Los conflictos bélicos se asocian a armas, bombas, muertes y sucesos horribles, pero los trastornos psicológicos que las guerras acarrean pueden pasar desapercibidos
Hace ya más de un año desde el inicio de la llamada Guerra de Ucrania, y este conflicto no solo está dejando víctimas en los campos de batalla y en las ciudades devastadas, también deja damnificados de por vida, tanto aquellos que abandonan su país como los que se quedan y consiguen sobrevivir.
Vivir este tipo de experiencias hace que numerosos colectivos sufran no solo problemas de salud mental, sino una desorganización de todo orden social establecido. “Esta guerra supone una experiencia vital traumática y amenazante para las personas que están inmersas en ella. Además, es dosis (estímulo)-respuesta, es decir, a mayor exposición y duración del conflicto mayor es el impacto nocivo de sus secuelas”, comenta Miguel Guerrero Díaz, psicólogo clínico experto en conductas suicidas.
En una guerra no hay nadie que quede inmune ante las atrocidades, pero hay ciertos grupos sociales y colectivos que sufren más los daños.
Miguel Guerrero Díaz tiene claro que la guerra no deja indiferente a nadie, aunque los más afectados son sin duda aquellos que quizás ante estas situaciones no se pueden valer por sí mismos como los niños, ancianos y personas discapacitadas o enfermas. Aunque no olvida a los desplazados, que según él, se enfrentan a grandes amenazas y pueden igualmente ser víctimas de violencia, sentimientos de indefensión, incertidumbre absoluta de su futuro, pérdida de la red social y comunitaria, desarraigo o ser estigmatizados.
Los conflictos bélicos suponen un escenario de mayor riesgo para cometer abusos sexuales y atentar contra la integridad de las personas, los derechos humanos se ven violados y arrastrados por los combatientes: “Aquellas víctimas de estas prácticas deshumanizadas como son los abusos, pasan a ser un colectivo de riesgo para su salud mental y de conducta suicida en el futuro. Mujeres, menores, prisioneros y discapacitados tienen mayor riesgo de sufrirlos y por tanto la necesidad de protección debe ser máxima”, cuenta Guerrero Díaz.
“En ambos casos, se amenaza la red comunitaria, las infraestructuras básicas, y riesgos psicosociales como perder la vivienda, el empleo o todas las propiedades. La sociedad queda rota, devastada, se amenaza el sentido de vida y supone una vivencia de humillación que afecta a la dignidad de las personas. No olvidaría a un grupo vulnerable que se suele invisibilizar: los hombres que son obligados a quedarse en el frente y son apartados de sus hijos o mujeres”, enfatiza Miguel Guerrero Díaz, quien destaca que en una guerra los afectados son todos los colectivos de la sociedad que la sufren en sus pieles.
La guerra es una experiencia que genera vulnerabilidad por ser considerada como un acontecimiento traumático. Sin embargo, el impacto en la salud mental de una persona depende también de otros factores que explica Miguel Guerrero: “Los recursos de afrontamiento, la resiliencia individual y social, la propia personalidad, la red social o los recursos con los que cuente de apoyo, no es lo mismo tener una familia en un tercer país que te de cobijo a tener que vivir en campamento de refugiados en condiciones extremas”.
Cuanto mayor fragilidad, mayor es el riesgo de que las consecuencias psicológicas afecten a largo plazo.
Las conductas suicidas y trastornos que llevan hacia ese tipo de acciones han sido un tema tabú en la sociedad, aunque poco a poco se va normalizando hablar de este tipo de temas. “Como en toda la sociedad occidental, el suicidio está estigmatizado. En gran parte del país sigue siendo considerado un pecado, un acto de cobardía. Aún en el mundo este fenómeno humano sigue estigmatizado, genera rechazo, miedo y arrastramos numerosos mitos, prejuicios y sesgos que hacen que el silencio sea la primera respuesta en la sociedad”, afirma Miguel Guerrero.
Ucrania es uno de los países del mundo con mayores tasas de suicidio. Antes de la invasión rusa, 25 personas, de media, al día perdían la vida a causa de suicidios. Tiene una tasa de 21,1/100.000 habitantes (la media mundial es de 9,5/100.000), sin embargo, se desconocen las cifras actuales.
Teniendo en cuenta la inestabilidad política respecto a la relación de Ucrania con Rusia, la población ha tenido que vivir episodios y conflictos como el que sucedió en 2014 con Crimea, Donetsk y Lugansk. Esta preocupación constante y la vivencia de altercados hace que afecte en gran medida a la inestabilidad mental de su población.
Los refugiados
Parte de la población ucraniana ha tenido que buscar cobijo fuera de su país, dejando atrás todo lo que conocían y comenzando en otros lugares con la incertidumbre de si volverán algún día. Esta experiencia hace que miles de personas desarrollen ciertas inseguridades y trastornos mentales que puedan derivar en conductas suicidas.
Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), España es uno de los países europeos que más refugiados ucranianos ha acogido desde el inicio de la guerra, aproximadamente 200.000.
El riesgo de suicidio en población desplazada de forma forzosa está aumentado en comparación con la población local. ”Existen algunos trabajos que hablan de una prevalencia de ideación suicida en población refugiada del 16%, por lo que podríamos pensar que alrededor de más de 30.000 refugiados estarían pensando en el suicidio como salida al dolor y la desesperanza que padecen”, explica Miguel Guerrero Díaz. Con este dato, si se sabe que más de seis millones de ucranianos han salido del país, el impacto es terrible.
En España, la ayuda se multiplica, se han creado números de teléfono para la atención de ucranianos que viven en España, ya no solo para ayudas básicas, sino para atención psicológica. “Durante el día recibimos muchas llamadas de personas que se encuentran perdidas ya no solo por el idioma, sino también psicológicamente. Intentamos ponerles en contacto con profesionales y facilitarles la adaptación al que puede ser su nuevo hogar”, destaca una de las trabajadoras de los números de teléfonos para ucranianos en España.