Actualmente, la vida de un móvil es de dos años, después es frecuente que comience a dar problemas. La reparación de este cuesta un 40% más de lo que valdría comprarse uno nuevo. «Si no existiera la obsolescencia programada, un teléfono móvil tendría una vida útil de 12 a 15 años», afirmó Benito Muros, presidente de la Fundación Energía e Innovación Sostenible sin Obsolescencia Programada (Feniss).
La obsolescencia programada es una modificación que impide a los productos durar más de lo que en realidad es su vida útil. Están planificados de modo que aguanten el tiempo suficiente para que la empresa no pierda dinero y los compradores tengan que comprar un producto nuevo.
La primera multa por la obsolescencia programada ha sido para los dos gigantes tecnológicos Samsung y Apple. Autoridad de competencia italiana las multó, el pasado octubre, con cinco y diez millones, respectivamente, por usar actualizaciones para ralentizar los móviles.
Lo que han intentado hacer es que sus clientes se descargasen nuevas actualizaciones de software que permitían sobrecargar funciones del móvil, lo que en algunos casos hacía, prácticamente inservible. Esta política se ve reforzada con el lanzamiento de nuevos modelos cada año, lo que incita a la compra.
«Deberíamos dejar de comprar cosas que no necesitamos con el dinero que no tenemos (…) necesitaríamos crear a través de los medios de comunicación una nueva conciencia social», concluyó Muros.
No solo pasa en los teléfonos móviles, sino que también ocurre, desde los años 30 en las bombillas. Tan solo en España se venden y se tiran al año 47 millones de bombillas, y en todo el mundo 7.000 millones.