Se habrán dado cuenta ustedes de que a Trump no le gustan los matices. Si se quiere meter con la prensa dice que los periodistas son la gente más deshonesta del mundo; si quiere defenderse de las acusaciones por sus declaraciones machistas, va Trump y dice que nadie en el mundo defiende tanto a las mujeres como él; y si se trata de analizar la política internacional de Estados unidos, el presidente asegura que estas serán mejor que nunca gracias a él. Es decir, que en el mundo de Trump no existen peros, ni puedes, ni condicional alguno: su visión del mundo va del blanco al negro sin parada intermedia.
Esta fijación del nuevo presidente por el extremo no es casual. Se dirige a un hombre cansado de la diplomacia, amante de las películas de puñetazos y que, probablemente, no ha leído muchos libros. La cultura te enseña a encontrar colores en la vida, a decir «sí, pero también…», a pedir perdón, a reconocer un error, a cambiar una opinión que siempre habías mantenido. Eso es lo propio del hombre inteligente, en sentido estricto. Sin embargo, Trump nos trata como idiotas y, desgraciadamente, le estamos dando la razón. Los millones de americanos que le han votado lo habrán hecho por razones muy diversas, la mayoría legítimas, pero esas personas deben saber que su candidato les empequeñece. Porque decir que entre el sí y el no no existe absolutamente nada es considerar idiota a quien te escucha, dar por hecho que quien te debe comprar el discurso no va a osar poner en discusión nada de lo que dices.
Es cierto que muchos ciudadanos asisten incrédulos al ir y venir de políticos mediocres que pasan por sus televisores encadenando discursos inútiles y vacíos. ¡Claro que ha habido pisaalfombras corruptos, por supuesto que hemos sufrido a gobernantes débiles que han pacido en la pradera cómoda y fútil de lo políticamente correcto! Pero la constatación de un problema no debe llevarnos a buscar una solución aún peor; o, dicho de otra manera, que determinados personajes hayan sabido hacer un acertado diagnóstico no lleva implícito que lleven razón en la receta que pretenden aplicar para solucionar los problemas.
Ojalá seamos capaces de poner inteligencia y matices en medio del nuevo mundo que se nos viene, blanquinegro, frío, desapasionado, inhumano, violento, con los valores alterados, donde buenos diagnosticadores aplican políticas equivocadas.