Los Trastornos de la Conducta Alimentaria crecen tras la pandemia

- PERSONA - 10 de noviembre de 2022
Imagen extraída de Pexels

La pandemia de covid-19 ha provocado un aumento de los Trastornos de la Conducta Alimmentaria (TCA) en niños y jóvenes. Tras el confinamiento se asentó un estilo de vida inmerso en la cultura del deporte o de la cocina saludable. “Ha sido una etapa difícil donde las redes sociales han potenciado una imagen idílica que hace sentir mal a uno mismo con su cuerpo. Mas allá de ser algo sano, es algo obsesivo y para una persona con factores de vulnerabilidad es un desencadenante”, expresa Marian Fernández, miembro de la Asociación en Defensa de la Atención a la Anorexia Nerviosa y Bulimia. El Hospital Universitario Puerta de Hierro Majadahonda percibe cómo han aumentado las consultas y hospitalizaciones en su Unidad de Psiquiatría Infantil y del Adolescente.

Pablo del Sol, psiquiatra de la Unidad de Psiquiatría Infantil y del Adolescente del Hospital Universitario Puerta de Hierro Majadahonda, explica que en la unidad de adolescentes hay 11 camas, de las cuales actualmente hay seis ocupadas por ingresos TCA. Como dato orientativo, antes de la pandemia tenían entre uno y dos ingresos. La Comunidad de Madrid, ante el incremento de pacientes, ha abierto unidades de ingreso más prolongadas, de seis meses a un año. Además, con más frecuencia el desorden alimenticio va apareciendo con 10 y 11 años, cosa que hace dos años era muy extraño ver, ya que la media de edad se situaba en 15 años.

Para determinar la hospitalización del adolescente se valora el estado de su organismo. “Factores como una muy baja masa corporal, alteraciones en una analítica, la frecuencia cardiaca, síncopes, niveles anormales de potasio y fósforo o una negativa completa a la ingesta son en sí indicadores que pueden suponer un riesgo vital”, explica Pablo del Sol. “Un tercio de los casos mejora, otro tercio se mantiene y el restante se cronifica a trastornos más graves”, detalla. Los TCA tienen mucha recuperación, pero el tiempo de superación es largo y progresivo. Normalmente, necesita un año de intervención intensiva y seguimiento terapéutico. Aunque permanecen de por vida, en años siguientes no tienen la misma gravedad.

En la Unidad de Psiquiatría Infantil y del Adolescente del hospital, los médicos buscan la curación y la remisión del trastorno desde el aprendizaje, como una oportunidad de crecimiento personal. “Uno hace terapia, no solo para intervenir en el trastorno, sino para aprender a generar autoconocimiento, relacionarse mejor con los demás o poner límites”, cuenta el doctor Pablo del Sol.

El peso no es el control de la comida
Hay diferentes causas del trastorno: bullying, problemas con amigos, separación de los padres, muerte de un familiar, cambio de ciclo escolar, perfeccionismo extremo, miedo al rechazo, necesidad de control, dicotomía, fracaso, autorresponsabilidad o autocrítica son algunos motivos. Ante estas situaciones, el adolescente descubre en el control de la comida la manera de gestionar de su vida. “La misma sociedad a través de series, películas o anuncios manda mensajes desde muchos puntos de vista. Incluso en redes sociales se encuentran perfiles no nutricionistas que te dicen cómo comer. Sin embargo, si la persona se rodea de un grupo de iguales que no le da tanta importancia al físico puede no llegar al trastorno”, comenta Marian Fernández.

Hay un punto de inflexión en la pérdida de peso, pero también hay casos con peso normal, sobrepeso e incluso obesidad. En perfiles infantiles se empieza con restricciones importantes, pero los atracones, el hacerse vegano/vegetariano o la obsesión por el deporte son otras señales de adoptar el trastorno. Más allá de los niños y adolescentes, hay perfiles de adultos que debutan en el trastorno.

“Un TCA es un trastorno más psicológico que físico. No es un capricho». Marian Fernández recalca que hay que romper la imagen aparente del TCA. Recomienda a las familias de los niños implicados en este tipo de conductas alimentarias que traten el punto emocional: que los acompañen y sean parte del camino, interactúen, no regañen ni intenten controlar la situación. “Tener una asociación donde poder hablar, aprender y orientar es fundamental. Rodearse con otros familiares en grupos de apoyo y prevención con profesores facilita el entendimiento y la mirada desde otra perspectiva”, apunta.

Una historia entre muchas otras
María tenía una imagen de una persona con problemas alimentarios muy delgada. Ella no era consciente porque no veía un problema ni unas consecuencias tan graves como las tuvo. “Nunca piensas que te puedes convertir en ese tipo de persona y cuando te das cuenta esa persona eres tú”, confiesa. Lo más complicado a nivel de salud mental es verbalizar y entender. “Lo que me ayudó a hablar del TCA fue el darle palabras a lo que sentía. Era muy importante tener palabras clave tanto para poder explicarme cuando tenía una crisis y que la gente supiera lo que pasaba en mi cabeza como para entenderme a mí misma”, afirma, con 18 años, ya recuperada del trastorno.

“Lo que me ayudó a hablar del TCA fue el darle palabras a lo que sentía”.

María buscaba una perfección que ni ella sabía cuál era. “No tenía un objetivo claro y fijado. Entré en bucle porque sentía que el propósito de verme bien no lo había conseguido y me encontraba débil, cansada, deprimida y con ansiedad. La comida era mi castigo. Cuando me quise dar cuenta llevaba diagnosticados tres trastornos más que al principio no tenía”, señala. Su punto de partida para empezar a tener una buena relación con la comida fue darse cuenta de que un TCA evade a la persona y no da la felicidad. “No voy a volver a recuperar los meses que perdí de mi vida de estudiante con mis familiares y amigos. Al final esa vocecita interna la escuchas toda tu vida, lo que cambia es si decides escucharla”, cuenta.

María agradece que su novio y amigas no la dejaran sola. “La gente que está a tu lado da su vida por estar contigo y no te dejan aislado, que es lo más difícil”. Desde su experiencia, asegura que es preferible esforzarse en estar ahí con la persona, preguntar de qué manera puede ser ayudada y no dar por hecho nada. “Tanto mérito tiene el que acompaña como el que vive un Trastorno de la Conducta Alimentaria. Es muy duro saber cómo comportarse o cuidar qué comentarios”.

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