Redactada por Paula Burgos y María Soler
«Ahora nos creemos que por lo que luchamos en el pasado ya nadie te lo puede quitar, y eso es una mentira absoluta. La libertad se puede perder de una manera facilísima», relata Francisco Soler, quien fue diputado de Unión de Centro Democrático (UCD) y vivió el golpe de Estado de 1981, uno de los momentos históricos de España.
Un grupo de la Guardia Civil y del Ejército, al mando del coronel Antonio Tejero, entró en el Congreso de los Diputados el 23 de febrero de 1981, con el objetivo de dar un golpe de Estado e interrumpir la investidura de Leopoldo Calvo Sotelo como presidente del Gobierno. Los diputados y el Gobierno de España fueron secuestrados en su interior. La intención era volver al régimen anterior, a la dictadura.
Tejero, desde la tribuna, gritó: “¡Quieto todo el mundo!”, y dio la orden de que todos se tirasen al suelo. La negativa del rey Juan Carlos I a apoyar el golpe permitió abortarlo a lo largo de la noche y asegurar la fidelidad de los mandos militares a la Corona.
El Tribunal Supremo condenó a Antonio Tejero, Jaime Milans del Bosch y Alfonso Armada como principales responsables del golpe de Estado.
Francisco Soler lo vivió de primera mano
Francisco Soler es un abogado que comenzó su carrera política en el Partido Socialdemócrata (PSD), concretamente, fue uno de los fundadores de este mismo partido en Andalucía. Posteriormente, esta formación se juntó con otras para formar la UCD (Unión de Centro Democrático) y Soler salió elegido como diputado por Almería, lo que le llevó a vivir el golpe de Estado de Tejero.
«El golpe de Estado tuvo una repercusión muy importante para que el ciudadano tomara conciencia de aquello que se había conseguido hacía muy poco tiempo. Hubo una manifestación monstruo en toda España, un episodio de entendimiento y solidaridad, que aunque se tuvieran distintas ideas, todos los españoles se unieron», puntualiza Soler.
«Ahora nos creemos que por lo que luchamos en el pasado ya nadie te lo puede quitar, y eso es una mentira absoluta. La libertad se puede perder de una manera facilísima”, asegura Soler.
El diputado de UCD confiesa que, en esa época, uno se levantaba cada día expectante de lo que podía ocurrir como consecuencia del clima que se vivía: «Había amenazas de muerte, atentados de ETA, pero no podíamos imaginar que pudiese suceder algo como un asalto al Congreso».
El asalto
Soler cuenta que la reacción general fue de sorpresa absoluta, todo el mundo se quedó paralizado y, en medio de ese asombro, Tejero subió a la tribuna con la pistola en alto y gritó: «¡Quieto todo el mundo! ¡Al suelo!». «Como todos estábamos muy sorprendidos, nadie le hizo caso y fue entonces cuando dispararon una ráfaga de tiros en el techo», confiesa.
Soler relata una serie de acontecimientos que sucedieron dentro del Congreso y de los que se ha hablado poco. Por ejemplo, el valor de Manuel Fraga, quien se levantó y empezó a andar cuando estaba prohibido moverse y comenzó a gritar: “No aguanto esto, me veo atacado por la Guardia Civil, a la que he defendido siempre”. Eso provocó un dominó de valor entre los retenidos, y el democristiano Fernando Álvarez de Miranda se abrió la camisa y empezó a gritar: “¡Disparadme a mí!”.
La retención
Soler subraya que la retención de los diputados fue tan larga porque Tejero esperaba órdenes de una autoridad superior militar que estaba en el exterior, pero estas no llegaban. «Yo viví dos fases completamente distintas. Mi escaño estaba en la tercera fila, donde había mucha luz y por lo tanto no te podías mover», comenta.
«Ellos no sabían que se estaba televisando el momento, entonces temían que les cortaran la luz. Ese fue el momento más peligroso porque Tejero ordenó que se apilara en el centro del Hemiciclo una gran pila de muebles, y dijo que si cortaban la luz prendían fuego y arderíamos todos. Esa fue la primera vez que sentía que íbamos a morir, porque ellos eran conscientes de que habían fracasado. Te estoy hablando de alrededor de la una de la madrugada», relata Francisco Soler. “Cuando asumí que iba a morir, me inundó una enorme paz, el miedo y la tensión que había vivido hasta entonces durante el golpe, desapareció. Solo quería dormir un poco», añade.
“Cuando asumí que iba a morir, me inundó una enorme paz, el miedo y la tensión que había vivido hasta entonces durante el golpe, desapareció”, remarca Soler.
«Pedí permiso para ir al lavabo, y en vez de ir a mi escaño, me quedé en la última fila donde no había luz. Y entonces descubrí otro 23F totalmente distinto. Todo el dramatismo que se vivía en la parte de abajo se desvanecía en cuanto subías los escalones de la Cámara. Arriba tenían dos aparatos de radio y se enteraban de todo lo que estaba pasando fuera», recalca Soler.
En su escaño estaba Blas Piñar, presidente de Fuerza Nueva, la ultraderecha falangista, quien no se levantó del escaño en toda la noche y no habló con nadie. Y detrás de él había un guardia civil que le custodiaba exclusivamente a él.
«En ese contexto, me viene también un brigada, de metro y medio y con unas gafas de culo de vaso que no olvidaré en mi vida, y se sienta a mi lado y me dijo: ‘habla con mi jefe, Tejero, y que nos saquen a todos de aquí, que a mí me han traído engañado. Yo ni siquiera sé disparar'», recuerda Soler.
«Pasaban las horas, la situación no avanzaba y no nos enteramos de lo que ocurría fuera. Estuvimos desde las siete de la tarde del 23 hasta la una de la tarde del día siguiente», asegura Soler.
El momento de la liberación
«Eran horas de agotamiento general. Sacaban a figuras importantes como (Adolfo) Suárez, (Santiago) Carrillo, Fraga y Felipe González, y no sabíamos qué hacían con ellos», destaca Soler.
El diputado afirma que el convencimiento general era que habían fracasado, pero el problema era cómo salir de ahí. Tras unas horas, les comunicaron que los iban a sacar y, finalmente, los asaltantes entraron en los furgones de Policía directamente. «Por eso, desde mi punto de vista, la liberación fue un poco humillante», puntualiza Soler.
La posición de Juan Carlos I en el golpe
«Por mucho que pueda o no rechazar absolutamente su actitud personal y vital en temas particulares, el ciudadano de una nación no puede olvidar determinadas cosas que, desde mi punto de vista, valen mucho más, ya que aquella noche él se jugó la vida», asegura Soler al referirse a Juan Carlos I.
La política anterior, contada por Soler
«Uno de los aspectos que más ha cambiado es el hecho de que en las formaciones políticas inmediatas al fin de la dictadura, la fuente de financiación era nuestro propio bolsillo. No teníamos dinero ni para ir a las elecciones. Tanto era así que la sede de nuestro partido era un piso vacío con una mesa de juntas, unas sillas, y debíamos hasta la camiseta. La situación era parecida en todos los partidos que formamos más tarde la UCD», afirma Francisco Soler.
«Encontramos nombres en nuestra democracia a los que nunca se les ha honrado debidamente, como el tesorero de la UCD Álvaro Alonso Castrillo, un gran ejemplo de cómo por aquel entonces los políticos se endeudaban con el fin de conseguir avalar los partidos democráticos. Debía hasta 500 millones de pesetas (aproximadamente, tres millones de euros) a los bancos e incluso fueron a ejecutarle», recuerda Soler.
Una de las figuras más importantes de la transición fue Adolfo Suárez. «Era una persona profesionalmente endeble, pero tenía una inteligencia y un valor fuera de lo normal, aunque le faltaba formación política, desde el punto de vista de lo que es el funcionamiento de los partidos. Él se había formado en el Movimiento Nacional y es lo que conocía», resalta Soler.
«Sin embargo, hizo una jugada espléndida y se rodeó de la mejor gente del país y eso es una cualidad muy rara en un político. El político tiende siempre a rodearse de gente peor que él y Suárez supo rodearse de políticos mejores que él. Lo cual, a la larga, significó su muerte política porque esos que eran mejores le hicieron la vida imposible a lo largo de los años, y en ese contexto fue en el que se produjo el golpe. Es inevitable que ahora, con perspectiva, me incluya entre ellos porque yo me fui de la UCD. Miguel Herrero, Ricardo de la Cierva y yo fuimos los tres primeros en irnos. Cuando pasa el tiempo, tienes que ser justo y proclamar abiertamente lo que hiciste mal, esa soberbia que se tiene muchas veces en política, del yo no paso por aquí o yo no cedo aquí por los que sea, eso es un cáncer en política, hay que saber ceder y saber estar juntos. Y eso, yo confieso que no lo supe hacer. Me toca pedir perdón», confiesa Soler.
«Creo que nuestra historia puede enseñarnos valiosas lecciones, sobre todo a las futuras generaciones del país. Entre ellas, destacaría estas tres: Resaltar el valor de la libertad por encima de cualquier otro, hay que sacrificar lo que sea por la libertad; Que los orgullos personales no son más que un obstáculo en todos los aspectos; y que los jóvenes tenéis que tomar conciencia de que tenéis que dedicar un tiempo al servicio de los demás, al servicio del pueblo, de la nación, es fundamental, si no, todo se pierde», concluye Francisco Soler.