El CBE pide diálogo en el debate de los ‘vientres de alquiler’

- Desmarcar - 19 de mayo de 2017
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María Hammer e Ignacio Losada

La maternidad subrogada es uno de los debates bioéticos más complejos a los que se enfrentan los grupos parlamentarios. Esta práctica, comúnmente conocida como vientres de alquiler, ha puesto en jaque a la legislación española y ha hecho que los ciudadanos que quieran tener un hijo a través de esta técnica tengan que irse al extranjero. Por este motivo, y para enriquecer el debate, el Comité de Bioética de España (CBE), organismo propio del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, ha elaborado un informe con el que analizar los aspectos éticos y jurídicos de esta práctica.

El CBE propone “que en este debate se sustituyan definitivamente las descalificaciones ideológicas por la presentación de razones”.

Si bien esta polémica cuestión puede ser vista como una herramienta electoral para captar votos feministas o de personas con cierta religiosidad, como se podría pensar de las recientes declaraciones del candidato a la Secretaría General del PSOE Pedro Sánchez, hay quienes verdaderamente postulan, como ha hecho el socialista, que los vientres de alquiler suponen “usar el cuerpo de la mujer” como si fuese un objeto. Sin embargo, también hay quienes, como la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, argumentan que hay que regular esta práctica por ley, porque es “adaptar una realidad a las necesidades de la sociedad”.

De hecho, hasta algunos partidos políticos, que, a pesar de la pluralidad que tienen, suelen guardar internamente unas bases comunes, no terminan de unificarse bajo una misma defensa bioética. Este es el caso del Partido Popular, que, en medio de su 18 Congreso Popular, se planteó obviar sus raíces. Para sorpresa de muchos, además, esta defensa de la dignidad de la persona está más interiorizada en las formaciones que apoyan al 100% el aborto. La diputada de Podemos en la Asamblea de Madrid Beatriz Gimeno ha denunciado en repetidas ocasiones la “utilización” que se hace de la mujer en esta práctica por querer “convertir deseos en derechos”.

Los simpatizantes suelen acusar a los detractores de tener una “visión religiosa” sesgada o de defender un “feminismo trasnochado”, y estos últimos de guardar una posición “neoliberal y patriarcal”.

El problema más primario que plantea el debate de los vientres de alquiler, según el CBE, es la capacidad de diálogo que hay entre partidarios y detractores. Para Gimeno, por ejemplo, es compatible defender el aborto y estar en contra de la maternidad subrogada, porque es una cuestión de “derechos”. Sin embargo, si una persona argumenta que un embrión es un hijo, para ella, es un “ultraconservador” que no merece ser tomado en consideración. Ante esto, el comité ha advertido de la “descalificación” dialéctica y rechazo que se propicia por ambas partes, porque sin respeto no hay debate.

Los simpatizantes suelen acusar a los detractores de tener una “visión religiosa” sesgada o de defender un “feminismo trasnochado”, y estos últimos de guardar una posición “neoliberal y patriarcal”. Por eso, “caricaturizar al contrincante” en “el punto de partida” carece de sentido, porque “debería ser en la conclusión”. Así pues, el CBE propone “que en este debate se sustituyan definitivamente las descalificaciones ideológicas por la presentación de razones”, porque “solo así será posible dialogar” y “emitir un juicio ético contrastado”.

Nueve meses, una huella permanente

La maternidad desarrolla en la mujer gestante cambios tanto psicológicos como fisiológicos. Durante el embarazo, el feto y la madre establecen una relación afectiva, una “simbiosis temporal”. La ruptura de esta puede acarrear serios efectos en el hijo; pero, sobre todo, según el informe del CBE, en la madre, ya que “deja una huella temporal permanente”.

“Las relaciones psíquicas que mantiene la madre con el hijo» durante el embarazo «contribuyen a la construcción de la futura personalidad de este”.

Desde el punto de vista fisiológico, el cuerpo de la mujer gestante sufre diversos cambios decisivos que ayudan al correcto crecimiento del feto y al establecimiento del vínculo afectivo con el niño. Durante el período de gestación, la progesterona (hormona sexual femenina) aumenta entre 10 y 100 veces. Esta hormona provoca en la mujer una “respuesta emocional” al estrés que contribuye a evitar “daños en el desarrollo orgánico del feto”.

Asimismo, crece la cantidad de neurotransmisores (como la oxitocina) que “desarrollan las conexiones del cerebro social y crean el vínculo de apego –cognitivo-afectivo– característico del cerebro materno”. El embarazo ayuda a “la maduración del cerebro” de la madre. Esto es, la mujer gestante adquiere facultades gracias al período de preñez que otras chicas no desarrollan, como “el conocimiento del estado mental de los demás”.

En cuanto al ámbito psicológico, “las relaciones psíquicas que mantiene la madre con el hijo» durante el embarazo «contribuyen a la construcción de la futura personalidad de este”. Esto se debe a lo que se conoce como “espacio psíquico de gestación”: la relación madre-feto “abre al niño a los siguientes encuentros interpersonales”, es decir, el sentimiento que hay entre ellos sirve al recién nacido como “guía afectiva”.

No obstante, el informe destaca que no se puede detallar hasta qué punto la separación del feto de la madre gestante puede afectar al desarrollo del niño. Sí menciona un estudio publicado en la revista Human Reproduction que concluye, a partir de 1795 artículos, que los “niños de 5 a 15 años gestados por maternidad subrogada no presentan diferencias psicológicas con respecto a los procedentes de Fivet (fecundación in vitro con transferencia de embrión) o concepción natural”. Eso sí, deja abierto el debate sobre si estos “derechos reproductivos” de los padres son “mayores o iguales” que los derechos del niño a permanecer unido a su “origen”.

‘Vientres de alquiler’, cosa de dos

Los vientres de alquiler no son cosa de uno, sino que afecta a la mujer portadora y al niño. El CBE ha explicado que “se pueden identificar tres valoraciones éticas con relación al papel de la mujer gestante”. La primera es la licitud altruista, porque gestar al niño de otro se considera “una acción sumamente comprometida”. Si se hace “de manera desinteresada”, puede ser “extraordinariamente valiosa” por dar un hijo a quien no puede tenerlo. Sin embargo, la complejidad de la regulación de una medida de este tipo es compleja. “La prohibición podría estar en la incapacidad del Derecho para impedir la gestación comercial”, ha apuntado.

“Se puede llegar a un amplio consenso acerca de la plausibilidad de prohibir la gestación por sustitución de carácter comercial en base a la experiencia”.

De hecho, según ha explicado el comité, la “experiencia actual” indica que “la gestación altruista viene acompañada de la comercial”. Además, se ha preguntado que, si el fin es “satisfacer el deseo” de alguien de tener un hijo, “¿tiene sentido que sea la fortuna la que elija a los privilegiados que podrán ser padres mediante esta práctica?”. A esta incógnita, le sigue la segunda valoración: la licitud de cualquier forma de gestación subrogada, altruista o comercial, que excluya la explotación, por ser la mujer “dueña de su cuerpo”.

En este punto, “se puede llegar a un amplio consenso acerca de la plausibilidad de prohibir la gestación por sustitución de carácter comercial en base a la experiencia”. Las mujeres que se someten a este proceso -que suele ser en países pobres, a excepción de Estados Unidos- lo hacen “principalmente” para “cubrir las necesidades de sus familias”. Además, más allá del impacto que tiene sobre ellas la gestación de un niño -que no será su hijo legal-, “se debe destacar el estigma social del que, generalmente, son objeto”. De hecho, “un síntoma de este estado latente o patente de explotación que sufren” se encuentra “en las reformas legislativas” de los lugares donde se practica.

Por último, la tercera valoración hace referencia a la ilicitud del acto en sí. Según detalla el informe, “esa alienación puede producirse cuando alguien ejerce el dominio sobre la propia persona, ya sea en su libertad o en su corporalidad”. En concreto, porque “cuidar de un niño que no es propio puede ser una acción encomiable, mientras que gestar al niño de otro es alienar lo que no se puede enajenar”.