración, defensa), los partidos populistas y extremistas podrían alcanzar una mayoría de bloqueo en el futuro cercano.
«Es preocupante que uno de cada tres electores alemanes haya dado su voto a partidos que buscan en alguna forma un «entendimiento» con el régimen de Putin», sostiene Kühn.
Kühn también sostiene que, a raíz de la victoria de la oposición democristiana, es esperable que suba el gasto en defensa y seguridad y que se adopte un curso más restrictivo en el ámbito de la inmigración. En lo personal, se muestra optimista, ya que los actores son conscientes de que es el momento de abordar los retos a los que se enfrenta el país. Aun así, en relación al conflicto en Ucrania, Kühn alega que «es preocupante que uno de cada tres electores alemanes haya dado su voto a partidos que buscan en alguna forma un “entendimiento” con el régimen de Putin».
Críticas a la posible coalición
Javier Redondo, articulista en El Mundo y coautor de “La democracia después del populismo”, comenta que el desafío antitrump estaba en juego en las elecciones y sostiene que lo peor de Trump no apareció durante la campaña sino en vísperas de las elecciones y durante la semana siguiente. Alemania ya no es el motor económico ni ejerce el liderazgo moral o intelectual europeo: estaba en juego que lo recuperase. En este sentido, y en relación con el gasto en defensa, aclara que su pretensión de encabezarlo es una buena noticia para el aumento del liderazgo que busca. Aún así también puede ser negativo en la desconfianza que puede generar en Europa.
Redondo añade que los resultados de estas elecciones implican que los partidos que canalizan el descontento social parecen difíciles de frenar, y que el centroderecha es la fuerza sobre la que pivota la salvación o mantenimiento del sistema en los términos que se conocen. También, en relación con la ruptura que pueden suponer estas elecciones, Javier Redondo sostiene que, por ahora, no se sabe con precisión, más allá de la consolidación de AfD como segunda fuerza. Además compara Alemania con la Francia de los 2000, que resolvió su situación con cierta facilidad gracias al filtro que supone la segunda vuelta electoral. En el caso de Alemania, parece inevitable la gran coalición, en la que Redondo no termina de confiar, ya que el hecho de que los liberales hayan salido del Bundestag no parece una buena noticia. El partido señalado por la opinión pública como el responsable del naufragio de la llamada coalición semáforo -socialdemócratas, verdes y liberales- puede seguir en el Gobierno, y Redondo plantea preguntas que sólo los alemanes del 2029 podrán contestar: ¿Hay alternativas a la socialdemocracia? ¿Quién la representa?
En cuanto a las expectativas de futuro, Redondo explica que lo improbable es que Merz se muestre como un líder para tiempos de guerra. Lo más probable, según él, es que Alemania trate de adaptarse al escenario de paz con deshonor para Ucrania, como el resto de naciones. No por culpa de Alemania, sino porque el viejo orden le pareció imperecedero a Europa, es perecedero de repente y Europa no lo vio. Alemania tiene una gran carga histórica que la maniata para ejercer un liderazgo en solitario.
«No sé si la mejor forma de debilitar a la AfD es aislarla. No es lo mismo aislar que debilitar», declara Javier Redondo.
Javier Redondo ve con mucho recelo la gran coalición, «no sé si la mejor forma de debilitar a la AfD es aislarla. No es lo mismo aislar que debilitar». Además, Redondo se muestra pesimista, en general, sobre el futuro de las democracias en el mundo libre.