Veía los monstruos en los demás. Y ellos, lo veían en ella. Eva, una joven que sufrió racismo en diferentes capítulos de su vida, cuenta el rechazo que vivió en esos momentos. La primera percepción que recuerda cuando empezó a sentirse marginada fue en el colegio: “vivía en un entorno en el que los demás te ven diferente”. Había “dos opciones”, una, que la sociedad te acepte, y la otra, que la sociedad te rechace. No obstante, Eva afirma: “en el colegio no todas las personas me rechazaban”. Sin embargo, recuerda a una persona, que “era la líder” y esta arrastraba al resto para que se pusieran en su contra o directamente se abstuvieran de la situación y su persona, y cree que mucha gente “prefiere ver llorar a otra persona antes que a sí mismo”. Eva resalta: “la persona que me increpaba era simplemente con insultos o bromas, pero esas pequeñas bromas se iban acumulando”. Es justo en ese momento cuando pensaba que “no tenía apoyo”.
Eva también habla de la educación que los padres dan a sus hijos con comentarios fuera de tono, que de forma consciente o inconsciente penetran en el comportamiento de los niños. Eva lo define como una “actitud que transfiere a su mundo real” y esto provoca prejuicios y comportamientos indeseados que pueden afectar a las personas más cercanas, como algunos compañeros de clase. Esto se convierte en una coyuntura difícil. Porque “todos tenemos el deseo de encajar”, añade Eva.
Eva afirma que “muchas veces se ha sentido sola y triste”. “Todos tus valores empiezan a caerse y comienzas a construir un nuevo edificio en ti, entonces depende mucho de lo que te digan los demás, por eso cuando eres adolescente eres mucho más frágil, la gente es más individualista”, enfatiza Eva al referirse a su etapa de soledad, especialmente en la adolescencia.
Con el paso de los años, la situación de Eva ha mejorado, pero sigue sufriendo casos de racismo, aunque en menor cantidad. Eva nunca ha recurrido a un psicólogo porque su familia no cree en la psicología.