A medida que se acercan las fechas de exámenes, aumentan los nervios entre los estudiantes. El estrés académico conlleva efectos en la salud de los jóvenes, como ansiedad, consumo de tabaco, alteración del sueño y cambios en los hábitos alimentarios
La ansiedad, en este caso, es un tipo de ansiedad de ejecución, una sensación que experimenta una persona en una situación donde importa mucho el rendimiento o existe una gran presión por hacer las cosas bien.
Esta emoción es, precisamente, emoción por ser un estímulo con un periodo de tiempo limitado, generalmente. Eso sí, en el caso en el que perdure, se convierte en un sentimiento de ansiedad.
Victoria Pablo Ríos, psicóloga sanitaria y profesora del Grado en Psicología y Criminología en la Universidad Francisco de Vitoria (UFV) destaca que la mejor estrategia para superar un nerviosismo severo es prepararse bien antes de la prueba: “Nuestro cerebro es un músculo y necesita un entrenamiento acorde, por lo que es recomendable evitar dejar todo el contenido para los últimos días. Es importante controlar nuestros pensamientos, porque son automáticos y negativos por defecto”.
Victoria Pablo Ríos aclara que el mejor ejercicio que se puede hacer es una autocrítica real del desempeño realizado y de los fallos que han impedido conseguir el objetivo: “Cuando sentimos que fallamos, tendemos a cuestionar nuestra valía, nos ponemos etiquetas y fantaseamos con ideas muy negativas sobre nuestro futuro”.
En cuanto a la psicología general, Alejandro Leal, profesor y doctor de Psicología en la UFV, divide los casos (aunque sea una cuestión individual) entre los que “lo llevan” bien o mal: “La ansiedad es normalmente positiva, nos permite incrementar nuestra capacidad y dedicación. Pero cuando es demasiado intensa, y llega al límite en el que podría considerarse ansiedad patológica, es un problema que nos lleva a la pérdida de concentración, disminución de la capacidad de memorización y dificultad en la comprensión”.
Es posible hacer algo para solucionar los problemas de ansiedad, y Leal se refiere al instinto de lucha o huida: “Lo que sabemos de él es que en su primera fase está programado para permitir mucha energía muscular. Por ese motivo gran parte del aporte sanguíneo se dirige a los músculos. Pero por desgracia disminuye la cantidad de sangre que llega al cerebro”. Según el caso, puede durar desde 10 a 20 minutos, porque pasado ese tiempo el ser humano está programado para resolver el problema con inteligencia, y su control a base de práctica ayudará a mejorar estos problemas.
Marta de Prado, especialista en Psicología Sanitaria de menores, recalca que la tensión va asociada a la certeza de exponer de manera adecuada lo que uno conoce: “Creo que hay mucha población que debe de utilizar recursos de afrontamiento, primero tengo una mirada capacitante de mí, y a nivel evolutivo, lo voy aprendiendo todo en los distintos momentos de mi vida, no queramos aprenderlo todo de golpe”. Además, hay que darle importancia a las distorsiones cognitivas, aquellas que no solo desembocan en problemas académicos, sino que también son la punta del iceberg de otros problemas del día a día.
Marta de Prado expone dos formas cotidianas de actuar en situaciones extremas, una que capacita y otra que incapacita: “Se pronuncia mucho el no puedo, y todas las personas que lo hacen se están incapacitando a la posibilidad de poder. Del no puedo se debe pasar al cómo puedo”.
Helena Alonso, mentora en Habilidades y Competencias de la Persona en la Universidad Francisco de Vitoria, constata que es un suceso común y que depende del grado de autoexigencia: “Existen personas que necesitan esa carga de presión para alcanzar un mayor índice de concentración”.
También destaca como importante realizar un trabajo previo que asegure la confianza propia para afrontar la prueba: “No dejar dudas sin resolver, temas sin estudiar o estudiar deprisa y corriendo por falta de tiempo. Estar descansado y acudir a la distracción en momentos de mucha presión ayuda a relativizar y por tanto a evitar el miedo al fracaso”.
La visión de los jóvenes
Una encuesta realizada a 50 jóvenes universitarios refleja sus vivencias ante la llegada de los exámenes. Los nervios se acentúan desde el día anterior al examen hasta minutos antes y aumentan si el examen es porcentualmente más evaluable o si no se saben las respuestas.
Asimismo, los nervios permanecen después de la prueba, si esta ha salido mal, y la mayoría de los alumnos se siente mal al comunicar malas noticias sobre sus evaluaciones.