El principal requisito a la hora de afrontar un debate fructífero con alguien es el de que ambas personas compartan la premisa básica de que se puede alcanzar algún tipo de verdad sobre el objeto de la discusión. Si no, aquello se convertirá en un ejercicio de aritmética lingüística, en el mejor de los casos. Es más, la conversación será realmente productiva si tanto una opinión como la otra están fundamentadas en la realidad. Parecen premisas epistemológicas básicas, pero, cada vez con más frecuencia, uno se encuentra con ejercicios de funambulismo dialéctico en los acalorados debates que mueven a parte de la sociedad, especialmente a aquella que participa de las redes sociales.
Twitter es en sí una herramienta para la ideologización por ósmosis, uno se arrima al caracter que le explica, según parece, pero su efecto catártico le otorga una peligrosidad crucial.
«La frustración de quien comprueba que la opinión mayoritaria de las redes sociales no concuerda con la realidad per sé, sin apellidos, es ilimitada».
Recientemente, a raíz de un tuit del portavoz de Ciudadanos en el Congreso en el que este denunciaba ser víctima de un acoso continuado por parte de los independentistas catalanes, se generaba un curioso debate en la red social. Uno de los prebostes de la nueva izquierda patria aseguraba que las quejas de Juan Carlos Girauta no le iban a restar apoyo electoral, como, en su opinión, debía ocurrir. “Muchas veces confundimos deseo con realidad”, apostillaba. Pero lo sorprendente es la reacción de una de sus seguidoras, quien respondía a ese mensaje con el siguiente hallazgo: “Twitter es una burbuja que a menudo nos hace vivir ajenos a la (lamentable) realidad de este país, donde la gente se siente muy ‘progre’ por pasar de votar al PP a Ciudadanos”.
Efectivamente, la frustración de quien comprueba que la opinión mayoritaria de las redes sociales no concuerda con la realidad per sé, sin apellidos, es ilimitada. Pero lejos de hacerle reflexionar en su percepción, le refuerza en su visión subjetiva de la realidad. Es como si en el partido de fútbol de la verdad, hubiera dos contrincantes, Twitter y la España real. Lo real es un accesorio, si seguimos tirando de ese hilo, una desgracia que se sobrepone a la verdad (lo ideal, lo deseable, lo correcto) que se esconde en mi pequeño mundo.
¡Qué discusión seria podría uno mantener con esa tuitera, si ni siquiera aceptaría que las cosas son aquello que son por sí mismas, que la realidad es aquello a lo que el hombre se debe acercar con las limitaciones de su inteligencia! Si la realidad es una construcción, entonces el hombre es un dios. Orwell y eso, el Partido, el Kalashnikov y la destrucción del hombre. Las consecuencias, ay, son inevitables.